EL CID EN EL PAISAJE DE CASTILLA

 

EL CANTAR DE MIO CID, es primer monumento conocido de la literatura española según afirma Alfonso Reyes, un poema épico que narra en tres cantos, las hazañas del héroe Rodrigo Díaz de Vivar, quien por su arrojo en los combates fue llamado Cid Campeador, es decir “batallador”. El poema tiene un fondo considerable histórico, y sus descripciones geográficas son de exagerada exactitud. Cid para los moros significa señor.

Es escrito probablemente hacia 1140. Se conserva en copia manuscrita de Pedro Abad de 1307. Ignoramos el nombre del autor, y suponemos que fuera vecino de Medinaceli o sus cercanías, por lo minucioso al describir aquellos contornos. Es probable que fuera mozárabe a juzgar por ciertas peculiaridades del lenguaje, o cristiano que vivía entre moros.

El género de poesía de este poema duró en España hasta el siglo XV, y produjo otros poemas de los que sólo quedan fragmentos o prosificaciones incorporadas en crónicas. La poesía épica castellana recibió inspiraciones de la épica francesa, aunque –a diferencia de ésta— era poco dado a lo fabuloso y fantástico. Como resultado de contarse en prosa los asuntos de la poesía épica francesa, resultó la novela de caballería, cuando se hizo con la poesía épica castellana, resultaron los  libros de historia y crónicas.

En 1779 publicó por primera vez  Tomás Antonio Sánchez el Cantar de MIO CID en la Colección de poesías castellanas anteriores al siglo XV, en el Primer Tomo. En 1864 lo reimprimió Florencio Janer, en el volumen LVII de la Biblioteca de Autores Españoles,  de Rivadeneyra. K. Vollmöller, lo publicó nuevamente en Halle en 1879. Don Ramón Menéndez Pidal inaugura una nueva era de sus estudios al publicar el poema en 1808-1900, a lo cual siguió su obra: Cantar de MIO CID, texto, gramática y vocabulario, en 3 vols. En Madrid 1908-1911, y en 1913 la edición para los Clásicos Castellanos de La Lectura: Poema de MIO CID. También A. M. Huntington publicó una edición de lujo del CID, en Nueva York en 1897-1903.

La figura del Cid Campeador es universalmente conocida, sobre todo, para el público general, por los romances viejos, posteriores en siglos al Poema de MIO CID, que representan, un mundo estético distinto al de los juglares medievales. Más elegante, más compuesto,  pero donde la figura del héroe pierde algo de la llaneza con que lo vemos en el Cantar, y padece, a ratos, verdaderas ofuscaciones.

El mayor mérito artístico del viejo poema está en esta nota de sobriedad. Nunca gesticula el dolor, y la alegría tiene una gracia bronca. Si en Cervantes se admira un florecimiento del espíritu español, en el Cantar de MIO CID se reconoce las raíces de la sensibilidad castellana. Aunque la idea del patriotismo del Cid no se encuentre expresa, la figura adquiere una importancia de símbolo nacional.

El texto antiguo es copia fiel de la edición preparada por Ramón Menéndez Pidal para Clásicos Castellanos de la Lectura de Madrid, 1913. La prosificación procura respetar el espíritu del poema y se ciñe a las palabras tan estricto como lo tolera el sentido actual de la prosa; puede así servir de auxilio a la interpretación del texto original, y leerse de corrido.

El primer canto habla de su destierro. El rey Alfonso lo envía para cobrar las parias del rey moro de Sevilla, en tanto éste es atacado por el conde castellano García Ordoñez. El Cid, ampara al moro vasallo del rey de Castilla, y vence a García Ordoñez en Cabra para prenderlo afrentosamente. Torna Castilla con las parias, sus enemigos lo indisponen con el rey y éste lo destierra.

El cantar segundo se refiere a las bodas de las hijas del héroe, y aquí comienza la canción del Cid del Vivar. Puebla el puerto de Olocau, alejándose de Zaragoza y sus tierras, de Huesca, y de Montalbán, a la vez que comienza a guerrear del lado de la mar. Por el Oriente sale el sol, hacía allá se encamina, y gana a Jérica, también Onda y Almenara, conquista las tierras de Burriana. El Creador, señor del  cielo le ayuda, y puede tomar a Murviedro, El Señor no le desampara. El obispo don Gerónimo bendice las hijas del Cid y a los infantes de Carrión y celebran las bodas en el alcázar.

El canto tercero trata la Afrenta de Corpes. Suelto el león del Cid los infantes de Carrión manifiestan miedo, el Cid lo amansa para vergüenza de ellos. Los infantes maltratan y abandonan a sus mujeres, hijas del Cid, las dejan por muertas. El rey convoca corte en Toledo para juzgarlos.

El poema finaliza diciendo que: Los de Navarra y Aragón tuvieron pláticas, se reunieron con el rey, y doña Elvira y doña Sol se casaron. Si grandes fueron las primeras bodas, éstas máximas, y la casa queda más honrada que antes.

Invita al lector a ver como se enaltece el bienhadado, sus hijas son señoras de Aragón y Navarra y los reyes de España sus parientes, y todos creen en la honra por quien nació en día claro. Afirma el canto que: El buen Cid, señor de Valencia, dejó el siglo en la Pascua de Pentecostés. Espera que Dios le haya perdonado, y que también lo haga de todos, justos y pecadores. Dice que esas son las hazañas del Cid Campeador. Y al llegar a ese punto  acaba la canción.

Es ese poema la imagen del mundo medieval y de la lucha entre las culturas de Mahoma y cristiana, que acabará por resolverse hasta el siglo XV, con el triunfo de los Reyes Católicos sobre los Omeyas.