El espectro de Padilla
Carlos Delgadillo Macías
[El miércoles 2 de abril de este 2025 se cumplieron dos años del suicidio de Raúl Padilla López]
Un suicidio en el origen
En Guadalajara, el 28 de diciembre de 1972, paramédicos de la Cruz Roja y agentes del Ministerio Público se dirigieron a un edificio en avenida Vallarta, número 1286. En el despacho 203 se encontraba el cuerpo de un hombre que se había quitado la vida. Era Raúl Padilla Gutiérrez.
Junto con él estaba su hijo Raúl Padilla López, de 18 años, quien todavía cursaba el bachillerato. Y un amigo suyo, Salvador Martínez.
Según la versión más aceptada. Padilla Gutiérrez se quitó la vida enfrente del joven. Era un hombre atormentado, resentido, fundador de la Federación de Estudiantes de Guadalajara (FEG) en 1948, pero que no había recibido lo que él hubiera esperado.
Poco después del suicidio de su padre, Raúl Padilla López se matriculó en la entonces Facultad de Filosofía y Letras.
Eran tiempos violentos. En 1975, Carlos Ramírez Ladewig, otro de los fundadores de la FEG y quien controlaba la UdeG desde hacía dos décadas, fue asesinado, presuntamente por miembros de una guerrilla urbana. La FEG fungía como un órgano represor muy ligado al PRI. Y luchaba contra organizaciones estudiantiles, como el Frente Estudiantil Revolucionario (FER).
En 1977, Padilla López se licenció en historia y se convirtió en presidente de la FEG. A partir de ahí su carrera fue meteórica en la estructura universitaria.
Más de alguno pudo interpretar esto como una revancha. El hijo de Padilla Gutiérrez estaba ahora al frente de una poderosa organización estudiantil. Apadrinado por Álvaro Ramírez Ladewig, quien había sucedido a su hermano Carlos, Raúl no dejó de crecer.
En 1989 se convirtió en rector general de la universidad, traicionó a Álvaro Ramírez y reemplazó a la FEG con la FEU. Fundó su propio régimen y su propia dinastía. Desde entonces controló la universidad. Había cumplido, quizá, los deseos de su padre.
Raúl consolidó su poder no sólo en la UdeG sino también en el exterior, con el mando en el PRD Jalisco y sólidas posiciones en el PRI (más recientemente, colocó gente en Movimiento Ciudadano y en Morena).
Creó la red universitaria, que extendió su presencia en todo el estado, así como un conglomerado de empresas. La Feria Internacional del Libro, el Festival de Cine, el Teatro Diana y, como remate, el Centro Cultural Universitario, fueron sus iniciativas más exitosas. Su hermano Trinidad fue rector, entre 2001 y 2006.
En 2007 superó la amenaza más fuerte a su poder. Carlos Briseño Torres, que lo había acompañado siempre, llegó a la rectoría con su bendición. Meses después, no obstante, intentó traicionarlo. Lo destituyó como presidente de la FIL y lo despojó de todos sus cargos. Fue temerario, el Consejo General se rebeló contra Briseño, le retiró el cargo de manera irregular y lo sustituyó.
Después de una serie de impugnaciones que le resultaron adversas, Carlos Briseño se suicidó de un disparo en la cabeza el 19 de noviembre de 2009, en su domicilio.
La inyunción paterna
Padilla parecía inamovible e invencible. Pero la inyunción – el mandato – de su padre nunca lo dejó.
Jacques Derrida, en “Espectros de Marx”, analiza los temas de las inyunciones y las “obediencias diferidas” hacia el padre, con influencia freudiana. Hamlet, el héroe trágico, recibe la inyunción por parte del espectro de su padre asesinado. Debe vengarlo. Cumplir con ese mandato lo llevará a la muerte.
“El mundo está fuera de quicio”, es la frase clave de la obra. El asesinato de Hamlet padre ha determinado irremediablemente la vida de Hamlet hijo. Sólo vengando ese homicidio las cosas volverán a su lugar.
La “obediencia diferida” es empleada por Freud en obras como “Tótem y tabú” y “Moisés y la religión monoteísta”. En la primera, Freud presenta una hipótesis de la etapa primordial de la humanidad, en la que los machos jóvenes se habrían rebelado contra el macho alfa de la horda, lo habrían matado, para liberar a las hembras, y lo habrían devorado.
La culpa habría conducido a convertir al padre en tótem y a establecer como tabú el homicidio, el incesto y el canibalismo. De esta manera, los machos jóvenes habrían terminado por obedecer al espectro del padre muerto.
En “Moisés y la religión monoteísta”, Freud lanza la hipótesis de que Moisés habría sido un visir egipcio que, para preservar el monoteísmo establecido por Akenatón, lo habría implantado en el pueblo judío, al que liberó y lo llevó a buscar la tierra prometida. En medio del desierto, sin embargo, los judíos se habrían rebelado y lo habrían asesinado, sólo para que, después, adoptaran finalmente el monoteísmo, en otro ejemplo de obediencia diferida.
Derrida detecta lo mismo en el propio Freud. En “Mal de archivo” reseña cómo Jakob Freud, padre de Sigmund, le habría regalado una Biblia hebrea reencuadernada en su cumpleaños, como una inyunción para que volviera al judaísmo, pues, a esas alturas, Sigmund ya era ateo.
Al parecer, esa inyunción no habría sido obedecida por el joven Sigmund Freud. Pero, señala Derrida, cuando, ya cercano a los 80 años, el famoso psicoanalista se dispuso a escribir y publicar su última obra, “Moisés y la religión monoteísta”, necesariamente tuvo que volver a los estudios bíblicos. Sería otro ejemplo de obediencia diferida.
Un suicidio en el final
Este 2 de abril de 2023, cerca del cruce de las calles Tepatitlán y San Juan de los Lagos, en la colonia Vallarta Poniente de Guadalajara, Raúl Padilla López se quitó la vida, no muy lejos de donde, hace cincuenta años, lo hizo su padre enfrente de él.
¿Cuál fue el mensaje de Raúl Padilla Gutiérrez, al llamarlo, para que viera cómo se ponía la pistola en la cabeza y se volaba la tapa de los sesos? ¿No sería una inyunción también?
Padilla López tal vez interpretó que la orden era lograr lo que su padre nunca pudo: el poder absoluto en la universidad. Pero, a los 68 años, enfermo (se habló de problemas digestivos y Alzheimer), ¿no pudo intuir que el mandato no era ése? Si el espectro aún lo atormentaba, si, a pesar de sus esfuerzos, ese espectro nunca se había convertido en un espíritu, que enriquece, ¿cuál sería la inyunción entonces?
Cuando Raúl Padilla López se puso el arma en la cabeza esta mañana, terminó haciendo lo mismo que su padre, en un ejemplo de obediencia diferida que, como la de Hamlet, es trágico, porque implica un destino que se cumple, a pesar de toda resistencia y de todo intento por evitarlo.