El lío laboral magisterial

El lío laboral magisterial

Juan M. Negrete

La cuestión administrativa de la esfera escolar es un nudo gordiano. El cuento antiguo sobre su solución reza que Alejandro Magno no se detuvo en contemplaciones. Desenvainó su espada y lo mochó de un tajo. Con tal decisión, siguió adelante. AMLO y su 4T tienen frente a sí varios nudos gordianos. De su decisión para destrabarlos dependerá si se nos despeja el panorama y se plantan condiciones objetivas para que las cosas marchen en el país o si todo siga igual.

Con que marchen, se entiende a que lo hagan a favor de los intereses mayoritarios. El paso redoblado que le hemos observado desde hace seis sexenios es que todas las pistas tienden a favorecer los intereses de la oligarquía. La actual campaña negra en contra del Peje es indicativa de que sus políticas apuntan a estos nuevos objetivos. Pero aún no se abre de par en par el portón para el ingreso triunfante del interés nacional a nuestro gran espacio colectivo.

La situación presente resulta mucho más compleja. La reforma educativa, por ejemplo, es ejemplo de lo enredado de los cables. El artículo tercero aplicaba cuanto tenía que saberse para llevar adelante estas tareas. En la escuela nos dijeron nuestra carta magna era un modelo de avance constitucional para todo el mundo. Los mexicanos habíamos dado cátedra progresista en ese sentido. El mundo nos miraba como un modelo. Y los viejos alumnos nos lo creíamos. Al menos una de nuestras cosas propias pertenecía a la idealidad, a lo más respetado de lo conseguido por los afanes humanos. Nuestro artículo tercero era un dechado y un ejemplo. Y nos sentíamos orgullosos de tal logro.

Pero llegó el neoliberalismo y ordenó que tales directrices fuesen modificadas. Que el estado ya no fuese el rector de este renglón, pues aparecía como un acaparador y monopolista, lo cual contradice a las reglas del libre mercado. Las tareas educativas dejaron de ser un oficio protegido, respaldado y bien cuidado por el estado, para pasar a ser burdas mercancías. La sacralidad de la pedagogía y de la docencia, pasar a convertirse en vil tema de mostrador. La danza de las horas formativas, tan sacralizadas, sobajadas a formatos de aparador. De acuerdo a la modernidad mundial, donde todo va siendo privatizado, la educación perdía su encanto. Y quien se opusiera a tal designio, habría que pasarlo por las armas. ¿Así o con mayor crueldad todavía?

Los neoliberales no formularon esto último con todas sus letras, pero sí implementaron la dinámica de que todas las fuerzas del estado pasaran a facilitar e imponer dicha permuta. Para eso sí conservaría el estado todas sus atribuciones. En muchos otros terrenos ya se le está dando la absolución. Los estados modernos han sido adelgazados de tal forma que resulta hasta milagroso verlos operando. Pero para llevar al mercado a la educación y sus malos frutos, ahí sí que sigue siendo el monopolio del poder. Esta fue la esencia del mandato lanzado por Pacto por México o reforma educativa peñista. Lo denunciado por los maestros disidentes u opositores a este cambio resaltó de inmediato la dificultad abierta todavía, a pesar de que los morenos dicen que ya echaron la ‘mal llamada reforma educativa’ al cesto de la basura y que ahora tenemos una nueva, la de la 4T.

Los maestros de la CNTE denunciaron desde el principio que la regulación laboral del magisterio se pasó al artículo tercero, cuando desde siempre se había aplicado el apartado B del artículo 123. En la reforma nueva, dicen los legisladores presentes, los maestros vuelven a la normativa del apartado B del 123. Si bien para su ingreso, promoción y permanencia aplicará un nuevo reglamento. ¿Por qué mantener esta dualidad? ¿Por qué no modificar, lo que se quiera transformar y mejorar, dentro del clásico artículo laboral para trabajadores del estado? ¿Por qué darle tratamiento de excepción laboral a los profes del país? Aquí está uno de los puntos centrales a discusión, para el que parece que no hay propuesta sensata por parte de los pupilos de AMLO.

En los medios hay muchos detractores del nuevo gobierno. Pero también salen plumas reconocidas que defienden lo actuado. Bernardo Bátiz es uno de ellos. Enumera en su artículo de hoy en La Jornada (La ciudad y la reforma educativa) los beneficios de lo recién promulgado: que reinstala a los profes despedidos, que elimina la evaluación punitiva, que los profes ‘regresan al amparo del artículo 123’…  Remata diciendo: ‘falta algo, pero ya se logró mucho’.

Enrique Calderón Alzati, (Ataque a dos fuegos y respuesta, La Jornada/ 11,V,19) no sólo elogia los pasos dados en el legislativo, sino que hasta invita a los maestros disidentes a que cambien su actitud de confrontación y que le aplaudan a los morenos sus escarceos con las otras fuerzas políticas: “Es necesario recordar que los grandes cambios logrados por el presidente Lázaro Cárdenas tardaron en realizarse, y ello fue posible en la medida que pudo contar con el respaldo del pueblo. López Obrador está respaldado por la mayoría, pero muchos son los poderosos que ven afectados sus planes e intereses por sus políticas de gobierno y que cuentan con recursos para obstaculizarlas”.

La cordura de los analistas aquí citados, con motivo de este tema, pinta de cuerpo entero la complejidad que encierra lo que está en juego. Pero no avanzaremos en su clarificación con medias verdades o con remisión a actitudes piadosas. La defensa de los intereses mayoritarios se inscribe en el tinglado de las luchas de primer orden y no hay por qué cejar. El todo o nada sí rige para las decisiones ligadas a las cuestiones estratégicas del país. Y la educación ocupa un lugar central en estas pugnas.

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