El pequeño priísta que todos llevamos dentro

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Juan M. Negretei

11 de junio. – La memoria trae a colación, en razón del inesperado y sostenido crecimiento de Morena, visible en todos los escenarios, una frase muy repetida por los años ochenta, cuando se abrió el abanico a las participaciones públicas de otros partidos distintos al oficial. La repetición de este dicho venía en razón de que, a pesar de ya tener permiso para transitar en las canchas de las disputas por el poder, nomás ningún partido levantaba ampolla. El mandón, el hegemónico, el que se llevaba siempre todas las canicas, era el PRI, la aplanadora, el invencible, el imbatible pues.

Para retratar su presencia omnímoda se repetía como un axioma, que la causa de fondo venía a ser que todos los mexicanos éramos priístas de corazón, hasta los que lo combatíamos; que lo teníamos bien bordado y estampado en el pecho. Cuando menos lo pensábamos nos salía, por algún flanco el pequeño priísta que todos llevamos dentro. Y con tales verdades no escritas, o con tales valores entendidos, como se repetían estos dichos, veíamos los opositores declarados la desesperanza y lo cuesta arriba que significaba andarle haciendo pelitos a semejante burra. Así fue que crecimos. Y muchos se creyeron semejantes embelecos, al grado de integrarse a los círculos del poder haciendo a un lado ascos y/o convicciones. Fue la conocida variante del dentrismo.

Pero nada dura para siempre. Arrancó su ciclo vital el 4 de marzo de 1929. O sea que está próximo a cumplir ya su centenario. Aunque hay agoreros que vaticinan que no alcanzará esta cifra, otros menos pesimistas auguran que sí alcanzará vivo tal fecha, aunque disminuido, demasiado apocado, tal como lo vemos trotar ya en los días que corren. La señora Dulce María Sauri escribió en Proceso (4/VI/2022) su profecía al respecto: para alcanzar su centenario tendrá que pasar la elección del 24 como partido histórico, no testimonial.

Así mero es. Cumplir un centenario es una proeza. Otros partidos longevos y poderosos en el mundo ya han pasado a mejor vida, como el PCUS famoso, del que ya no hay noticia relevante, como si no existiera más. De otros, poderosísimos, como el que promovió el nacional socialismo en Alemania y la llevó a la conflagración de la segunda guerra mundial, de plano ni sus luces quedan. Otra cosa es la dupla de los partidos gringos… pero tocarlos a ellos da pie suficiente para otro momento. Volvamos a casa entonces.

Lo interesante de las alusiones de la señora Sauri no es tanto que esté en peligro la longevidad del PRI, agonía puesta a la vista de todos, sino la estrafalaria conexión que hace de esta etapa valetudinaria del tricolor con la emergencia y la consolidación actual de Morena. Es tema del día y amerita detenerse un poco más a escarbarle sus vericuetos.

La señora afirma que Morrena es la cuarta etapa del PRI… y durará poco. Es como el PRI de la década de 1970, las tácticas que emplea son las de aquel PRI de los setenta, que justamente el proceso democrático de México fue acotando hasta casi eliminar y pensar que, como la viruela, no volvería a aparecer. Otro analista que se ocupa de este caso concreto es Jesús Silva-Herzog Márquez, para quien Morena, frente a los partidos de la oposición actual, se erige como el partido que irrumpió de forma abrupta en el 2018 y se ha fortalecido con la deserción de opositores gracias a ese “gran imán para los ambiciosos, que es el poder para dar y repartir”. (Latinus, 8/VI/2022)

No son extrañas o peregrinas estas alocuciones de analistas sobre nuestro transcurrir político cotidiano. El planteamiento de Silva-Herzog se atiene al mismo patrón que le hizo exclamar al tacuache Garizurieta su famoso dictamen de que vivir fuera del presupuesto era vivir en el error. Más al fondo de los renglones hay que desenmascarar la imagen negativa que nos aplica a todos los mexicanos: que todos somos ambiciosos, que a todos nos corroe la codicia y que caemos de rodillas y nos postramos ante los detentadores del poder porque en su mano está la única virtud que vale en el mundo que es la de dar y repartir. ¡Qué poca! Allá los aludidos que estén dispuestos a dejarse retratar con imágenes tan corrientes y denigrantes. Este redactor, por la parte que le toca, dice: Paso sin ver. Y a otra cosa, mariposa.

Distinta viene a ser la postura de doña Dulce Sauri Riancho. Más avezada a las lides políticas concretas, pues fue hasta presidenta nacional del otrora partidazo, registra el desplome de la militancia actual y sus pobres resultados electorales tanto a la desvahida labor de grilla de sus dirigentes actuales, como a la alternativa arrolladora que ha significado la presencia de Morena en el espectro total de la geografía nacional. Habíamos conocido movimientos y partidos poderosos en buena parte del país de un siglo a esta parte. Pero que cubriera completo el territorio, hasta ahora sólo era fenómeno que se le conoció al PRI. Hoy Morena levanta tal estafeta. Y para desbancarlo de dicho sitial, a los opositores les va a costar mucho esfuerzo.

La señora suelta luego su profecía de que no le va a durar mucho el gusto a Morena. Viene a ser expresión de poco peso. Parece que se dejó llevar más bien por sus deseos personales que atenerse a la precisión objetiva de sus entenderes de la grilla en vivo y en directo. Pero nos ocuparemos más delante de este bosquejo o radiografía expuesta, para sacarle algunas cicuas necesarias. Da materia para esto y mucho más. Volvemos pues.

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