El PRI en su laberinto

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Fue lugar común hace décadas decir que la burguesía mexicana era la más inteligente de Latinoamérica. Los exagerados elevaban su elogio a nivel mundial. Basaban su dicho afirmando que sostenía el control de nuestra economía sin costos políticos de nota. Mantenía sometido al grueso de la población, encandilada ésta con sus logros a corto y mediano plazo. No tenía que recurrir a cuartelazos militares, como lo hacían nuestros hermanos del cono sur. Había construido un PRI, que mantenía la hegemonía ideológica y que englobaba en su cuerpo a la variopinta masa de trabajadores, fueran del campo o de la ciudad. Vargas Llosa lo calificó como ‘la dictadura perfecta’.

Los ingenuos mexicanos votábamos por su PRI de manera civilizada. Creíamos vivir en el mejor de los mundos posibles. En el extranjero se maravillaban de nuestra estabilidad, de la pax priísta a la que no conmovía algarada alguna. Resaltaba la virtud de su nacionalismo. ‘Burguesía’ vendría siendo sinónimo de emprendurismo. Nuestros oligarcas eran entonces emprendedores. Se habían ganado a pulso el reconocimiento de la población por su orientación positiva en la economía. Eso de tener entre sus objetivos no sólo enriquecerse sino atender las necesidades de la población, era la explicación de fondo de su aceptación generalizada por nuestras masas sufragantes.

Pero su México idílico se les desplomó. En la década de los ochenta decidieron cambiar su pichada. Ya no miraron más hacia los objetivos ‘nacionalistas’, que por definición tenían que ser antiimperialistas. Se identificaron con la burguesía mundial, no importando que se les tachara de imperialistas. Se pusieron al servicio de los intereses de los grandes ricos del planeta. Los mal pensados dicen que no fue decisión propia; que ya desde antes vivían de lacayos del poder mundial; que más bien desde el centro del control mundial se decidió ponerle punto final a su supuesta autarquía o independencia local. Los siervos o patiños mexicanos pasaron al verdadero lugar de la fila: la servidumbre.

Se trae a cuento aquí y ahora esta discusión, por las variables medio incomprensibles que arroja el proceso electoral presente. Nuestros ricardos ya no se pueden pavonear con el distintivo antiguo de su habilidad e imaginación avasallante. Su PRI actual está desfondado y nomás no repunta. A un mes de concluir, no hay señas de que su candidato oficial, Meade Kuribreña repunte.

Cometieron demasiados errores en el proceso, que explican su desplome actual. Arrancaron vendiendo la ocurrencia de que no se trataba de un militante priísta. ¿Por qué tal burla? A buen seguro, para no cargar a sus espaldas el desprestigio atávico del priísmo. Pero les resultó contraproducente. Se vieron señaladas y ofendidas las ‘bases priístas’, esa masa informe del voto duro del viejo partido oficial, la más accesible a la compra del voto. Nadie ha dicho todavía que no aparecerá la compra masiva del voto como solución final desesperada, compaginada con un fraude escandaloso. Pero si ocurre, la autora, nuestra plutocracia, no podrá recibir más la ostentosa calificación de ‘burguesía inteligente’. ‘Mañosa’ sí. Siempre lo ha sido. Pero nerd, ñoña, cerebrito, no más.

Hace unos días decidieron transformar a Meade en candidato priísta, arroparlo ostentosamente con la militancia y moverlo con sagacidad por entre los meandros de las mentiras, de las acusaciones sin fundamento. Es en lo que andan ahora. Surrealismo mexicano puro, el de petate del muerto. Es el vendaval de la última semana que nos están haciendo soportar y que está complicando el panorama electoral… Eso sí. Y nada de toda esta parafernalia nos resulta novedoso. ¿Les funcionará la estrategia, a pesar de sacar estos expedientes a hora tan tardía? Lo veremos.

Sin embargo, el que se califica como error de principio y para el que ya no parecen tener opción de corregir, viene siendo el de haber salido a la pista con dos candidatos. Lo habían hecho ya antes varias veces. Les había funcionado. El PRIAN doblegó dos veces a Cuauhtémoc Cárdenas con tal truco. Al mismo López Obrador le aplicaron ya dos veces la pócima de la acordada dualidad.

El PRI y el PAN jugaron la alternancia, sin arriesgar a que nuestros plutócratas pierdan el timón de los controles, que es de lo que se trata. Pasaron ya muchos días para darse bien cuenta de que esta vez no les iba a prosperar. Anaya o Meade podrían intercambiar papeles, pasar del plan de plan A al plan B. Pero el contrincante actual a vencer, AMLO, se les disparó en la preferencia electoral e invalidó la vieja jugarreta. ¿Por qué se aferraron entonces a un esquema que ahora no les iría a funcionar?

Los intereses reales y de fondo de nuestros plutócratas tienen que ver con la excesiva acumulación de riquezas tan sólo para ellos. Resulta extraño que no hayan visualizado que sin ir unidos pueden perder el manejo del timón de la nave. No atienden a la fusión, ni menos al sacrificio de uno de sus dos candidatos. Por supuesto que no descartan el fraude. Pero aún en este punto ¿A cuál de los dos del binomio PRIAN favorecería el manipuleo fraudulento?

No se ponen de acuerdo. Y los plazos se les acortan. Sus divergencias de fondo han de ser más pesadas de lo que trasciende en los medios. Nos vamos a enterar más adelante, pero con las pistas actuales no atamos cabos para construir cuadros explicativos fidedignos. Aún nos quedan algunas semanas de parloteo insulso y manoteo desgarbado, a resultas de una elección que no tiene orden ni concierto. Seguiremos escarbando en nuestras orillas y ojalá pronto hallemos algo con nuestras pesquisas, que venga a sernos útil a todos. Porque siempre hay que buscar indicios de utilidad social, para saber a qué atenernos.

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