El proceso de privatización universitaria

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El proceso de privatización universitaria

Juan M. Negrete

En la secuencia del análisis que el responsable de esta columna se propuso elaborar sobre la discusión en torno al fenómeno universitario en nuestro país, que no es tan viejo (apenas dura un siglo), toma turno bosquejar ciertos avatares de su desarrollo histórico. Lo haremos, desde luego. Pero nos llegó a la fuente, puntualito, gracias a la interacción tan ágil y actual de las redes sociales, un comentario muy interesante sobre la analogía que aquí hemos elaborado sobre la autonomía universitaria y el modelo constitucional de nuestra propiedad social. En su segunda parte, le pasa revista con sus consideraciones, como para que sirvan de ejemplo a dicho proceso teorizado, a una aplicación concreta sobre particularidades visibles y conocidas que ocurren en la UdeG, nuestra universidad pública estatal.

Se agradece esta precisión pragmática. Por considerar que nuestros cuatro lectores deben conocer esta aportación, la transcribo, sin quitarle ni ponerle siquiera comas. Sólo adelanto, por mera referencia técnica, que sus entrecomillados fueron puestos en versalitas, nada más. Su autor es un exalumno de filosofía, que nos tiene ya bien acostumbrados a la agudeza en sus participaciones. Se llama Carlos Delgadillo y se firma como Carolus. Va pues completa la transcripción de su texto, no sin antes reconocerle el interés con que ha seguido esta temática y las precisiones que nos aporta:

 

“Si existe la propiedad social, justamente el requisito es que la tierra no puede meterse a la lógica del mercado. En el caso de la educación, si existe la figura de las escuelas públicas, el requisito sería que no se comercializaran sus servicios. Yo creo que estamos ante lo que Marx llamaba subsunción, en sus dos modalidades sucesivas, la formal y la real. Por motivos expositivos diré que la primera es la adecuación o incorporación de los procesos anteriores al capitalismo a la generación de plusvalía. Y la segunda implica ya la transformación completa de esos procesos mismos, según el esquema capitalista.

“La lucha por las formas de propiedad social fueron un esfuerzo por desandar ese camino, que ya estaba muy avanzado, para la época de la revolución. Y la manera de hacerlo fue la recuperación de procesos productivos precapitalistas, de origen prehispánico, como el ejido.

“Así funcionó en nuestro Estado de bienestar, pero el llamado neoliberalismo buscó volver a meter todo a la subsunción formal y real de los procesos al capital. De ahí la ofensiva contra la propiedad ejidal y toda forma social de propiedad. Aunque creo que los avances del neoliberalismo no se dieron tanto o en principio sobre este tipo de propiedad, sino sobre la pública.

“En el caso de las universidades, hay un aspecto que hay que tomar en cuenta. La autonomía se presentó como la necesidad de que las universidades contaran con un autogobierno y una capacidad de autogestión, que incluso sería la base de la libertad de cátedra e investigación. Digamos que se buscaba crear espacios educativos y académicos fuera de la órbita de los gobiernos, aunque con financiamiento estatal.

“Puede pensarse que eso era necesario y positivo. El problema es que, como muchos otros ejemplos, las buenas intenciones en el renglón político terminan por redundar en un impulso de lo que realmente importa, los procesos económicos.

“De ahí, yo concluiría que la autonomía, que en el discurso podría defenderse desde la libertad política, ha sido utilizada para avanzar en los procesos de subsunción y privatización. Un ejemplo claro es la UdeG. Hasta ahora no han hallado la manera de someter plenamente la educación a la lógica del mercado, pero sí lo han hecho en la misión de difusión de la cultura, recordando las tres misiones sustantivas (educación, investigación y esa difusión). La educación mal que bien sigue siendo barata y en la investigación ya buscan la vinculación con las empresas y el mercado, pero en el renglón de la difusión la UdeG ya fue subsumida formal y realmente según las directrices capitalistas. Esa parte de la UdeG ya está privatizada y comercializada.

“El siguiente paso quizá sea el de la docencia y la investigación. En el primer caso, la UdeG ya subsumió la relación laboral con sus profesores según la lógica de precarización neoliberal y busca las maneras de que sus productos de investigación sean consumibles y rentables. La imposición de maneras de producción de papers según pautas estandarizadas es un ejemplo de esto.

“Lo que les falta es la educación y también han dado pasos. Quieren cobrarla, como mercancía. Ya restringen el acceso, como en una escuela privada, con el pretexto de la inseguridad. Lo que les falta es aumentar las cuotas e imponer colegiaturas, disfrazadas de aportaciones voluntarias. En el CUCSH, por ejemplo, ya venden educación en el renglón de los idiomas, con el Proulex, que les sirve de experimento.

“Si este proceso culmina, la UdeG será subsumida completamente en los esquemas capitalistas, y además en la versión mexicana del capitalismo de cuates, con la mafia padillista por delante.

“¿Dónde quedó la autonomía en esta historia? Como mero dispositivo discursivo para que los gobiernos en turno no interrumpan la subsunción paulatina, que será la herencia final del padillato.

“Un saludo, magister”.

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