Elecciones, vaso medio lleno o medio vacío

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Concluyó ya el proceso electoral, para buena fortuna de todos, hasta para los grillos, a quienes no les sabe caber el alma en el cuerpo. Como a nadie le gustan las derrotas, ni en este campo, ni en el deportivo, ni en el amoroso…, pues todos ganaron. Y andan felices. Al menos así lo propalan todos. Cabe aquí el clásico modelo psicológico para dibujar al optimista y al pesimista del vaso a medio llenar. Mientras el optimista lo describe como medio lleno, el pesimista lo esboza como medio vacío.

Los juicios en lo social resultan impregnados siempre de relativismo, que es parcial. Es distinto el que alzan los interesados en mantenerse en las pichadas del status quo, al de los ciudadanos de a pie. Éstos ven la tableta de los resultados, sacuden la cabeza con conformidad o inconformidad y siguen adelante. No pueden distraerse, por traer a cuestas la talacha clave de la vida, para que fluya la corriente de la vida en la que nos bañamos todos.

Las primeras expectoraciones sobre los resultados fueron raras. No se entiende bien en qué se basa el triunfalismo de la alianza PRI, PAN y PRD. Vociferaron que habían ganado; que habían derrotado a la dictadura; que le habían puesto las peras a veinte al peje; que ahora sí había hecho aire en sanjuán; bueno, que hasta llovió en Sayula. Vino a ser eso de estar viendo un vaso medio lleno. Eran las cuentas del gran capitán, que a buen seguro no se correspondía con los números reales.

¿Cómo se pusieron a festinar un triunfo por todos los frentes, cuando de quince gubernaturas en disputa, perdieron trece? Los triunfos, cuando ocurren, son contundentes. No hay que buscarles lados mal captados o imprevistos, para que reciban trato de victoria. De las quince gubernaturas en disputa, el PAN conservó dos. No las ganó. Ya las tenía. Refrendó Querétaro y Chihuahua. El MC se pichó Nuevo León. El verde, que se presume ligado con Morena, se llevó San Luis. El resto fue para Morena. Entonces…  ¿Festejar un triunfo a partir de estos números es válido? A menos que las reglas del juego estén invertidas, es un disparate.

La alianza contra natura cargaba otro propósito explícito: tumbarle la mayoría legislativa a Morena. Dijeron que el partido en el poder perdió frente a ellos, porque no conseguir la mayoría calificada. ¿Pero cómo decir que la perdió, si no la tenía? No la alcanzó el 2018 y tampoco ahora. Sigue ostentando la fuerza legislativa mayoritaria. Junto a sus aliados va a ganar las partidas que se jueguen en las cámaras. Otra vez la preguntita empachosa: ¿Quién perdió qué cosa? ¡Un poco más de seriedad, por favor, señores prianistas!

Lo de haber dividido el voto de la ciudad capital, que tenía un cuarto de siglo otorgando un voto sostenido para la oposición que ahora es gobierno, también fue tremolado como banderola de derrota contra los morenos. Si los triunfos son pintados como derrota, ¿cómo no leer con tales anteojeras un resultado más negativo, mucho menos contundente que victorias anteriores? Aquí sí hay que pelar bien los ojos, para entender mejor las cosas. Intentemos hallarle el sentido a una interpretación más objetiva y precisa.

La votación estuvo polarizada, pero no en todo el país. Hay que ver el voto prianista opositor, en donde brotó, como incidencia de aceptación de sus banderolas críticas al partido en el poder. No sé si sea atinado decir ‘partido en el poder’ por lo del manejo casi monopólico que hace Obrador en su ejercicio. AMLO concentra en sí mismo las decisiones más visibles en su ejercicio de la autoridad, es cierto. Digamos que es ‘su estilo personal de gobernar’. Pero de ahí a que tengamos a un autócrata en la silla; que tengamos a un dictador descarado; que sea una insania de personalidad a la que haya que defenestrar y desaforar; hay muy buena distancia y hay que señalarla.

Desde sus tribunas electoreras los detractores de AMLO propalaron que con sus mañaneras, aspavientos y discursos desangelados, él ha polarizado al país. ¡Cuánta frivolidad de esta oposición infatuada! Lo que nos polariza a los ciudadanos es el manejo concreto de la riqueza. Lo que nos separa, divide y confronta, es la acumulación asimétrica de los dineros. Mientras más injusta y desigual resulte la distribución de los ingresos, más divididos andaremos y más confrontados. No es producto de discursos. No es el verbo el que condiciona y determina a la realidad, sino a la inversa. Lo aprendimos en las aulas y parece que lo hemos olvidado o no hemos hecho aterrizar bien estos principios para entender lo que nos sucede.

El poniente de la capital de la república lo hizo sobre un oriente empobrecido. Pero no sólo apareció fracturada la capital. A Chihuahua la conservó el PAN, porque la fracción centro-sur del estado se impuso a un norte maquilador y moreno. Veamos casos menos elocuentes, pero donde se establecen claras estas distancias: Jalisco y Nuevo León. En los dos casos se impuso el mal tercio del MC. Es partido que no tiene nada por ofrecer al electorado, pero nuestros oligarcas lo manejan como alternativa a la pareja entre el prianato y morena. Es una salida en falso. NL y Jalisco somos los estados más atrasados políticamente. Por eso nos encandilan así. En ambos estados nuestros electores se fueron con la finta. Aquí no ahondó tanto la diferencia por no haber habido insaculación para gobernador. Pero ¿no nos dice nada que el poniente de nuestra zona metropolitana se haya impuesto al oriente empobrecido y moreno, como en el DF? ¿Hay que festinarlo como triunfo ‘democrático’?

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