¿En dónde está la doctrina de los partidos?

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Felipe Cobián Rosales
Que yo recuerde, no había sucedido, al menos en la historia reciente, que tantos políticos y de tan variados partidos hayan emigrado a otros partidos, y menos, en el curso de las campañas electorales.
Es sin duda el síntoma más grave de la descomposición interna de los partidos políticos mexicanos en general, convertidos en agencias de colocación y negociadores sobre o bajo la mesa que han abandonado sus principios y su doctrina, si es que alguna vez los conocieron y se rigieron por ellos.
Me refiero aquí, sobre todo, a los partidos que, se supone, habían sido los más serios y sólidos: PRI, PAN y PRD.
Los demás partidos –la tradicional morralla–, están de más. Fueron creados y son controlados por familias o grupos, sin mayor respaldo ideológico y hasta ético. No tienen tras de sí el respaldo de gente pensante, de humanistas o siquiera políticos de vocación y destacados. Sus fines son económicos y de influencia.
Las migraciones masivas de militantes partidistas empezaron en los años 80; destacados priistas salieron y conformaron el Partido de la Revolución Democrática (PRD). Este se llenó de muchos tricolores. Sus candidatos presidenciales sucesivos fueron Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador. Ambos rozaron la posibilidad de ser presidentes.
Pasada la elección de hace seis años, el persistente Andrés Manuel, comenzó a formar Morena con muchos de los mismos que habían dejado atrás tanto el priismo como el perredismo.
Hace meses o semanas, otros muchos (oportunistas) dejaron las antiguas filas priistas, perredistas, panistas y de partidos menores, se fueron con el que vieron iba en caballo de hacienda.
El caso más cercano de ese oportunismo es precisamente el del gobernador “verde” de Chiapas, Manuel Velasco, que se sumó a Morena la víspera de la elección.
Por el lado del PAN salieron directo hacia Morena, nada menos que dos expresidentes, Manuel Espino Barrientos y Germán Martínez Cázares, neo panistas que ejercieron su cargo los dos sexenios de este partido en el poder (2000 y 2012).
En ese lapso, también los blanquiazules en el poder registraron gran arribismo, sobre todo de priistas.
Estos últimos abandonaron Acción Nacional tras la crisis suscitada a partir de que su presidente, Ricardo Anaya, se autoproclamó precandidato y luego candidato sin tener el respaldo mayoritario.
Pero Anaya se obstinó y formó el fracasado frente con el PRD y Movimiento Ciudadano. Dejó sin opciones a correligionarios con muchas más posibilidades de dar la batalla, como Margarita Zavala quien, a esas alturas estaba a casi a la par en la intención del voto con AMLO.
Entonces, no pocos militantes se fueron a, unos a Morena y algunos regresaron al PRI, como Javier Lozano.
Se trata pues, de gente sin convicciones firmes, que jamás pusieron en práctica la ideología, la doctrina del partido, y menos, la ética. Se fueron tras un posible hueso porque no pueden vivir fuera del presupuesto.

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