Encuentro de Enkidú con Gilgamesh

Encuentro de Enkidú con Gilgamesh

[Para dulcificar, vale decir ‘humanizar’ el carácter explosivo e imprevisible de Gilgamesh, los dioses decidieron crear a su contraparte Enkidú y adosárselo de compañero, colega de correrías y brazo derecho. Vale decir, su alterego, que no su conciencia. Para estas evoluciones, había que esperar otro tanto. Vayamos al primer encuentro entre ambos personajes míticos, narrado en el segundo canto].

Traducción de Gabriel Michel Padilla

El sagrado ritual del matrimonio,

estaba entonces siendo celebrado,                                                            90

los músicos con liras y atabales

estaban deleitando con su música,

los comensales mientras, celebraban,

unos comían, cantaban y reían,

la novia estaba lista para el rey                                                                  95

como esperando a un dios, justo en su lecho

para abrirle la puerta a su llegada,

como una ofrenda a Ishtar, Reina del Cielo,

olvidando al marido aquel momento,

para entregarse a Gilgamesh, el fuerte.                                                     100

Cuando llegó al banquete, el rey espléndido,

en la casa nupcial ya se encontraba,

como un trozo de mármol, Enkidú,

bloqueándole el acceso a Gilgamesh,

pero su furia lo hizo acelerarse.                                                                    105

Fuertes brazos trenzaban fuertes brazos,

sus frentes retumbaban como toros,

los dos se tambaleaban, se lanzaban,

se arrojaban en contra de las casas,

los muros exteriores retumbaban                                                                 110

en junta de los postes de las puertas,

se bamboleaban ambos en las calles,

luchaban cuerpo a cuerpo tenazmente,

los miembros de sus cuerpos se trenzaban

tratando de esquivar el mutuo abrazo.                                                       115

Gilgamesh finalmente con un golpe

lo arroja contra el piso y lo sofoca,

con su rodilla izquierda  lo persoga

y ya estando en el suelo lo sujeta.

Así paralizó al hombre salvaje.                                                         120

Su ira abandonó en ese momento,

“la lucha terminó”, dijo Enkidú,

“Oh Gilgamesh, el hijo de Ninsun,      jul 4

la diosa de las vacas montaraces,

entre todos los hombres eres único,                                                 125

todo mortal superas en bravura,

el Dueño de los Vientos, con razón,

el dios Elil, te concedió el reinado,

pues fuiste destinado a regir hombres”.

Entonces se abrazaron mutuamente,                                                 130

Se colmaron de besos uno a otro,

se estrecharon las manos como hermanos,

entonces caminaron los dos juntos,

se volvieron amigos para siempre.                                                     134