Entre la cultura y el entretenimiento

Entre la cultura y el entretenimiento

Silvia Patricia Arias Abad

Hoy en día con tanto contenido disponible distribuido a través de redes sociales y plataformas de internet se pensaría que se han obtenido mayores herramientas no solo comunicativas sino de adquisición conocimiento, sin embargo, parece ser todo lo contrario. El pensamiento se genera en menor medida, es decir, se piensa menos. Los espacios que fungen como medios de difusión de entretenimiento en lugar de enriquecer nuestra mente, están simplificando nuestro pensamiento. Esos espacios que debieran ser fuente se satisfacción de nuestro ocio, se ha convertido en un motivo de erosión de la capacidad de cuestionamiento y reflexión.

Es importante entonces, poner más atención a aquello que la sociedad usa para desconectarse y dar cuenta del impacto que tiene en la cultura y la forma en que el ser humano va conformando su naturaleza. ¿El entretenimiento contemporáneo y el modo en que la sociedad se ha hecho adicta a él, está relacionado con el declive cultural e intelectual en el que algunos grupos sociales se encuentran inmersos? Es muy probable que sí.

Neil Postman en su libro “Divertirse hasta morir” (1985), analiza el impacto de la televisión en la sociedad y la forma en que influye en que las experiencias culturales se volvieran superficiales, guiadas únicamente por el atractivo del entretenimiento. Postman argumenta que áreas fundamentales como la política, la religión, la educación, el deporte e incluso el comercio se transformaron en extensiones del espectáculo, todo ello con muy poca resistencia o reflexión colectiva. ¿El resultado? Una sociedad distraída hasta el punto de poner en riesgo su propia capacidad de pensar críticamente. Postman nos advierte sobre un hecho que a menudo ignoramos: la tecnología nunca es neutral, siempre lleva consigo un programa de cambios sociales y creer que sus efectos son puramente positivos es un error peligroso. Él destaca cómo la televisión ha moldeado nuestra forma de pensar e interactuar con el mundo, alterando profundamente nuestra percepción de la realidad. Cuando no cuestionamos los impactos de una tecnología corremos el riesgo de volvernos ciegos ante las transformaciones culturales que ésta desencadena.

En un mundo cada vez más dominado por imágenes, la información nos llega de manera rápida, fragmentada y muchas veces superficial. Este patrón limita nuestra capacidad de reflexionar profundamente sobre lo que consumimos. Según Postman, el lenguaje visual de la televisión es inherentemente incompatible con la tipografía, una forma de comunicación que nos obliga a reflexionar. La televisión, dice él, no busca el pensamiento serio. Su voz es casi exclusivamente la del entretenimiento. Esta característica transforma todo lo que toca en espectáculo, diluyendo la complejidad de los temas y dificultando la comprensión de cuestiones más densas e importantes. El problema no está solo en la diversión que ofrece la televisión, sino en el hecho de que transforma toda experiencia en entretenimiento. Es como si la lente del espectáculo fuera la única disponible para abordar cualquier tema, desde política hasta ciencia. Este enfoque reduce temas complejos a un formato fácil de consumir, pero vacío de sustancia, la consecuencia: una erosión de nuestra capacidad para pensar críticamente y comprender asuntos serios.

Vivimos en una era donde la imagen y el entretenimiento dominan el panorama cultural y las consecuencias de esto pueden ser alarmantes. Neil Postman en sus reflexiones alerta sobre los peligros de esta transformación, describe cómo la obsesión por la distracción y la superficialidad puede llevar a la decadencia de la cultura intelectual, amenazando con la desaparición de formas de expresión que realmente tengan significado. Según él, cuando una sociedad se deja llevar por trivialidades redefiniendo la vida cultural como una constante búsqueda de entretenimiento el resultado es una conversación pública infantilizada y vacía.

Hoy en día, la televisión no es lo que era en 1985, año en que se publica el libro de Postman, sin embargo, su análisis es sumamente vigente si lo aplicamos al campo de las redes sociales y las plataformas digitales. Estas plataformas se han convertido en el espacio donde miles de personas pasan su tiempo de ocio consumidos por series cada vez más interminables con tramas repetitivos. Es tan grande la oferta de lo que hay que ver, que ello genera una ansiedad y agobio por no poder acaparar en un día o en un fin de semana todo lo que se tiene por visualizar, que no necesariamente llevan a generar una percepción crítica acerca de su contenido.

El consumismo de estas imágenes acompañadas de historias que enganchan en el interés del receptor ha creado una obsesión por abordarlo todo, sin pensar que la oferta de programa, películas y series es enorme. Si a esto le sumamos la gran cantidad de contenido que se encuentra a través de las redes sociales, imágenes que se suceden una tras otra, reels, videos cortos, información que se consume en menos de un minuto, hacen casi imposible que se pueda generar un conocimiento genuino de la información ahí presentada. La noción de información ha sido transformada, pues la sociedad actual se ve sometida a un bombardeo constante de estímulos visuales, lo cual no garantiza que en realidad se esté generando un conocimiento profundo de ello. El entretenimiento en detrimento del conocimiento, de la cultura, la necesidad de la información fácil y fragmentada, en lugar del conocimiento reflexivo y crítico. Una era llena de fuentes de información, pero a la vez enormemente desinformada y acrítica. Mucho falta por reflexionar frente a esta debilidad y el análisis de Neil Postman sin duda nos ayuda a recapitular sus ideas en un nuevo contexto.

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