Estátelo en tu casa y no te lo mal emplees

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Ya traemos días en bretes de recogimiento. Muchos ya lo han aceptado y ¡qué bueno! El trajín cotidiano observa un descenso visible en sus rutinas. Por desgracia los números de afectados por la plaga han aumentado y más nos vale que le busquemos cómo evitar sufrirla. De acuerdo a esta dinámica, había decidido recluirme. Aunque no es sencillo escabullirse. Primero fue mera sugerencia. Se trató de una recomendación a aplicarse por cinco días, ni siquiera la semana; y parecía limitarse exclusivamente al estado de Jalisco. Pero ahora se extendió el plazo a todo el mes de abril y es a nivel nacional.

Sus números son difíciles de manejar, pues cada día cambian las cifras de contagiados y de muertos. En algunos casos hay elementos para encender las alarmas y los semáforos rojos. Comparando incidencias entre unos y otros países, nuestras cifras aún no se han disparado. De lo que ocurre en Nueva York, por ejemplo, los voceros oficiales de allá hablan ya de un verdadero desastre. A diferencia de los números que llegan del primer país donde se conoció el brote, China, de donde se nos dice que ya frenó la pandemia y está bajo control. Lo mismo se diga de Corea del Sur e incluso de Irán, que fueron los primeros países que conocieron el embate de la plaga.

La reacción primera de promover un retiro colectivo fortuito es  positiva, aunque no sea medida tan eficiente. Obedece más bien a mecanismos de defensa primarios que nos proporcionan tranquilidad. Se trata de una especie de regresión uterina elemental. La casa, el nido, el hogar…vistos como espacio exento de polución; el fondo de la gruta, donde se guardaba el fuego primitivo, recién dominado, para utilizarlo en la cocción de los alimentos. Por alguna razón nuestros instintos lo mantienen vigente en el código existencial. No vamos a pelearnos con nuestra sabiduría ancestral.

Hay muchas enfermedades duras que enfrenta nuestra especie todos los días. Pero por muy pesado que sea su cuadro clínico y por devastador que resulten los pronósticos, los pacientes tienen elementos de confianza para enfrentar su enfermedad concreta. Le estimulan su optimismo. Por un lado sabe que hay medicamentos, con altos índices de eficiencia, que avalan éxito en su aplicación; por otro, se sabe atendido por personal médico eficiente, experimentado. Son elementos nada despreciables a la hora de un diagnóstico. Aunque también, lo sabemos todos, al final del túnel siempre está la parca, más que dispuesta a cortar el hilo vital. Es el final al que llegaremos todos, pero no sin enfrentarlo. El término del cuento individual siempre concluye con la muerte, pero siempre y todos hacemos el esfuerzo para posponerla lo más posible. Ahí radica la clave central de nuestra lucha por la vida.

Esta plaga, de cuyo origen aún estamos en ignorancia colectiva aunque se manejen muchas hipótesis, conspirativas o no, nos ha venido a generar pánico mundial por dos razones clave. Una, porque aún no se conoce en firme un remedio que la frene. Se dice que los chinos emplearon con éxito el interferón alfa 2B, desarrollado por el sistema médico cubano. Los orientales ya van saliendo del problema. No se trata de un mal incurable entonces sino nuevo, para el que no conocíamos antídoto que le anulara. Aún no se ha elevado este medicamento como plataforma de combate eficiente a nivel mundial. Aún están en esto los especialistas y pronto veremos si se convierte en la pócima ansiosamente buscada para marcarle el alto. No cantemos victoria.

La otra razón por la que nos mantiene estupefactos a todos, viene de no poseer en nuestros almacenes médicos aún una vacuna que la prevenga. Las vacunas que ha desarrollado nuestro trote por el planeta nos permite deambular tranquilos a pesar de las amenazas de las tifos, la tuberculosis, las viruelas, los sarampiones, las lepras, los parálisis y tantas otras lacras por las que nuestra especie es cortejada. Los virus gripales no conocen aún el escudo eficiente que contrarreste las secuelas dañinas de su presencia en nuestros ateridos cuerpos.

Por carecer de estas dos herramientas básicas para enfrentarlas vemos que el pánico se ha apoderado a nivel mundial. A unos conglomerados les ha ido más mal que a otros. Las medidas a observar se corren a lo largo del abanico de nuestros hábitos consuetudinarios, desde las recomendaciones y los consejos civilizados hasta las medidas draconianas; desde llamar a la cordura hasta implantar toques de queda y suspender garantías individuales. ¿Quién está atinado y quién desatinado?

Lo peor que podríamos hacer sería sentarnos a la mitad de la plaza y estarnos carcajeando del mal de los demás, suponiendo que no nos llegaría a nosotros, por andar de sonrientes desaprensivos. El consejo de guardarse entonces, de aislarse en los espacios domésticos, los que están bajo nuestro control y en los que podemos extremar las medidas de higiene y profilaxis, es un primer paso nada más pero que nos puede redituar buenos dividendos en este embate inesperado y extraño, si nos aplicamos en ello. No sólo eso. Hay que seguir informados y atentos a la evolución de la pandemia, que no sabemos por dónde se nos pueda desbordar. Por eso, como dicen los viejos que aconsejaban los indios viejos a sus chilpayates, con el deficiente empleo del castellano que tenían, por ser lenguaje nuevo e impuesto a la fuerza: Estátelo en tu casa y no te lo mal emplees. Nunca nos vino antes mejor un consejo como éste.

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