Sábado 7 de septiembre de 2024.- Estamos en la antesala de una decisión fundamental, por lo pragmática, de lo que va a ser o no el sexenio de la doctora Claudia Sheinbaum. Tomará posesión del mando del país el día primero de octubre, dentro de tres semanas. La conformación de la estructura de su gobierno partirá de la axiomática de lo que se denomina como la 4T, como segundo piso de la presente etapa de la nación, o el humanismo mexicano, o como se le designe.
La señora Claudia sustituirá en la silla del poder ejecutivo federal al incansable Peje. Así fue el mandato en urnas del pasado dos de junio. Así lo avalan también ya todas las instancias y procesos legales que tienen que cumplirse para estas tareas públicas. Y así nos hemos alistado también ya todos los ciudadanos de este país, amoroso y espinoso, como nos definió el poeta chileno Pablo Neruda. En tales vigilias estamos entretenidos.
De acuerdo a reglamentos y normativas vigentes para estos acontecimientos, se han venido dando los primeros pasos de acomodos, para que funcione sin contratiempos la nueva maquinaria, así sea una continuación de lo que vivimos todo este sexenio que ya concluye. Por ejemplo, la doctora Claudia estuvo suministrando con cuentagotas los nombres de los miembros del gabinete. con el que transitará a lo largo de su estadía en la plancha del poder ejecutivo. Cada semana nos vino revelando las personalidades titulares de las distintas parcelas de su gobierno. Casi de todos recibió el beneplácito de los espectadores. Ayer nominó finalmente a los últimos miembros de importancia que le faltaban de su cartera: los titulares de la Sedena y de la Marina. Pareciera que todo marchará como miel sobre hojuelas.
Aunque también se visualizan prietitos en el arroz. Porque de acuerdo a otra de nuestras prácticas de ajustes y maniobras políticas, el poder legislativo ya tomó la posesión de sus curules y entró en son batiente. Hubo mucha algarada y gritería por parte de la oposición perdedora, denunciando que las instancias legales calificadoras de los recientes comicios cometerían el serio error que denominaron como sobre representación. Es decir, que se les otorgaría a los ganones de la elección una vara de mando excedida en términos cuantitativos. En los hechos, dijeron los perdedores, el partido en el poder y sus aliados no habían ganado la mayoría calificada, requisito cuantitativo fundamental para poder modificar dictámenes constitucionales.
Se están viviendo otras movidas pragmáticas, también complejas, pero asentada en la agenda de nuestros accionares públicos. En concreto, estamos ante la discusión de enmiendas a la constitución vigente presentadas en su momento por el presidente saliente, AMLO. Todavía no entrega el presidente la estafeta, pero el poder legislativo que ya la recibió, puso a discusión y/o aprobación en su caso de las reformas constitucionales contenidas en el paquete de sus iniciativas presentadas el pasado mes de febrero.
Entró entonces a debate la traída y llevada reforma al poder judicial. Es la primera de otras dieciocho que habrán de ventilarse en el parlamento por lo menos en los próximos tres años. La pichada es extraña, pero ahí está: un poder entrante le discute y califica una iniciativa a un poder saliente. No se trata de cualquier debate. Dos de los tres poderes de la república discuten y delinean el funcionamiento uno de ellos, el tercero. El ejecutivo saliente y el legislativo nuevo le están poniendo el cascabel al gato del judicial.
Esta es la marángula que estamos viviendo. De ahí que estén encendidas todas las baterías y apuntadas a dinamitar, demoler o a edifica y establecer las estructuras del funcionamiento básico de la república. Los legisladores diputados ya aprobaron y dieron curso a la iniciativa de la reforma del poder judicial. Hizo valer su derecho de mayoría calificada y dio el paso tan discutido, pero tan esperado. Mañana se presentará esta jornada definitoria a la la tribuna de los señores del senado para la definición del mismo libreto. La correlación cuantitativa está menos clara aquí, pues se supone que al grupo mayoritario de senadores le faltaría un voto para ejercer la mayoría calificada. Este obstáculo no operó con las bancadas de los diputados.
El escenario senatorial está ardiendo y el gran público en ascuas. De ahí que digamos que este paso le significa mucho a nuestro futuro del gobierno por instalarse. Por mucha alharaca que se haya generado por el ejercicio de la atribución de mayoría calificada, los diputados ya la usufructuaron y establecieron como válida. Este paso se definirá el día de mañana con los senadores. Por supuesto que la oposición, que la perdió, no quita el dedo del renglón para impedir que la ejerzan los senadores del bloque ganador.
O les faltará un voto, o se declara un empate técnico, o viviremos alguna sorpresa de reacomodos del poder. Como venga el resultado, lo viviremos mañana. Ya no hay plazo de espera. Y veremos si se le marcará el paso desde los otros dos poderes (ejecutivo y legislativo) al judicial, o si estos antiguos polichinelas de los poderes fácticos seguirán bailando al son que les toquen los dueños del dinero, con todas las truculencias que se les han venido documentado a lo largo de los seis años vividos bajo la férula de la 4T. Hagamos changuitos para que nos ocurra lo mejor para todos. Y a mirar el espectáculo, que no tendrá desperdicio. Salud.