Sábado 10 de febrero de 2024.- Hemos estado externando nuestra opinión en esta columna en torno al espinoso problema pensionario, desde que supimos que el titular del poder ejecutivo iba a lanzar, en un paquete de reformas constitucionales, una que se ocupara de este asunto en concreto. Y por supuesto que lo hizo el señor AMLO, quien suele cumplir sus promesas políticas, aunque los merolicos a favor de la oposición digan lo contrario y lo repitan en todos los tonos y en todos los medios a su alcance.
Ya sabemos que las iniciativas de ley se llevan al congreso de la unión y ahí son revisadas y votadas. En la revisión pueden ser modificadas. Es facultad del poder legislativo dar estos pasos. Y a la hora de la votación pueden rechazarlas también, hayan sido o no modificadas. De manera que vamos a tener que esperarnos un buen rato para conocer el destino que les darán los legisladores a estas iniciativas presentadas al inicio de la semana. Por lo pronto, nos enteramos de que ya turnaron todo el paquete a sus comisiones respectivas para su correspondiente análisis.
Una de las más comentadas en la semana ha sido precisamente la de las pensiones. Qué bueno que así sea. Qué bueno que se torne un tema mejor conocido de nuestro público. Es una partida que ejercen nuestros adultos de la tercera edad nada más, pero también viene a ser una expectativa de derecho para toda la fuerza de trabajo en activo. Es pues un asunto central de las remuneraciones, salarios y sueldos que se perciben o se han de recibir. Es un renglón que hemos de tener bien claro todos, tanto los de situación en activo como los ya jubilados y pensionados.
De manera más que general, tanto los voceros de la presidencia y el mismo AMLO como las repetidoras de oficio, han remarcado que el fondo de la iniciativa encierra la propuesta de subir, a nivel constitucional desde luego, la regla de que todo trabajador reciba, ya en estado de retiro, el cien por ciento que percibía de su último salario. Así de claro y así de sencillo. Que no se siga cometiendo la injusticia actual en la que muchos de los pensionados reciben del cincuenta por ciento de su última percepción y de ahí para abajo.
Si es necesario, remarcó el propio ejecutivo, la cartera de Hacienda pondrá a disposición un monto específico del erario para que sea cumplido tal objetivo. Lo importante será cercenar de tajo esta injusticia social latente, vigente y fungente por los días que corren. Hay que ponerle fin pues. Y para esto habrá que recurrir a los medios que sean necesarios. Es lo central del discurso presidencial en este punto y no tiene sombra que le opaque.
Los mismos señores de la oposición, que por sistema le están cuestionando al señor AMLO cada paso que da y cada palabra que profiere, reconocen la justeza de la medida. Aunque de inmediato le hallaron la pata de palo. Por ejemplo, Luis Cárdenas escribe ayer en El Universal lo siguiente: Prometer el 100% del salario en las pensiones de los trabajadores podría ser considerado progresista, si no fuera porque es una promesa cruel en tanto no hay recursos que le den soporte de largo plazo.
Ciertamente el tema es complejo y va a poner a trabajar a nuestros legisladores, quienes habrán de aplicarse a fondo en los detalles, en los que se dice que habita el diablo. Porque decir eso de que no hay recursos que le den soporte a la iniciativa es propio de los discursos merolicos. Por supuesto que los hay. Lo que pasa es que están distraídos o desviados. Y por ahí es por donde se han de enderezar las correcciones.
Hace tres años, en las cuentas de los rendimientos bancarios de las Afores, se leían los siguientes datos: Los mexicanos tienen 4 billones de pesos en sus cuentas individuales para el retiro. Esos recursos generaron rendimiento por 14 mil millones de pesos anuales. Pero aproximadamente el 60% se queda en manos de los bancos. (La Jornada, 2 de marzo del 2020, p. 20). Tales números no han decrecido sino aumentado en los años posteriores, pero el comportamiento de sus destinos no ha variado un ápice. Por supuesto que hay soportes económicos firmes. La cosa fina del asunto estará en ver la disposición tanto de los privados como del gobierno para poner orden final en este rubro. Es lo que va a tener que discutirse en serio y a fondo.
Lo dicho en este punto se refiere únicamente a los trabajadores que fueron sometidos a la inversión forzada en las Afores, que son los formales o registrados tanto en las nóminas del IMSS como del ISSSTE. Pero no es el universo total de nuestra fuerza de trabajo. Este espectro apenas cubre el 45% del empleo. El otro 55% vive en el infierno de la informalidad. Se calcula su número en una cifra que ronda los treinta millones de trabajadores.
De tal espectro no se dice todavía una sola palabra. ¿Seguirán invisibles? ¿Seguirán en el limbo de la explotación irredenta, sin derecho alguno de retiro? ¿No son acaso trabajadores? ¿No son mexicanos? ¿No son seres humanos? Por supuesto que es una asignatura pendiente y debe revisarse hasta con lupa, para ya poner fin en serio a esta injusticia secular que abate a nuestra población. No hemos de quitar el dedo del renglón, hasta que extirpemos tales cánceres de nuestra cotidianidad. Ahí seguimos.