Filosofando: La parca hizo la tarea

Sábado 08 de abrir de 2023.- En la colaboración pasada prometimos ocuparnos hoy del personajazo ministro Javier Laynez Potisek, que lo amerita. Pero vamos a posponer la promesa en virtud de la desaparición física de Raúl Padilla López, otra ficha lisa que amerita nuestra atención. Vamos pues a la talacha.

El título remite a la diosa griega de la muerte, la parca. Se entiende la razón. Lo que puede conducir a confusión es la referencia a la tarea. ¿A cuál, si la suya consiste tan sólo en asestar el sablazo en el coco al señalado y cargarlo en rastras a la sombra eterna? Esa la iba a hacer y se aplicó a ella sin arrugar la cara. Pero con privarlo de la vida hizo también la que nos tocaba a todos los que el destino puso a trajinar al lado del licenciado por antonomasia. O sea que todos los trajineros mencionados quedamos y estamos completamente reprobados. Fuimos omisos en nuestro desempeño, por lo que el ahora muerto se despachó con la cuchara grande, sin que nadie o muy pocos le fueran a la mano. Es triste reconocerlo, pero así son las cosas.

Raúl acumuló recursos, al grado de monopolizar todas las afluentes económicas y políticas que se le pusieron al frente, desde que los responsables del dinero público lo pusieron donde había. Habrá que señalar, para quienes lo ignoran, que tales acaparamientos no arrancaron con él. Ya venían de antaño. Él le dio seguimiento a las mañas como un discípulo muy aventajado. Habría que trasladarse hasta inicios de los años cincuenta del siglo pasado. El presupuesto de la universidad era un botín muy apetecible. Las ansias por quedárselo despertó la ambición de muchos, sobre todo de los hijos junior de los exgobernadores.

A todos se les desató el apetito por este suculento bocado. Los más destacados fueron los Gallo, los García Barragán, los Ramírez Ladewig y los Zuno. Muchos de sus episodios fueron cruentos. Sería demasiado largo exponer tantos hechos de sangre con los que está decorada la historia de la UdeG por este motivo. Al final los pimpollos de Margarito Ramírez, Carlos y Álvaro, acapararon el pastel. Su predominio duró desde 1952 hasta 1989. A Carlos lo asesinaron en 1975, pero la familia no perdió los controles de la U.

El modus operandi del ramirismo no fue excepcional. Correspondió al formato establecido para los negocios políticos por el modelo robolucionario. Ponía a sus próceres donde había y les dejó siempre la manga demasiado ancha. Casi no hubo familia, de las que se encaramaron al poder en estos tiempos, que no se haya enriquecido escandalosamente.

Cuando Raúl Padilla trepó al tapanco de los favorecidos del régimen en las arcas de la UdeG, heredó el imperio ya levantado por el ramirismo, signado por el corporativismo y el patrimonialismo además de una tropa experta y leal hasta la ignominia. De su propia iniciativa provino que los montos de estos dineros se incrementaran hasta el exceso y que las esferas de influencia y complicidad se expandieran también hasta extremos insospechados. Era lo esperado por la runfla de sus paniaguados. Y no los defraudó.

Tantas loas, tanto incienso, tanto juramento de lealtad y propósitos expresos de continuar con su obra, dan cuenta de que su horno produjo acémilas de esta laya hasta para aventar para arriba. Es justo en este punto donde hay que hacer incidir lo que estamos exponiendo. En los 34 años que Raúl controló y manipuló recursos y decisiones en la UdeG, todos los que laboramos en los mismos espacios que él, como contemporáneos nada más, tenemos que aceptar que fuimos abiertamente derrotados en la tarea que nos correspondía. Dedicó todas sus fuerzas a seguir en la misma tónica mafiosa y centavera. Su consigna inocultable: trasegar todos los recursos públicos disponibles a las arcas del provecho propio, regalando migajas a sus títeres.

Si hasta el último día de su vida hizo que funcionara este esquema y fue la parca la que le puso fin, entonces nosotros, a quienes tocaba sofrenarlo, no lo hicimos. Por tanto, estamos reprobados. ¿Quiénes somos ese nosotros? sus paisanos contemporáneos, sobre todo los que estábamos metidos, como él, en las esferas universitarias. Éramos los obligados a establecer los cánones de la distribución equitativa de los recursos; de implantar modelos políticos de funcionamiento democrático; de transparentar todas las transacciones realizadas y por realizar; y un largo etcétera. Ponerle un alto al manejo autocrático y caciquil, sin escrúpulo alguno en cosa de los dineros y sin miramiento en el descuido de la formación de nuestros jóvenes estudiantes.

De que quedamos reprobados en la tarea, ni quien nos salve. Lo que sigue es simple: Ya ausente de manera definitiva este personaje, ¿seguiremos reprobados o podremos corregir la plana de tan duradero estropicio? Sus herederos paniaguados querrán seguirse despachando con las mismas tretas y malas mañas. Estos no cambiarán la solfa, está claro. Toca al grueso del personal universitario empezar a poner los puntos sobre las íes. También toca a los supervisores estatales y federales enfocar ya las lupas necesarias y poner orden. Ellos son los que trasminan los abundantes recursos que aporta el erario, esto es el culto público, para que se realicen las encomiendas universitarias. No pueden fingir demencia ni taparle el ojo al macho. Han de virar en redondo para corregir lo defectuoso e inhumar tantas anomalías e irregularidades, que llevan décadas cometiéndose en nuestra máxima casa de estudios de Jalisco. A darle pues.