Sábado 05 de agosto de 2023.- A que se ve, con esta andanada anti 4T que orquesta la derecha en torno a los libros escolares oficiales, lo que buscan nuestros conservadores es desatar la escandalera en todos los frentes posibles. No tiene otra explicación este asunto sobre los materiales escolares que habían de implementarse en la educación impartida por el estado y que nos viene ya desde a principios de los años sesenta del siglo pasado. Es poner en la ensaladera del día viandas rancias, que ya deberían estar en la basura. Pero, como en el amor y en la guerra todo se vale, pues ya está de nuevo en el menú del día.
Este redactor era un tierno infante, apenas con ocho o nueve años. En las escuelas nos agenciábamos con libros de lectura y de trabajo educativo que ahora son parte de los museos. Nos vino, en el sexenio pues de don Adolfo López Mateos, la medida no sólo de que se uniformaría este material escolar en todos los planteles educativos del país, sino que sería un material gratuito. Y así fue. Recuerdo que en mi cuarto año de primaria dejamos en casa todos los libros viejos que nos alternábamos con los hermanos mayores, los que iban dejando de usar y pasaban en automático a los menores, y nos obsequiaron una dotación generosa de nuevos textos, los mismos para todas las escuelas.
Si no me traicionan los recuerdos, todos los niños del pueblo estábamos encantados con tal obsequio. No sólo porque fueran de buena factura, sino porque sus contenidos y gráficos nos gustaron. Veíamos que, a nuestros papás, que siempre andaban a la quinta pregunta para hacer alcanzar su presupuesto para cubrir este renglón, les vino a quedar la medida arriba de la rodilla. Por todos lados se vio lo benéfico del dictamen presidencial y la vida siguió adelante. Llena de muchas complicaciones, que es lo normal. Pero ésa de atender económicamente a los materiales escolares pasó a segundo plano.
También recuerdo, ya metido en estas remembranzas, que más adelante le escuché decir en una entrevista a don Adolfo, a quien de cariño le apodaba la gente como López Paseos, que su equipo o gabinete había tomado la decisión de dotar al pueblo, a los que acudían a las escuelas públicas, de este material gratuito después de una gira a la que llegó por helicóptero. Mencionó que le conmovió el hecho de ver filas y filas de niños inocentes que ondeaban banderines blancos y amarillos en cuyo centro se encontraba una leyenda en contra del artículo tercero. Eran manifestaciones organizadas por la ya tan antigua UNPF (unión nacional de padres de familia) en su campaña permanente por oponerse a que el gobierno atacara de frente el renglón educativo, en el que seguíamos siendo deficitarios.
La medida se aplicó para todas las escuelas oficiales, sí. Pero se volvió extensiva a todos los demás centros escolares, los particulares pues, que se encontraban en franca rebeldía en este renglón desde los años de la rebelión cristera. Había que ponerle fin a esta confrontación y parece ser que fue la fórmula atinada. Al obligarse a los planteles escolares de los particulares a que se atuvieran a los lineamientos oficiales que dictaba la SEP o perdían su incorporación y reconocimiento de los papeles que emitían, también los chavos que iban a esas escuelas se volvieron clientes de tales libros de texto, que eran oficiales y eran gratuitos.
Cualquier mente sensata supondría que un asunto resuelto hace más de sesenta años no tendría por qué volver a salir a flote y menos en los términos en los que está reeditando este pleito nuestra incorregible derecha. ¿De dónde sacan o en qué apoyan su dicho banal de que tales lecturas les van a inocular a nuestros infantes el virus del comunismo? ¿Qué querrán decir con semejante barrabasada? Como dicen los viejos, para vergüenzas no gana uno con ellos. ¿Por qué no actualizarán sus reclamos y los pondrán en un lenguaje que entendamos todos, para darles o retirarles el veredicto de nuestra razón?
Los realmente entendidos de esta materia califican este nuevo episodio de confrontación con las instancias del gobierno como de un pleito inflado, pero aparte falso. Y habría que distinguir tres móviles en el contenido de su parafernalia. El primero tiene que ver con el retiro de concesiones o contratos con editores privados, que hacían su agosto con la impresión y la distribución de tales materiales. Si hablamos de un universo escolar de unos treinta millones de infantes, bien se podrían calcular los montos de las inversiones y las cifras de ganancia que les redituaba a estos concesionarios. Si los gobiernos neoliberales pasados les habían puesto este renglón en bandeja de plata y el nuevo gobierno les retira tal pastel, se entiende que se hayan encorajinado y anden pegando de gritos. Pero que lo hablen claro y no mezclen la gimnasia con la magnesia.
El segundo móvil de tanta escandalera por los contenidos de estos libros tiene que ver con la intención de abrir un frente nuevo que sí pegue y arrastre a mucha gente a sus filas ahora que viene un año electorero. Será pega de campaña y pudiera ser que les fructificara. Pero agitan banderolas viejas, las mismas que eran emblema de aquella vieja unión nacional de padres de familia. Pero ¿no les alcanzará entender que gritar en contra de una educación socialista para estas fechas es un garrafal desatino? ¿Nadie les hará entender que con tales proclamas se andan orinando fuera de la olla? Y que retome con tanto ahínco estas banderías el equipo mediático de Salinas Pliego ya es el colmo de la desfachatez. Que le pague al SAT lo que le debe y punto.