Sábado 19 de agosto de 2023.- Parece que ya terminan de destaparse los frascos de nuestro manejo político presente. Es difícil referirse a él sin echar mano de los viejos conceptos de dedazos y destapes. Es la plumita de vomitar de los procesos promovidos por la 4T. Para evadirse o escabullirse de esta viejas prédicas que traían al retortero estas figuras, se ha recurrido a otras, aunque lo vivo y lo actuado pareciera ser idéntico a lo que antaño pasaba por nuestras narices. Hablamos ahora de corcholatas y todos tan contentos. Lo grave es que no se ha restringido este doble discurso nada más a la esfera oficial. Los de la oposición están jugando también con estas cartas nuevas.
Hubiera sido bueno que se restringiera esta configuración al bando de morenos, que se expandió en serio en este lustro. Tras realizar la hombrada de ganar la silla presidencial, que entre nosotros viene a ser el poder por antonomasia, desbancaron a las prominencias prianistas que no soltaban el juguetito ni para dormir. Fue en esos espacios donde se jugó siempre y no se renunció a la dinámica de los tapados. Es lo que se pretende erradicar.
Tiene que haber tapados en escena para que el titular del ejecutivo ejerza la atribución de señalar, designar o presentar a su sucesor. Tan es una práctica consagrada, que ahora que AMLO ha decidido prescindir de tal prerrogativa del ejecutivo, los grillos se ven perdidos. Aún pareciera que el propio AMLO tampoco convence. Es decir, estamos viviendo destapes, pero se les ha cambiado la denominación, nada más. De que los futuribles son designados; de que son puestos en escena para que el público sufrague por ellos y legitime su imposición; de que los altos grillos o los poderes facticos siguen teniendo la sartén por el mango en estos entenderes… que ni qué. Es parte integral del surrealismo de nuestra política y basta de boruca.
Al pulsar el sentir popular habrá de reconocerse que una gran parte de nuestra población le cree el discurso a AMLO sobre esta materia. Él dice que renunció a esta prerrogativa, que no se encuentra establecida formalmente en ninguno de nuestros textos normativos fundamentales. Dice que ya no ejerce, ni ejercerá tal derecho no escrito. Renuncia a tales valores entendidos. Se insiste en afirmar que un alto porcentaje de nuestra población le cree tal afirmación. Si en las encuestas rutinarias sigue ostentando una calificación de aceptación que está por encima del sesenta por ciento, no habría por qué no aceptar que más de la mitad de nuestra población le crea sus discursos.
Pero estamos rozando tan sólo los filos de la confianza y la credibilidad. Cuando trascendemos al campo de los hechos concretos, esta interrelación entre la veracidad y la aceptación se torna complicada por lo menos. Traigamos los datos de lo que está en cartelera nada más en el terreno electorero, para darnos cuenta de lo enredado del asunto. Se nos ha dicho en todos los tonos que, para no inculpar a los actores políticos en cosa de discursos de campaña electoral, se establece un período bien definido en el que se podrá echar mano de cualquier recurso con fines de proselitismo.
Bueno, no es exactamente así. No se saltará más al escenario con compra de votos, con recursos indefinidos, con dinero sucio, con carteleras deshonestas y más restricciones de esta laya. Son puntos que aceptan todos los contendientes y sus equipos tendidos en pie de guerra. Reduzcamos el análisis tan sólo a la variable de la observancia de los límites temporales. Se supone que aún no arrancan las campañas. Vaya, ni siquiera están abiertos los permisos para las precampañas. Sin embargo, tanto las corcholatas (o sea, los precandidatos en el cuadro de la 4T) como los personajes de la oposición que enfrentarán a los oficialistas, andan desatados. Hay mítines públicos en los dos bandos; hay pegas de cartelones y exposición de espectaculares en lugares públicos; hay reseñas de encuentros y foros para ganarse el favor del público elector… Hay de todo, pues andan en campaña. Pero la autoridad oficial encargada de sancionar tales actividades dice que no hay tal. Y si no hay campañas, entonces no se está transgrediendo norma alguna.
¿De verdad se la creen estas autoridades, que la lija con que raspa Ebrard a Claudia no es un acto vivo ya, adelantado pues, de una campaña abierta? ¿De verdad se tragan la piedra de molino formal estos señores, vigilantes del respeto al orden temporal electoral estatuido, que la eliminación de Mancera y de Aureoles primero, y luego de Enrique de la Madrid, de la lista pública por el favor y el entusiasmo de los opositores para enfrentar a la corcholata que quede, no son actos de campaña abierta?
No será fácil hacerle entender al público el hecho ya consumado de que la corcholata que se imponga no pasó por la aprobación de AMLO. También costará trabajo al público sufragante a favor de la oposición, que Xóchitl o Beatriz Paredes no recibieron la bendición de sus titiriteros para aparecer en la boleta. Aunque esta parte del sainete la tiene más sencilla, en el sentido de que con ellos no está viva la pretensión de haber renunciado a la práctica del dedazo. Así que tanto la Paredes como la Xóchitl no tendrán prurito de ser señaladas como haberla jugado de tapadas. Será complicado hacerle entender al gran público que el proceso de selección vivido por las corcholatas fue una experiencia limpia de nuestras viejas lacras. Pero habrá que intentarlo, que no hay peor lucha que la que no se hace. Ya veremos cómo salir del atolladero. Tales tareas nos esperan pues. A darle, que es mole de olla.