Filosofía y trabajo

Filosofía y trabajo

Carlos Delgadillo Macías

Aunque pudiera parecer que el trabajo, siendo una actividad tan “material”, estaría alejada de las reflexiones de los filósofos idealistas, lo cierto es que Fichte, Schelling y Hegel, los filósofos que componen la gran tríada alemana del idealismo, dedicaron muchas páginas al proceso de trabajo.

En general, puede decirse que el trabajo, para el idealismo, es el proceso por el cual el sujeto se objetiva, sale de sí mismo, se expresa o exterioriza fuera de sí, como una etapa para después recuperarse o volver a sí mismo, ya enriquecido, por ese extrañamiento pasajero.

Es un esquema dialéctico, el sujeto, en sí mismo, carece del pleno desarrollo que sólo se lograría al exteriorizarse (Entfremdung), perderse en lo otro de sí, la materia, el objeto, que, sin embargo, es el único vehículo posible para recuperarse y desarrollarse con plenitud. Es un viaje, una aventura, una odisea del sujeto, que sólo desgarrándose puede superarse.

En términos menos titánicos, el ser humano tiene en el trabajo no sólo la actividad que le permite sobrevivir, sino también la que le permite externar su subjetividad y después reconocerse en sus productos.

Eso remite al tema de la enajenación. Porque si el ser humano no se identifica, no se ve a sí mismo, en los productos de su propio trabajo, entonces no se cumple el proceso dialéctico, queda trunco y el sujeto sólo sale de sí, pero no retorna (Entäusserung). Es lo que ocupó a filósofos como Feuerbach, primero, y luego a Marx.

Este último no se limitó a hablar del ser humano en general, como vemos en Feuerbach, sino que le puso nombre y apellido. El proletario de la sociedad capitalista sufre una triple enajenación:

1.- De él mismo en relación con sus herramientas, pues éstas, aunque son empleadas por él, no le pertenecen. Y pareciera que, más que ser ellas utensilios suyos, él mismo parece un instrumento de las herramientas. Tiene que adaptarse a ellas, no ellas a él, y, además, pareciese que él es prescindible, mientras que las herramientas son lo prioritario. Eso lo puede comprobar cualquier trabajador que ha sido despedido, mientras que su lugar de trabajo, las máquinas que empleaba y las instalaciones quedan ahí, esperando nuevos trabajadores.

2.- De él mismo en relación con el producto de su trabajo, que no sólo no le pertenece (pertenece al dueño, al burgués, al empresario) sino que se reproduce sin pausa, sin que él intervenga en la decisión de cuánto y cuándo producirlo. Como ilustró Marx, en las crisis de sobreproducción, la enajenación se muestra cruel, pues los propios productos, al ser demasiados, se le enfrentan al trabajador como un ente extraño, que lo deja sin empleo, pues el exceso de oferta y la falta de demanda llevan a la quiebra o al recorte de personal en la fábrica.

3.- De él mismo en relación con otros trabajadores, pues el ser humano, definido por su clase social, no se identifica con otros miembros de su clase, no piensa como miembro de esa clase y no actúa como tal. Enajenado de su propia esencia como proletario, se enfrenta con otros proletarios en una competencia individualista, en lugar de hacer equipo y formar una fuerza social con funciones y objetivos políticos y económicos. Los trabajadores se ponen el pie unos a los otros, priorizan conservar o mejorar sus puestos, en lugar de la lucha colectiva y se plantean objetivos de vida particulares, nunca de clase, a pesar de, objetivamente, formar parte del proletariado.

El trabajo enajenado sólo puede ser superado por la praxis revolucionaria, un trabajo especial de desenajenación, que, eliminando la propiedad privada (fuente de la enajenación), tanto de las herramientas, los talleres y, en general, de los medios de producción, como de los productos, permita que el ser humano se recupere a sí mismo identificándose en el fruto de su labor.

La lucha de clases sería esa praxis. Los trabajadores, actuando como bloque social, político y económico, plantearían una serie de demandas conducidas por el partido comunista, para lograr cada vez mayores beneficios, recorte de jornadas, mejores salarios, vida sindical independiente, derechos sociales, con el objetivo de fortalecerse cada vez más y construir el socialismo.

Esa lucha siempre está vigente.