Ford, lo mismo que Chevrolet

12 de noviembre de 2022.- A principios de los años setenta, nuestros vecinos gringos vivieron un escándalo muy sonado, justo en una de las esferas intocables del poder formal: la presidencia de la república. Se le conoció con el nombre Watergate. La conclusión vino con la separación del cargo que ocupaba Richard Nixon. Y como dicho puesto no puede permanecer vacante, el suplente apareció de inmediato por ahí, mediante los procedimientos que marcan los protocolos desde luego. Trepó al poder el señor Gerard Ford.

Por tales fechas vivíamos la crispación política de lo que ahora se evoca como ‘guerra fría’ a la que se le asocia como a un período tranquilo, bien conducido y seguramente necesario, dentro de los avatares de la política mundial. Cuba se encontraba en el centro neurálgico de tal disputa en nuestro hemisferio. De manera que lo gringo y lo rojo nos resultaba una confrontación doméstica y además irreductible. Concluido el proceso de linchamiento contra Nixon y ya elevado a la primera magistratura el señor Ford, la picardía cubana se hizo presente con una cancioncita de Carlos Puebla, que se popularizó de inmediato. Decía en sus primeros versos:

“Cuando quitaron a Nixon, hubo quién me preguntó qué opinión me merecía míster Ford…”

El estribillo remataba así: “Pues mire usted, pues mire usted. A mí me parece Ford, lo mismo que Chevrolet…”

Con la tracatera que se vivió por estos días electoreros allá, en la casa de al lado, todo apuntaba a que las formalidades de los sufragios darían como resultado un vuelco espectacular a la tortilla. El congreso actual está dominado por los representantes demócratas. Con tal base, el presidente Biden, del mismo partido, ha podido hacer avanzar algunas iniciativas y minutas contenidas en el programa que le permitió llegar a la titularidad del poder ejecutivo y desbancar al rubio despampanante de apellido Trump.

En el senado estuvieron tablas, cincuenta y cincuenta escaños para cada partido. Pero como sus leyes dicen que en caso de empate, la poseedora del criterio de calidad para destrabar es el vicepresidente, que en este caso es Kamala Harris, demócrata, pues está claro que la mesa estuvo puesta y servida estos dos años pasados para el partido demócrata.

Para los comicios de este ocho de noviembre, todos los comentaristas daban como un hecho que estas mínimas ventajas representativas del poder formal para los demócratas serían invertidas y que los republicanos se llevarían de calle el control de ambas cámaras. Aparte, como resultas de este cambio de correlación de fuerzas, el dínamo de tal vuelco, otra vez el rubio despampanante Trump, sería catapultado en automático a la postulación republicana para dirigir de nuevo al país desde la presidencia de la república. Para la elección federal siguiente, el candidato de esta ala ya quedaría definido desde la fecha presente.

Pues ya pasó el evento, lleno de maromas y peripecias como resultan ser todos los procesos electorales de nuestra denominada democracia liberal, pero ese resultado tangible, eso del posicionamiento de Trump otra vez para la grande, quedó en veremos. Como no cuajó la tan cantada marea roja, muchos hasta lo compararon con un posible tsunami, la asimetría en las cámaras apenas se va a ver reflejada. Es muy probable que los republicanos terminen controlando el congreso, pero será con números muy ajustados. Aún no se pueden establecer las cifras, porque los procesos de contabilidad entre los gringos duran demasiado. Incluso en uno de los estados se va a volver a repetir la elección. Con estos momios, si los republicanos se alzan con la mayoría, se verá que es raquítica. No se dio entonces la tan esperada implosión republicana, cantada a voz en cuello por tantos gaznates aventureros, de allende y de aquende.

El escenario para el futuro del despampanante luce mucho peor. Como no desató el jolgorio y la masiva participación roja en el país, su papel de animador, de alma misma de esa esperada nueva vertiente de la política gringa, ha sido puesto al remojo. Es más, hay dos estados, Florida y Texas, en los que se celebraron comicios también para gobernador y los ganaron los republicanos. Para Texas jugó un tal Abbot, para Florida De Santis. En ambas demarcaciones se vivió una algarada electorera de altos vuelos y ambos personajes llegaron al puesto disputado con momios más que altos.

Para cuestiones de tomar el control de su estado no hay ninguna dificultad. Lo harán con suficiencia. El problema lo van a desatar al interior mismo de su partido republicano, justo en el asunto para el cual se había desatado el pelo el rubio despampanante. ¿Quién va a ser el candidato de esta jauría dentro de dos años, Trump o cualquiera de estos dos cabecillas, que ya demostraron que sí las traen todas consigo? No va a ser una tarde de toros para el güerito desabrido. Por lo pronto la elección dejó desdibujado y peor parado a Trump para estos fines. Está más que claro que éstos propósitos son los que lo mueven, a como se desprende de sus actuaciones y de su desparpajo integral. Pero sea Trump o sea De Santis, a nosotros, sus ateridos vecinos, no nos queda sino seguir repitiendo aquellas jocosas estrofas de la cantiga del inolvidable Carlitos Puebla: “A mí me parece Ford, lo mismo que Chevrolet”. Y si no lo creemos así, habrá que esperar un poco a que los acontecimientos maduren, pues ya vimos que dos años se pasan volando.

(Foto principal: Diario de México)