Fuero o desafuero, ¿angustia ficticia?

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Fuero o desafuero, ¿angustia ficticia?

Juan M. Negrete

Estamos viviendo días turbulentos. El encono, entre quienes ocupan el poder y los que pretenden ocuparlo, mantiene indigesta a la mayoría de los ciudadanos. A la vez, en el escenario electoral se avanza ya al final de la jornada de los comicios. Es premura que descompone aún más el cuadro conflictivo. Los intereses electoreros lucen manchados con el forcejeo en torno a la permanencia del titular del ejecutivo en Tamaulipas.

La historia ya se tornó conocida. A Francisco García Cabeza de vaca, gobernador panista por cierto, lo desaforó el congreso federal. Los diputados locales de Tamaulipas elevaron, desde las curules estatales, ante la suprema corte una controversia constitucional. Uno de los magistrados desechó la controversia. La lectura que hace el partido de Tamaulipas sostiene que el gobernador mantiene, o recupera, el fuero. O sea, se lo habían retirado a nivel federal. ¿O no lo perdió? Él sigue inmune a la justicia. Si no se le puede detener, mucho menos enjuiciar.

¿Qué fue lo que hizo entonces el congreso de la unión, al desaforarlo? ¿No posee la cámara competencia para tales actos? Habría que ir más lejos, en el caso de aceptar que el poder legislativo sí posee tal atribución. Desde el poder judicial se le metió freno a su medida y el gobernador recuperó el fuero retirado. ¿Posee tal competencia la SCJN? ¿Está por encima el poder judicial de las funciones legislativas, al grado de anular o volver letra muerta sus disposiciones? Se parece mucho este encuadre al que realizan otros jueces con las modificaciones a las leyes de hidrocarburos y de energía eléctrica. Pero no nos salgamos de tema.

¿Fuero o desafuero? Siguiendo la lógica procesal derivada de la decisión del congreso de la unión en contra del gobernador, un juez federal obsequió una orden de aprehensión a la fiscalía general de la república. La unidad de inteligencia financiera le congeló cuentas y bienes y la autoridad migratoria emitió un bando para que se le detenga de inmediato, si intentara escabullirse del territorio nacional.

Los ciudadanos andamos como perplejos ante la barahúnda de esta discordia. No podemos presumir que le entendemos bien al brete ni que emitimos veredictos con cabeza fría. La cercanía del remate de la jornada electoral nos complica más el panorama. Se trata de una pugna que no nos queda del todo clara. Y sin embargo puede incidir con fuerza en el resultado electoral. ¿A quién le damos la razón? ¿El congreso tamaulipeco está en lo justo o lo armado y montado a nivel federal tiene a la justicia de su lado? ¿Se trata de un delincuente que fue descobijado por el poder federal o es un perseguido político, como lo pondera en su propia defensa el afectado?

El público se encuentra ante una situación embarazosa. Abunda en ella la confusión y tiene que tomar partido. No la puede pasar por alto. Todos los negocios colectivos nos atañen. Por definición, una re – pública es esto: la cosa pública, el conjunto de los negocios colectivos. Por confuso que nos venga el paquete, tenemos que destaparlo y resolverlo. Hay instancias que se ocupen de hacerlo, desde luego, pero ha de ser a la vista de todos y bajo estricto control de calidad, para contento de los más. Si es posible para el de todos, mejor que mejor.

El gobernador indiciado milita en las filas del PAN. El poder ejecutivo está en manos de Morena. La lectura inmediata de la infocracia coloca el prisma para hacer aparecer el asunto como diatriba entre Acción Nacional y Morena. Y más singularizado, lo quieren hacer aparecer como un capricho personal de López Obrador en contra de una fracción panista. Aunque eso de la fracción ha sido tundido, porque todos los gobiernos bajo la batuta del PAN ya cerraron filas en defensa de su gobernador impugnado.

La contienda electoral presente ha complicado más el panorama, porque el PAN no llegó solo a la contienda. Hizo una rara alianza con el PRI y con el PRD. Ya rato que traen orquestada todas estas fuerzas una campaña contra Morena, el partido en el poder federal. Quieren desbancarlo y ponerse en su lugar. De manera que, a gustarnos o no, salen disparados de un lado y de otro lanzamiento de misiles tronadores, como si viviéramos en una franja de Gaza verbal. El gobernador es una mera víctima propiciatoria ¿Tiene razón la oposición, sus compinches políticos, o la abrigan las instancias federales que se han lanzado a detenerlo?

Lo peor del cuento sería, como se propala desde el bando panista, que se tratara de mero ruido electorero. Será desinflado en cuanto concluya el proceso electoral. ¿Apagaremos los electores con nuestro voto tal ruidajo que ya aturde? ¿Terminaremos viendo como resultado final un mero parto de los montes? Sería lo más perverso de la evolución de las cosas a las que nos hayan orillado los que baten el tazole electoral y partidista.

No sería la primera vez que nos agitaran las aguas de este modo. Bastaría con recordar el caso del desafuero que le aplicaron a López Obrador, para impedirle contender en el 2006. No pudieron echarlo. Contendió y ganó. Por eso, los del poder se lo sacudieron con el fraude. No lo dejaron llegar. Abriendo más el abanico encontramos hasta episodios vergonzosos. Hubo quién hizo ondear como bandera de insurrección lo de “religión y fueros”. A ver cómo evoluciona este escándalo presente. No comamos ansias.

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