A la par del código naranja por Covid-19 y en riesgo de regresar al rojo en lugar de bajar al amarillo y menos al verde, Enrique Alfaro –con la anuencia de la Mesa de Salud y, obvio, del alcalde zapopano Pablo Lemus–, anunció el lunes que este miércoles se jugará aquí el clásico Chivas-América con asistencia de aficionados. futbol
Según el gobernador, se trata de un “programa piloto”, mediante el cual se evaluarán los protocolos que se implementarán en los espectáculos al aire libre. “Necesitamos poner a prueba estos modelos para ver cómo vamos a poder llevar las cosas adelante en los próximos meses”, sostuvo.
Hablan las autoridades de permitir únicamente un aforo de poco menos de 7 mil personas, o sea, el equivalente al 15% de la capacidad del estadio en que juega de local el Guadalajara, y que en esta ocasión se trata del juego de ida de los cuartos de final.
Creo que se trata más bien de una prueba bastante peligrosa que podría tener consecuencias muy lamentables; tanto más que los contagios siguen a la orden del día y aún no se tiene certeza plena de que el botonazo haya dado resultados que permitan vislumbrar una auténtica y constante baja de transmisión del virus. Si es que fue positivo, seguramente piensan dinamitarlo, y por eso seguramente habla Alfaro de cómo hacer las cosas próximamente que, al fin y al cabo, siguen al ensayo y error, aunque esté de por medio la salud de decenas de miles.
Hasta anunciaron que algunos hospitales “Covid”, dejarían de recibir pacientes, aunque luego la noticia fue desmentida.
Como es sabido, el color naranja en el que está Jalisco –cuya cifra de contagios asciende a más de 109 mil y suma 4 mil 621 fallecimientos-– no se permiten eventos en los que haya concurrencias masivas, cosa que en Europa, por ejemplo, se respetó en la mayor parte de los países y, sin embargo, sufren ahora un rebrote que puede ser peor que la primera vuelta de contagios y muertes.
No por nada en algunos países del viejo mundo se planea ya que en las próximas fiestas navideñas no haya concurrencias de no más de seis personas. Tampoco extrañará que haya lugares allá con toque de queda, y eso que son naciones con mayor disciplina y grado de educación que el nuestro.
Volviendo al caso del partido de futbol Chivas-América, sospecho que a las autoridades estatales, empezando por el mandatario, y municipales les ganaron los colores rojiblancos, sin importar consecuencias. Creen que con la apertura al público tendrán el respaldo de los fanáticos para ganar, apoyo de aficionados que al Azteca no podrán llevar las águilas al encuentro de vuelta… Aunque tal vez buscarían la forma, aunque las cosas en la capital están peor.
Si bien es cierto que tanto el gobierno estatal como el municipal y el empresario prometen seguir los protocolos –sana distancia, cubrebocas, gel desinfectante, que se acomodará a la gente por secciones separadas y que en la venta de boletos se dará preferencia a los abonados y dueños de palcos y no admitir a menores de doce años, etcétera– ¿quién asegura que habrá orden y que no andará por aquí y por allá alguno que otro asintomático? ¿Quién contendrá los gritos, las rechiflas, las pláticas para evitar ese espray o atomización de la saliva en donde corre el aire en todas direcciones? ¿Quién o cómo contendrá a los tomadores o borrachos, y a quienes gustan de andar de un lado para otro, convirtiéndose en vectores y eficaces distribuidores de contagio del también llamado SARS-Cov2?
Nada fácil será contener a esas hordas en que en ocasiones se convierten los aficionados cuando las pasiones se encienden. Y tanto más en un partido de este grado de rivalidad y fanatismo.
Supongo que el partidario sensato no asistirá al encuentro. ¿Pero quiénes serán los que acudan sino los ciegos fanáticos –de uno y otro equipo– que casi nunca se saben comportar? No se diga después de meses de abstenerse de no estar en un estadio, donde no pocos se desahogan y se desenvuelven a más no poder.
El precedente que se establezca aquí podría ser un mal ejemplo para otras plazas, en particular en esta liguilla, sobre todo en semifinales y finales.
Tengo la convicción de que no vale la pena tanto riesgo. Y es que mucha gente desafía temerariamente. Se cree inmune y no toma las medidas indispensables como el distanciamiento social. No es capaz de aislarse, de privarse algunos fines de semana sin los amigos y, obvio, de tomar. Y si con todo esto le ofrecen espectáculos multitudinarios, son las primeras en estar ahí. Olvidan o no quieren saber que por esas concentraciones humanas se ha extendido exponencialmente el virus. ¿Quién no recuerda, por ejemplo,el Festival Latino celebrado en la capital del país ya bien entrada la pandemia a principios de marzo pasado?
Es tanto mayor el riesgos cuando ni siquiera existe una medicina segura para curar el virus, y menos hay en el mercado aún una vacuna para prevenir. Hay, sí, pruebas exitosas, pero de aquí a que se confirmen, se fabriquen y lleguen a todos lados, en particular cuando faltan las básicas en este país. Sólo Dios sabe cuándo habrá acceso a cualquiera de los fármacos inhibidores de Covid, si no hay siquiera para niños con cáncer…
Aunque el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell tiene razón cuando habla de las medidas indispensables para contener los contagios, pero que por desgracia no ha habido contundencia y ejemplo desde lo más alto del poder, y responsabiliza en gran medida del problema a los pasados de peso, hipertensos, diabéticos y bebedores de refrescos y a todas las comorbilidades –lo que no deja de ser verdad, pero que en parte también lo hace para evadir parte de su responsabilidad– también es cierto que la población no ha puesto todo lo que está de su parte.
Desafortunadamente, ahora son nuestras autoridades locales las que están poniendo el mal ejemplo. Y bien sabemos que muchos individuos al primer pretexto ahí van. Y si ahora lo avalan los que mandan, ya veremos lo que suceda.
No sé en qué cabeza hueca puede caber tal desatino o qué intereses se mueven de por medio para tomar al determinación cuando el coronavirus está más presente que nunca y en el país suman cerca de 103 mil víctimas fatales. Como si tantos hogares enlutados, en ocasiones por partida doble, no los hicieran reflexionar,
“Es la razón de la sinrazón…” –diría Cervantes– pero que a mi razón no se hace.
“Aquí hemos hecho las cosas bien”: Alfaro. Desestima críticas por estadios