Futbolistas y el monstruo de mil cabezas

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La vida privada del jugador de fútbol o atleta que sale a la luz pública, que se ventila en redes sociales, se viraliza y cuestiona el papel de ídolo a imitar, sugiere una amplia revisión del caso y exoneración de la vida civil a la que se mide dentro de un campo de juego o arena deportiva.

En medio de la pandemia del Covid-19, se presentó una vorágine informativa con respecto a futbolistas y atletas envueltos en escándalos fuera del terreno deportivo que comprometieron su situación legal, su integridad, la de sus familias e incluso a las instituciones que representan.

Hace tiempo ya que el excampeón del mundo en México 1986, entrenador, y hoy comentarista elevado a la categoría de filósofo del fútbol, el argentino Jorge Valdano, estableció que darle al jugador o atleta la condición de modelo a seguir en la sociedad, es una losa muy pesada para cargar en sus hombros.

Los casos más sonadas involucraron en los recientes días a Universidad Nacional A.C., con su canterano Marco García, quien presentó comportamiento inadecuado y de acoso con una de sus tutoras en la cantera, misma que Pumas ocultó; a Renato Ibarra y su violencia doméstica y a varios futbolistas en espectáculos públicos, o sitios en los que incluso sus situaciones conyugales se vieron comprometidas a partir de divulgación de materiales, foto, videos, audios o propias cuentas de redes sociales.

Más allá del enjuiciamiento y linchamiento, sobre todo en redes sociales, es grave que no se entienda que en general el 90 % de los hombres en el país requerimos entender las nuevas masculinidades, más si se trata de masculinos como la mayoría de los futbolistas, provenientes de familias y círculos sociales en los que el machismo está muy arraigado y donde el nivel educativo o cultural es de los más bajos en ese tema

Por ello, el señalar a futbolistas como Renato Ibarra, Marco García, Alexis Vega, Cristian Calderón, Uriel Antuna o algunos otros involucrados en temas de violencia doméstica, más que el escrutinio público requiere un análisis de qué hacemos con quienes no reconocen que hay una herencia colectiva patriarcal, machista de género e incluso de revisión de sí, como comentó Valdano. El futbolista debe ser ese ídolo social o modelo a seguir por el simple hecho de jugar bien a la pelota y encumbrarse como figura pública en buena medida por la cualidad deportiva.

El futbolista, como atleta profesional requiere ser tratado como tal: un deportista con capacidades excepcionales, altos salarios, vida en la burbuja social muchas veces ajenas a la del resto de la población, por ello también carente de mejora en muchos ámbitos de la vida privada y pública ante sus muchas veces limitados elementos para su vida privada y pública.