Ginés, el teco (cuento) / I

Ginés, el teco (cuento) / I

Mel Toro

Sabadito lindo tapatío. Marta y Gabriela llegaron al parque de la Revolución a esperar a sus amigos con quienes habían quedado irse de farra. Pero las dejaron plantadas. Fines de octubre, fresco el mundo, ya sin nubes. Paradas junto a una banca del parque, no perdían las ganas de ir a bailar, a tomar la copa, con quien fuera. Marta, fea y gorda, a pesar de sus diecisiete años. Su adolescencia le permite sonreír todo el tiempo. Sonríe con gracia y contagia el gusto. Pidió permiso a su papá de pasar la noche con su amiga Gabriela y éste accedió. Hija única, no le corren muchos pendientes de ella.

Gabi, muchacha clase media. De la mitad para abajo. Sus padres trabajan para sostener la familia. No viven ceñidos y escasos; tampoco pavonean suficiencia. Está mejor entallada que Marta. Viste con más modestia, pero luce mejor. Rolliza, no gorda. Clara, de facciones más dulces. Sonríe menos, pero de rostro también afable. Dos adolescentes, de vida despreocupada, inexpertas, plantadas por sus amigos.

No cejan de pasar los autos. Se paran muchos, casi todos. Pitan, galantean. Jóvenes arrogantes, lúbricos, ansiosos de tortura erótica, buscando aventuras pasajeras, desfilan ante chicas sedientas de aventura. Unos llegan, otros se van. Poco a poco El flujo de autos disminuye y van escaseando las parejas. Los apalabrados se retiran. Marta y Gabriela, desairadas, deciden recogerse a casa.

La vivienda de Gabi queda a tres cuadras escasas. Ahí pasarán la noche rumiando su decepción. Les vuelan los percales, los cendales del vestido, la blusa amplia sacudida por el viento fresco de la noche. Manto terciado, popelinas chillonas en Marta, remarcan su contraste escandaloso con el color cetrino de su piel y lo sonrosado desvaído por la tenue oscuridad. Gabi, menos pretenciosa en su atuendo, pantalón azul libáis y blusa de escote poco pronunciado, también deja papalotear al viento sus prendas. Pero un chirrido de llantas frenadas les hace volver la cabeza.

_ Suban, muchachas. Vamos a una fiesta.

Greg maneja, Ginés las aborda. Ginés es tipo de malos modos. Quienes lo conocen prefieren no tener trato con él, o tratarlo lo menos posible. Es gracia de conocimiento; porque a primera vista no se le delata su inmundicia. Grandote, blanco, macizo. Más bien aparece como un mozongo de buena estampa. Estudia el último año de ingeniería en la universidad de los tecos. Como ya tiene muchos ratos libres en su carrera, se ha metido a trabajar y carga dinero en la bolsa. En su pasado reciente hay un historial de sacrificios que van pasando a la sombra. Sus ansias juveniles de retozar con chicas, por la falta de dinero han alcanzado pocas satisfacciones. Ahora es diferente. Trae dinero en la bolsa.

A Greg le pasa lo mismo. Aunque, con él, eso de las privaciones sin cuento no tiene tanto ardor. Su padre es generoso y desprendido. Desde el principio de la carrera le puso a disposición un automóvil para que se desplazara con celeridad. Se hace el cargo de zanjar sus dificultades y las de Ginés. Las inacabables tareas escolares, los cerros de apuntes y libros que tiene que revisar para la escuela y los permanentes exámenes igual le han atornillado siempre su tiempo libre. Pero hoy no se siente atosigado. Es su último año ya en la carrera de administración pública en la universidad estatal.

Hoy, sabadito lindo, sintieron ambos las ganas de sacar el penco a retozar. Los dos traen ya varios tequilas entre pecho y espalda. Fueron al bar Astorias para calmar sus ansias de novilleros y ya se recogen a casa. Pero descubren al par de muchachas solas y cambian de parecer, sin reflexionarlo mucho. ¿Por qué recogerse si la noche es joven? Sin mucho remilgo, Marta y Gabi aceptan la invitación de ir a rolar con ellos. La ingenuidad les hace confiar. No andan ellas en juergas. Pero sus amigas les platican que los chavos que rondan el parque, casi todos, son de fiar. Se miran entre sí. No parecen surgir elementos de desconfianza.

_ ¿A dónde?

_ Por Chapalita. Por el rumbo de santa Rita.

_ Está lejos.

_ Las traemos de regreso. No andamos a pie.

_ ¿Qué dices, Gabi?

Ni lo piensa Marta. No da tiempo a Ginés a que le franquee la portezuela. La abre y asciende. Viéndola arriba se anima también Gabi y se monta igual en la parte de atrás. El opelito arranca. Gira hacia la avenida Juárez y coge con rumbo a la Minerva. Luego tuerce por López Mateos hacia el sur y se desvía por Guadalupe hacia la colonia Chapalita. El departamento de los muchachones se ubica juste enfrente al templo de santa Rita. Sin más boruca de conversación, descienden e ingresan a su guarida, cada uno con su chica al brazo. Su ambiente resulta festivo y lúdico.