Gran incertidumbre; pocas certezas

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¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!    incertidumbre

Gustavo Adolfo Bécquer

 

¿Quién lo hubiera pensado, o imaginado siquiera, que íbamos a vivir en la incertidumbre constante durante 2020, y tal vez así sigamos en el curso de 2021?

Ahora que el mismo Andrés Manuel López Obrador se ha contagiado, así sea levemente, como él mismo lo anunció la tarde del domingo una vez que llegó de su gira por Nuevo León y San Luis Potosí, con el consecuente grave riesgo de viajar en vuelo comercial, de ida y regreso, es oportuno hacer un recuento, aunque parezca repetitivo, a casi un año de que  la pandemia Covid-19 nos llegó.

Antes del curso de este lapso de cerca de doce meses, nadie previó o pronosticó ─sólo los verdaderos científicos─ que sucederían cosas inauditas y tanto menos que las autoridades sanitarias, en particular el subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, no le quisieron dar la importancia que el mal traería, y esa percepción, no cabe duda, le fue transmitida al presidente, o era su propia percepción; así lo creyó, y lo dijo en una de sus giras al sureste que no era necesaria la reclusión ni guardar distancia, ni usar cubrebocas. Al contrario, expresó que había que abrazarse y salir para  reactivar la economía.

Eso sí, AMLO tuvo fe ciega en que el coronavirus se pararía con supercherías y con su “fuerza moral”. Y sus consejeros le aplaudieron y siguieron sus consejos: no guardaron la sana distancia y no usaron tapabocas. Y muchísimas personas los siguieron. Para ellas, las reuniones, los festejos de toda índole y los festines, sobre todo de fin de año, en casa o fuera de ella continuaron y ahí están las catastróficas consecuencias: 152 mil 16 muertes hasta anoche en todo el país y cerca de los 1.8 millones de contagios en tan sólo once meses.

Antes de 2020 nadie pensaba que llegaría el momento en que tendríamos incertidumbre y hasta miedo en muchos de lo que podría venir; que viviríamos aislados por meses –salvo los temerarios y los incrédulos de la pandemia– y que mucha gente lleva casi un año sin asomarse a la puerta de su casa; jamás alguien soñó, ni en la peor pesadilla, en tanta mortandad por centenas y hasta por miles debido al mismo padecimiento y que, en no pocas ocasiones, ha arrasado con hasta con familias enteras.

Nunca pensó que el mismo aire concentrado que se llama oxígeno escaseara y hasta se especulara con él y los precios se fueran por los cielos. ¿Alguna persona habría imaginado que se acabaría eso de “tan libre como el viento”, en particular quienes ya padecían de alguna enfermedad respiratoria, hoy agravada por el SARS-CoV2?

Nunca previmos esas filas en panteones y crematorios; nunca percibimos muchas empresas cerradas, calles y avenidas semivacías, y  menos escuelas sin clases, restaurantes y antros clausurados y hasta los templos sin fieles. Menos pensamos en la distancia entre padres, hijos y nietos, con padres y abuelos confinados y que se limitara el libre tránsito a mayores de 60 años en centros comerciales y supermercados, aunque los tianguis siguieran abiertos.

Nunca pensamos que viviríamos todo un año, y lo que se añada a esta incertidumbre, que no podríamos  hacer planes ni a mediano plazo, no se diga a largo.

La desconfianza sobre lo que vendrá o pueda suceder, se ha ido acrecentando cada día, aunque la misma inseguridad nos hace ver, con transparencia, nuestra fragilidad humana. Aunque tiene un aspecto positivo: bajar nuestra posible soberbia, salvo si se es necio. En estas condiciones, únicamente los políticos y los pagados de sí mismos hacen proyectos a largo plazo. Los primeros prometen, y hasta ponen fechas para resolverlo todo en cuestión de días, semanas, y cuando ya les han fallado los fatídicos plazos que se dieron ni siquiera se sonrojan y distraen con otras cosas y luego vuelven sobre el trillado camino de su retórica, a sabiendas de que siguen su intuición o definitivamente dicen medias verdades o mienten.

Nunca imaginamos la compraventa del mismo aire, la especulación con el oxígeno por su escasez que jamás pensamos…; las muertes diarias por decenas, centenas y hasta miles en este país; las largas filas en funerarias, cremaciones y panteones hasta la saturación, y esperar cinco, ocho y hasta diez días o más hasta para la entrega de las cenizas de sus familiares…

Nunca nadie imaginó siquiera en este México, tan afecto a los afectos, a la cercanía personal y familiar, que los deudos de esos más de 152 mil fallecidos no pudieran despedirse de ellos, tan siquiera de unos cuantos. ¿Alguien pensó en ese adiós sin adiós? ¿Cuántos parientes, amigos, vecinos, compadres ya partieron sin nuestro acompañamiento?

¡Cuántas muertes, velorios y funerales recortados al mínimo de tiempo y espacio desolados, sin amigos y casi sin parientes! ¡Cuánta desolación!

Nunca como hoy encaja aquel estribillo de la Rima LXXIII: ¡…qué solos se quedan los muertos! Pero también los enfermos médicos, enfermeras, paramédicos… se quedan solos y sin medicamentos. incertidumbre

No obstante, esa perplejidad ante el futuro parecía desvanecerse cuando se anunció la llegada de vacunas, convertida ahora en el parto de los montes, pues pese al despliegue de los funcionarios y medios oficiales, resultó que sólo llegaron, en muchos viajes especiales, apenas unos cuantos miles de antígenos que no alcanzan siquiera a inmunizar al personal médico nacional que pasa del millón de gentes y apenas se han inyectado 642 mil dosis, y el abasto está por verse después del 15 de febrero.

Entonces, ¿cuándo llegarán al más alto porcentaje de los 126 millones de mexicanos (salvo menores de 16 años),  pese al contrato de marcas de antivirales que no tienen el visto bueno de reguladoras internacionales?

Algunas certezas: que no hay vacunas y están a la espera de la Sputnik-V, de la que hay dudas sobre su calidad; que no hay una logística funcional en la vacunación y sí centralización; que el contagio del presidente es leve y  esperamos se recupere pronto; que no habrá partes médicos de su evolución; que hay varias personas con Covid que estuvieron cerca de él; que se busca a pasajeros de los vuelos en que viajó AMLO el fin de semana y las tripulaciones están en observación y que las compras del antígeno por particulares o gobiernos estatales está en veremos por escasez, y que se abrieron fronteras a importaciones porque la federación no alcanzará a inocular totalmente a la población.

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