Grandezas de Nueva Galicia

Grandezas de Nueva Galicia

Gabriel Michel Padilla

No es lugar éste, ni siquiera para intentarlo, por la finalidad que persigue este modesto trabajo, embarcarnos en juicios éticos, teológicos o de política conventual. Para este menester tenemos sendas y valiosísimas reflexiones sobre el Comisario, sobre su flamante secretario, su obra, el título de la misma, su estructura y muchos más elementos que sería prolijo e impropio numerar aquí.

Conviene sin embargo mencionar el muy valioso trabajo de Josefina García Quintana y Víctor M. Castillo Farreras por haber llevado a cuestas la edición sobre este tema, auspiciada por la UNAM concretamente desde el Instituto de Investigaciones Históricas. Para quienes opten por adentrarse en esta maravillosa herencia que legó fray Antonio de Ciudad Real sobre la visita de Ponce, mucho les recomiendo el Estudio Preliminar de dichos autores, a quienes presento mis respetos, a y quienes citaré como García-Castillo.

Grandezas de Nueva Galicia y con el subtítulo Relatos de la visita de fray Alonso Ponce a Xalisco, no pretende sino reproducir los textos que se originaron al paso por el territorio de Occidente, concretamente desde el capítulo 74 en que se dice que el padre Comisario entró en la parte del obispado de Xalisco hasta el 92 en que se nos dice que dio vuelta el Comisario a “lo de Michoacán y llegó a Valladolid” a ese respecto hemos capitulado el trabajo con doble numeral, el primero que se refiere en orden cronológico a lo tratado acerca del territorio de Xalisco, y el segundo al original de la obra; así por ejemplo el Capítulo 1 equivale al 74 de la obra original y así sucesivamente.

Cumple no omitir el hecho de que ya en Guadalajara, Jalisco, (para distinguirla de la española)  en el año de 1968 tal como lo señalan García-Castillo, se había abordado la temática bajo el título: Viajes de fray Alonso Ponce al occidente de México.

Ese hecho habla de que la obra de fray Antonio de Ciudad Real, que narra  la aventura gloriosa de su cofrade, no es del todo indiferente a los jaliscienses, sin embargo el hecho de que haya pasado más de medio siglo sin que se mencione una nueva publicación sobre esta grandiosa epopeya, no solamente  religiosa sino también cultural y antropológica, nos invita a hacer al menos un intento por revivir el fuego del interés por esos hechos tan dignos de recontar a las nuevas generaciones, tan necesitadas de elementos de identidad que preserve nuestra cultura del coloniaje venido de otros rumbos. El espíritu de la obra de fray Antonio de Ciudad Real, es algo que honra nuestro pasado, explica nuestro presente e invita a recoger la luz que nos puede iluminar en la senda del futuro.

Seguir el peregrinar accidentado, como es el territorio de Jalisco, de este insigne religioso por cada uno de los pueblos, desde la Mazamitla montañosa, frontera con Michoacán, por donde un año después de la caída de la Capital Azteca, los españoles habían pisado Jalisco por vez primera, bajando el insigne fraile por laderas abruptas y pedregosas al pueblo de Teocuitatlán y luego llegar a las tibias orillas de la prodigiosa laguna de Chapala,  la de “agua dulce y muy delicada y maravillosa de beber; donde se crían muchos y muy grandes bagres, muy sanos y sabrosos”  como lo expresa el texto, nos invita a una eclosión de curiosidad y al sentimiento de orgullo por cada uno de los pueblos de Jalisco en la etapa de su proceso hacia el mestizaje, de los que este singular viaje nos obsequia valiosísimos detalles.