¿Habrá más ladies croquetas?

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Juan M. Negrete

26 de octubre de 2022.- En las últimas semanas el respetable ha tenido que soportar, por sus comparecencias, la pésima educación de algunos de los personajes encumbrados en el poder. Fueron llevados a tales estrados como resultado de la emisión de nuestros votos y no nos queda otra que aguantarles sus sandeces. Ha ido aminorando la euforia de calificar como gran hazaña épica la derrota del viejo régimen mediante alta cuota de sufragios. Es hecho histórico que nos puso en la situación en que estamos aquí y ahora. Es a lo que nos hemos de atener. No nos queda otra más que jalar para adelante.
Sin embargo conviene detenerse un poco en revisar de dónde provienen algunos errores garrafales o escandalosos de este presente espinoso que enfrentamos, en el que levanta el dedo sin disputa la senadora por Sonora, la señora Lily Téllez. De acuerdo al formato de descalificación usual que se aplica en las redes sociales, podría llevarse el título de Lady Croquetas, por la utilización tan frecuente e insidiosa que aplica esta señora en tribuna. Pero, para nuestra desgracia, habría que constatar que su caso no es único. Junto a ella hay otro buen paquete de personajes cuyo caso merece ser presentado y ventilado, tal vez con el fin de no volver a cometer con otros personajes venideros el mismo error que se produjo con éstos.
A la hora en la que AMLO armó su paquete de listas para la contienda del 2018, incluyó en sus momios a personajes no fogueados precisamente en la reivindicación de las luchas populares. Se suponía que la cartera compuesta para operar a la hora de su llegada a las instancias del poder pertenecería a gente comprometida en estas lides. Pero no fue así del todo. Como decimos antes, la señora Téllez hace punta entre estos extraviados, pero no es la única.
Con el paso de los días, ya subido el equipo de gobierno a los estrados pragmáticos del ejercicio del poder, renunciaron a la cartera de Hacienda primero Carlos Urzúa, que era el titular. Quedó en su lugar Arturo Herrera que pronto tiró también la batuta y se fue con su música a otra parte. No hay que darle muchas vueltas al asunto. Ninguno de los dos traía puesta la camiseta de la 4T. Sus planteamientos economicistas apestaban desde lejos a tufo neoliberal y terminaron ahorcando su mula de seises. Como tenía que pasar, Carlos Urzúa volvió al seno del grupo empresarial norteño, a una cátedra del Tec de Monterrey, acompañado de su chícharo Alejandro Poiré, acendrado calderonista, quien le carga el portafolios a donde su amo concurra. Arturo Herrera fue instalado en una oficina del Banco Mundial, que no se distingue precisamente por su inclinación a las causas populares de los países a los que les ‘facilita’ préstamos a cambio de condicionamientos políticos leoninos.
Lo mismo habrá que decir del señor Alfonso Romo, miembro bien conocido de la oligarquía de Monterrey, quien se sumó a la campaña de Obrador y le debe haber acercado una buena cuota de sufragios. Pero con el paso de los días, ya en el gobierno, chocó con las fuerzas populares con las que nunca había contemporizado y la cuerda se reventó por lo más delgado. Era el secretario particular de AMLO y se decía que era su conecte vivo con los empresarios del país. Ya no se sabe mucho de él. Discretamente llegó y de la misma forma se retiró de candilejas.
Su mejor alumna vino a ser la señora Tatiana Clouthier, quien también se separó ya del gabinete por los días que corren. Había suplido en la secretaría de economía a Graciela Márquez Colin de quien poco o nada escuchamos que emprendiera con brío. Dejó el puesto a Tatiana y ahora ésta también se despide sin dejar mayor huella en dicha dependencia. No levantó polvareda escandalosa ninguna de las dos, pero ya no aparecen en la lista de los funcionarios destacados que se esperaba que fueran.
Otras fichitas lisas vinieron a resultar ciertas personalidades de las que se suponía que tendrían también un desempeño inteligente y acucioso, ya metidos a tareas concretas de la 4T. El que más temprano tiró la toalla fue el michoacano Germán Martínez Cázares, a quien AMLO subió a dirigir el IMSS. Pero apenas duró seis meses en el puesto y se arrepintió de haber aceptado. Era demasiada dura la tarea. Es más cómodo vivir sentado en una curul, cobrando sin despeinarse. Y luego, sin más ni qué, se declaró independiente del equipo Morena, corriente por la que se encumbró a dicho puesto. Ahora la da de senador independiente, miembro de un grupo plural. Lo mismo hay que decir, aunque con las variables necesarias, de Julio Scherer Ibarra, quien terminó desentonando en el equipo cercano de AMLO. Le quedó grande la chamarra de la judicatura del poder ejecutivo y también tiró la toalla.
Poco se habla de los intereses encontrados que se dan en estos movimientos, pero la verdad es que las diferencias deben haber sido insostenibles en todos estos casos, de manera que la separación tuvo que imponerse y se dio. Los casos de Eréndira Sandoval, de Ricardo Monreal y el del fiscal tortuga Gertz Manero aún están en candeleros. Pero de sus bamboleos nos viene la intriga general de si será conveniente meterle un rasero más crítico a los candidatos para que escojan un equipo que no deje tanto por desear. No es conveniente elongar las etapas de aprendizaje, pues resultan demasiado costosas. Ya lo estamos viendo. Pero en ésas andamos.

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