Por: Eduardo Esquivel Torres
Martes 22 de abril de 2025.- Y han pasado ya 33 años de la tragedia sucedida en el Barrio de Analco el 22 de abril de 1992.
Las explosiones de la calle Gante y sus alrededores forman parte de la historia del estado y del país, envuelta de señalamientos de culpabilidad, indignación, impotencia, pero sobre todo con dolor.
El resultado, 212 fallecidos de manera oficial y pocos creyeron, máxime para quienes fueron protagonistas (vivieron para contarlo) y de aquellos que estuvieron presentes en el lugar de la escena para ayudar a los afectados. La magnitud de los daños impidió siempre aceptar ese número de muertos.
Otra cantidad oficial cuestionada dada a conocer son las 69 personas desaparecidas y los mil 800 heridos, además de mil 142 viviendas afectadas, 450 comercios, 100 centros escolares y 600 vehículos, sin pasar por alto la destrucción de 8 kilómetros de calles.
De acuerdo a la versión de estado, las explosiones se debieron al derrame de gasolina del poliducto Salamanca-Guadalajara en la Colonia Álamo Industrial.
El flujo de gasolina llegó al colector de aguas residuales en el que se acumularon vapores inflamables pero no pudieron dispersarse debido a las obras de construcción de un sifón por debajo de la Calzada Independencia. Eso provocó un sello hidráulico y posteriormente la gasolina encontró un punto de ignición iniciando la serie de explosiones.
Los personajes políticos de ese entonces y negaron ser negligentes en la tragedia eran Guillermo Cosío Vidaurri y Enrique Dau Flores, gobernador y presidente municipal de Guadalajara, respectivamente.
El primero había asumido la gubernatura en 1989 y el segundo tenía menos de 23 días al frente del ayuntamiento tapatío. Carlos Salinas de Gortari se desempeñaba como el presidente del país.
Ambos políticos se vieron forzados a renunciar ante las presiones extremas de varios sectores de la sociedad.
Dau Flores consideró no necesaria la evacuación de la zona cuando la noche anterior a las explosiones olía a gasolina por toda la zona y sólo se procedió a levantar los registros del drenaje.
Esta tragedia ha estado vigente a través de generaciones y lo estará, quizá, por otras más como símbolo de la negligencia de aquellos que tomaron decisiones políticas y no pensando en la seguridad de quienes decidieron fueran sus gobernantes.