Hasta que la migra nos separe

Hasta que la migra nos separe.

Alfonszo Rubio Delgado

Complicado y poco amable ha sido el trato de la migra estadounidense hacia el mexicano. Obvio, del que se aventura hacia tierra que no es la suya. Del migrante. De aquel al que su país y sus políticos le han dado la espalda. De aquel que ha sido ninguneado y expulsado de su lugar de origen. Del que sobra en cualesquier parte. Del que no hace, sino incomodar a quienes se jactan de conocer todo sobre “política”. De tener todo bajo control. Y obvio aquellos les parecen residuos humanos de poca importancia. Pintan la realidad a su conveniencia.

Pues desde hace muchas décadas se ha heredado ese sentimiento. El manipulador que mueve hilos al manipulado. Mientras que, éste en su país, se desentiende de los suyos por tener ganancias económicas. “Por dejar hacer y dejar pasar” pero al extranjero.

Al usurero y voraz miembro de esferas desconocidas. Al misterioso parásito procedente de la cima del planeta. El que al pasar y al actuar nadie lo mira. Pero que al hablar e instruir, todos obedecen. El que remueve y destruye a gobernantes insurrectos. Y propone con condiciones a candidatos en su propio lugar de origen. A quienes desecha si no le cumplen sus caprichos y le toleran sus maldades. Aquel para quien el río siempre estará revuelto.

Un miserable parásito. Cierto, cualesquier ser humano en condiciones de poca exigencia, reteocede hacia el salvajismo. Pero con demasiada explotación la reacción es hacia el reacomodo. Hacia otro escalón evolutivo. A la proximidad del siguiente modo de relación. A escalar y experimentar la siguiente etapa. En ella, tendremos que reconocernos como iguales. Dejar que la brutalidad ataque las causas que se mueren. Abrazar con la civilización las formas nuevas de convivio. Adaptarnos a ese ambiente extraño para quienes hemos vivido sujetos a condiciones residuales. Y de pronto la migra cazando a discreción latinos. Enviados por aquellos que temen lo que deben. Pues el pecado de los de muy arriba también lo tienen sus muñecos de ventrílocuo. Aquellos que ejecutan sus desórdenes.

Hasta ahora, o mejor dicho, hasta hace unos días, la convivencia selvática en la frontera, era un tanto “normal”. Un “espérate, cabrón”, hacía correr más al joven que, escapando a toda prisa, iba a ofrecer su único patrimonio al obeso y ocioso dueño del field, fil o campo de cultivo. Ahora, se ha roto esa relación. Intentan los actuales dirigentes fingir que no ha pasado nada. Y ponerle un remiendo a la ruptura. Pero ya ha pasado todo. Lo único que pueden esperar es que el colapso se presente en forma decisiva. Será cuando la violencia cambie el sentido. Y se presente lo que nadie quiere pero que todos necesitan.

¡Saludos amig@s!

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