Huelgas impensables para el futbolista mexicano

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Más que un juego

 

El balompié nacional perdió la gran oportunidad de dar un golpe en la mesa.

Mientras en España o Argentina los y las futbolistas han demostrado cohesión, unión de gremio, conciencia social y solidaridad con las y los compañeros violentados en uno de los valores más básicos de una situación laboral, como lo es el salario, en México solo los medios parecen ser la vía para exigir, desde el terreno individual, la justicia faltante en su oficio.

Para nadie es un secreto que la Liga MX no iba a permitir ni aceptar un paro como medida de apoyo en favor de los futbolistas del Veracruz, quienes han sido objeto de incumplimiento de pagos, sino que hoy día ofrecen con fondos insuficientes resarcir el daño a los trabajadores,  sin que el club sufra mayor castigo por sus acciones.

Evidente es que ni siquiera por tres minutos algunos de los equipos más poderosos de la liga (Tigres y América), se solidarizaron con los jugadores del Veracruz, a fin de no morder la mano de quien les da de comer, bajo el argumento de no tener la comunicación adecuada para una protesta colectiva en el terreno de juego o bien por tener en la Comisión de Controversias la solución ante la falta de pagos.

En el fútbol femenil el salario para muchas de las jugadoras pareciera ser más bien un apoyo económico, un estímulo, hasta una de esas de las becas que reciben los aprendices de programas del gobierno federal, que un verdadero sueldo. Justo en esta semana se reveló que el pago por jugar fútbol en las Centellas del Necaxa es, en promedio, de 3 mil 300 pesos.

Además de que previo a su partido en la Ciudad de México para enfrentarse contra el América viajaron desde las 04:30 horas del mismo jueves a fin de no pagar hospedaje y sufrieron retrasos en su llegada a la capital, debido a bloqueos en algunas carreteras del país.
El partido, a la postre, lo perdieron, en una situación que sólo se recuerda en el fútbol varonil de primera división al ya extinto equipo Colibríes de Morelos.

Los clubes en España, donde el fútbol femenil ya convocó a huelga, desean pagar solamente 650 euros mensuales, mientras que en el fútbol varonil el sueldo mensual promedio es de cuatro mil euros. Aún así, la demanda de las jugadoras es de llegar a los mil euros por cada mes de entrenamiento, trabajo y competencia, sin que hasta ahora tengan éxito en su demanda.

En México, donde hace días el club Veracruz intentó llamar a protestas en todos los partidos de la Primera División ante la falta de pagos al equipo varonil (sin mucho eco, por cierto), también las jugadoras de Tiburonas Rojas de dicha entidad levantaron la voz para pedir el apoyo de la Liga MX, o bien a alguna otra instancia, a fin de que les paguen salarios caídos que oscilan entre los dos mil 500 y tres mil pesos.

Es preocupante que existan esos niveles de desigualdad en el fútbol mundial, por lo que pareciera que si no se va a valorar en términos de mayor equidad el balompié que practican hombres y mujeres, sería mejor que, hasta no generar condiciones de suelo más parejo, los clubes del fútbol femenil no se llamen profesionales, cuando las condiciones a todas luces son de amateurismo y abuso.

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