Inútil proliferación de partidos

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Antes de cada elección, en México brotan, como hongos, decenas de organizaciones que pretenden convertirse en partidos políticos. Algunos lo consiguen, muchos no. Muchos de los que logran el registro mueren al poco tiempo porque no alcanzan el 3% requerido para sobrevivir, y vivir del erario.

Algunas de esas asociaciones tienen, o tuvieron, su origen en el ámbito familiar, sindical, grupos de interés económico-político y hasta sectario; otros nacen con el único interés de estar en la palestra y, de ser posible, vivir y hasta enriquecerse del presupuesto oficial.

Los ejemplos sobran. Uno de los casos más patéticos ha sido el Verde Ecologista que surgió de la familia González Torres y lo conforman  niños bien, acostumbrados a echar relajo. Está para alquilarse al mejor postor. Otro, Nueva Alianza y ahora Grupo Social Promotor por México, de la maestra Elba Esther Gordillo, que, por fortuna, no aprobó el examen del INE. Uno más, México Libre, del muchas veces odiado desde la tribuna presidencial, Felipe Calderón y Margarita Zavala, quienes habiendo salido del PAN desean ir por la reivindicación, aunque con muy pocos visos de crecer en caso de que lo salve el Tribunal Electoral.

Y qué no decir del antes Partido Encuentro Social que ahora, en un  nuevo intento, sólo cambió por el de Encuentro Solidario para seguir siendo PES, surgido de asociaciones evangélicas. Obtuvo el registro no obstante la evidente participación de algunos pastores o ministros. Todavía así, gracias a sus fuertes vínculos con Morena y en especial con el Presidente, pasó la prueba sin haber alcanzado, en las elecciones de 2018, el registro definitivo.

Pero también hay otros muchos agrupamientos que no obtuvieron el visto bueno del INE. Más pronto que tarde lo intentarán de nuevo con igual o distinto nombre. Lo que pasa es que muchos políticos o suspirantes a serlo ven en los partidos un modus vivendi, incluso en partidos grandes o viejos. No se diga desde que reciben millonarios subsidios gubernamentales cuyas consecuencias han sido perversas hasta ahora. Por eso, para llegar, inflan cifras de simpatizantes, números de asambleas y asambleístas. Lo que menos les importa es la doctrina, los principios y tener atrás ideólogos, pensadores de peso.

Desde tiempos remotos del todopoderoso tricolor, se aprobaron o reprobaron partidos. Todo dependía, entonces, como puede llegar a ocurrir ahora, de qué tanto le convenía simular ser oposición, o la aprovechaba para dividir el voto, y fue como se mantuvo tantos sexenios en el poder.

Así fue que se negó siempre el registro al Partido Comunista (PCM), hasta que no devino en otras siglas PSUM (Partido Socialista Unificado de México) y otras siglas, cuál más o cuál menos socialista, como el Partido Mexicano del Trabajo (PMT), Partido Socialista de los Trabajadores (PST), o el todavía existente PT. O bien, con esa apariencia de socialismo como fue el Partido Frente Cardenista Unificado de Mexicano (PFCRN), conocido como Ferrocarril. Posteriormente nacería, de una escisión del tricolor, el Frente Democrático Nacional (FDN) con Cuauhtémoc Cárdenas a la cabeza, quien  tentó el poder en 1988.

No obstante, le arrebató el triunfo Manuel Bartlett Díaz, hoy cercano colaborador de AMLO, con aquella “caída” que le dio al sistema computacional y le entregó la presidencia a Carlos Salinas de Gortari.

La duda ahora es que, sabiéndoselas de todas todas, si pudiera echarle una manita ahora a su jefe que se convertirá, como lo ha amenazado, en vigilante de las elecciones del 2021.

Bien, pues después de aquellos avatares de Cuauhtémoc, nació el PRD, desinflado posteriormente por el Movimiento de Regeneración Nacional.

Por el lado contrario del PCM y otros de índole socialista, estuvo, durante muchos años en búsqueda de legitimación, la Unión Nacional Sinarquista (UNS), proveniente de los rescoldos de cristeros y que, al fin, terminó como Partido Demócrata Mexicano (PDM) –el del gallito– que  desaparecería pronto por la carencia de votos en las urnas. Sus integrantes conformaron al también pasajero PAS (Partido Acción Social).

El PRI, que gobernó por 71 años, aparte de que fue Partido Nacional Revolucionario (PNR) y que ya se había apropiado de los colores de la bandera, tuvo, para disimular pluripartidismo, a sus apéndices políticos como el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) y el Partido Popular Socialista (PPS), fundado por el histórico Lombardo Toledano, uno de los llamados siete sabios de la época.

La debacle se les vino encima cuando, tomándose en serio su papel y habiendo ganado Alejandro Gascón Mercado la gubernatura de Nayarit en el sexenio de Luis Echeverría, y como presidente del PRI Porfirio Muñoz Ledo, le ofrecieron a cambio al entonces líder pepista Jorge Cruikshank García una senaduría y ahí murió el asunto de Gascón que hubiera sido el primer gobernador de oposición.

Como sea, los partidos morralla han sido un desatino. Como se ve, ni haciendo alianzas –o amontonándose sin ideología definida y sin otra convicción que estar ahí de paleros casi siempre– no han contribuido para generar mayor conciencia ciudadana. No se tiene memoria de que esas morusas de la política nacional hayan aportado, con sus adherencias a los partidos tradicionales, números decisivos a la hora de las elecciones.

Basten dos ejemplos: Andrés Manuel López Obrador, con o sin sus coaligados, de todas maneras habria triunfado amplia y contundentemente en la elección de hace dos años en que sólo Morena obtuvo cerca del 45%  de las boletas electorales, aunque el PT y el PES le acercaron 9% más para obtener en total de 53.19%. de los 30 millones de votos que recibió en una elección en que participó el 63% del padrón electoral de 90 millones de personas.  

Vicente Fox, 18 años atrás, también ganó con amplio margen sin recibir grandes cantidades de parte del partido de la Gordillo. Entonces obtuvo casi 16 millones de boletas. La participación ciudadana había sido del 64% de un padrón de poco menos de 59 millones de inscritos.

Para aterrizar, en el terreno local, el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana dio registro a dos organizaciones. Uno a “Futuro”, que se define de centro izquierda. Su impulso está en Wikipolítica y, en esencia, en Pedro Kumamoto, cuyos orígenes se encuentran en el ITESO. Kuma, el independiente, que había detestado a los partidos y se había ido por la libre como candidato independiente, tropezó finalmente con la misma piedra. Tengo mis dudas de si despertará o no la misma curiosidad que cuando lo hizo en el pasado.

Por otro lado, está el partido “Hagamos”, una especie de copia de lo que ocurre allende fronteras, como en España. Se declaran liberales y socialdemócratas. El apoyo proviene del Grupo Universidad de Guadalajara, entiéndase: Raúl Padilla López. Al frente aparecen dos de sus allegados de años atrás, los diputados locales Mara Robles ,que está por Movimiento Ciudadano pero cuyo corazón ha latido amarillo con el PRD, de donde procede Enrique Velásquez González. Luego vendrá gente de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU).

Entonces, el Licenciado Padilla López, aparte de hombre fuerte y único de la UdeG y que también se apropió del PRD en Jalisco, ¿hará desaparecer, ipso facto, lo poco que de éste queda?

Apuesto que sí.

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