En la FIL, los escritores Juan Villoro y Antonio Ortuño recordaron al autor de Dos crímenes a 35 años de su fallecimiento.
Durante una charla relajada, salpicada de anécdotas divertidas y sin asomo alguno de solemnidad, el pasado sábado 24 de noviembre, en uno de los salones de Expo Guadalajara y en el marco de la Feria Internacional del Libro, los escritores Juan Villoro y Antonio Ortuño recordaron y rindieron homenaje a Jorge Ibargüengoitia, quien en enero de este año habría cumplido 90 de edad y falleció hace 35 años en un accidente de aviación.
Por medio de diálogos alternados, ambos escritores contaron su descubrimiento de la literatura de Ibargüengoitia y los libros que le resultaron significativos.
Juan Villoro señaló que la gente cree que un humorista es una persona que se la pasa contando chistes, pero que ese no era el caso de Jorge Ibargüengoitia, de quien la editorial Planeta recién acaba de publicar sus obras de teatro en un solo volumen.
A propósito de su faceta como dramaturgo, Juan Villoro recordó que el maestro de teatro de Ibargüengoitia fue Rodolfo Usigli, “quien lo primero que le dijo fue que se recortara el nombre, porque en México no había marquesina lo bastante grande para que cupiera su apellido, y le sugirió que se firmara ‘Ibar’”. Villoro señaló que Ibargüengoitia y Usigli no se llevaron bien y tuvieron algunos problemas.
También recordó que el escritor decía que tenía facilidad para el diálogo, pero no para sostenerlo con gente de teatro, pues estaba peleado con todos.
Villoro afirmó que un escritor que maneja el humor lo hace porque está en desacuerdo con el mundo, y la ironía le permite soportarlo. Refirió una anécdota escrita por Ibargüengoitia sobre sus desencuentros con su público. En una ocasión, una persona le dijo que no le había gustado su novela, y él le respondió: “Pues si no le gusta mi novela, escriba usted la suya”. Y otra persona que al final de una conferencia le dijo que no estaba de acuerdo con lo que había dicho acerca de la revolución mexicana, Ibargüengoitia le preguntó: “¿Cuánto pagó por venir a esta conferencia?” “Nada”, respondió. “Bueno, pues la salida tampoco la cobran”, le replicó.
Villoro apuntó que para un escritor como Ibargüengoitia, el mundo le irrita, y la manera de sobrellevarlo y de reconciliarse con él es criticándolo, pero con humor.
Para el escritor jalisciense Antonio Ortuño, Jorge Ibargüengoitia tenía la virtud de escribir hechos melodramáticos de manera no melodramática. Agregó que las situaciones ibargüengoitianos persiguen a sus fans, y relató algunas anécdotas que le han sucedido que bien cabrían en esa categoría.
“Es fácil empatizar con Ibargüengoitia tanto por sus estrategias de lenguaje como por esa frustración permanente que padecemos los mexicanos”, mencionó Ortuño.
En su turno, Villoro citó a Tito Monterroso, quien decía que el objetivo de un escritor humorista es hacer pensar y luego, a lo mejor, hacer reír. El humor es el atributo de la inteligencia, y esa característica la tenía Jorge Ibargüengoitia, remató Villor