Jugadas del ajedrez político

Jugadas del ajedrez político

Juan M. Negrete

 

Se veía venir. Eran pasos obligados y ocurrieron como se esperaban. Hablamos de los banderazos de salida en los escenarios políticos. Empecemos con el escenario internacional. La toma de nota se la llevó el presidente de Canadá, Justin Trudeau, apoyado de algunos de los gobernadores de su país. Sacaron banderas sucias para descalificarnos, a los ojos del próximo presidente gringo.

Se les ocurrió la especie fofa de no comparar a Canadá con México. Ellos son güeritos, como los gringos. Por lo tanto, son impolutos y castos; son virtuosos a toda prueba. En cambio, los prietitos del sur, a pesar de treinta años de inserción en el mercado libre norteamericano, no dejamos de pertenecer al tercer mundo.

Doña Clara, nuestra presidenta, le entró al toro por los cuernos. Retobó los dichos infames de esas criaturas tan inocentes y les hizo ver que ellos allá tienen muchas víctimas lacradas por el consumo de drogas, concretamente por el fentanilo. También señaló que sus leyes mineras serán tal vez estrictas y atinadas en su propio territorio, pero en el nuestro las mineras canadienses se comportan como chivos en cristalería. Así que más les vale a sus gobernantes ajustarse bien las anteojeras.

Lo que trasciende ya de los escenarios de nuestros tres países es que vamos a tener partidas de tres bandas todos los días. Trump tomará posesión en cuarenta días. Ya dio a conocer su gabinete. Ya nos recetó las amargas dosis que vamos a enfrentar en sus cuatro años. La verdad es que no debería extrañarnos. Da igual que nos hablen bonito o que se les altere el pulso. Siempre ha sido su tónica con nosotros eso de llevar la delantera y buscar en todo su ventaja, así nos cargue a nosotros el payaso.

Dentro de dos años vendrá la renegociación de la segunda versión del tratado de comercio libre, al que estamos suscritos con los dos tiburones del norte. No tenemos que culparles de nada a ellos, sino a nuestra falta de visión y a lo arrastrado de la oligarquía local, que se puso a atender los dictados del amo blanco sin sopesar la enorme desventaja que nos propinaban con su tratadito. Al parecer no aprendimos mucho de lo vivido en su primera etapa y lo volvimos a suscribir para un segundo período largo. Primero le decíamos TLC o Nafta; en su segunda etapa lo identificamos con las siglas T-MEC. Vendrá luego su tercera etapa. A ver con qué apodo lo nombraremos.

Pero el güero energúmeno soltó de su ronco pecho la sopa de que, si no les parábamos en territorio nacional, a los migrantes centro y sudamericanos, en su traslado por nuestro territorio, nos iba a aplicar aranceles del 25%. Para otras mercaderías, sobre todo las que tengan que ver en intercambios con China, se terminó de soltar la greña y ya habla de aranceles hasta del cien por ciento. O sea que nada más su boca es medida. ¿Para qué sirve entonces a los participantes entrarle con ellos al juego de los tratados, los acuerdos y las revisiones, si al final siempre impondrán sus caprichos y sus extorsiones?

De los poderes en los tres países, en el nuestro ya está instalado el equipo que eligió nuestro pueblo. Los gringos tomarán posesión en unos días más y en Canadá habrá próximas elecciones. Aquí hubo jaloneos y disputas teóricas sobre algunos aspectos cruciales de la composición de las partes, pero finalmente quedó listo el escenario. Nuestras instituciones ya están laborando. En la marcha nupcial con sus electores, ya casi concluye la luna de miel, que son los primeros cien días de gobierno o noviciado. En casa ya se echaron sobre el tapete todas las cartas por jugar.

La oposición se desdibujó de todo a todo, al grado de que se habla de las posibles defunciones futuras del viejo partido del sistema (el PRI) y del desdibujamiento paulatino de su eviterna oposición (el PAN). Del PRD ya ni caso tiene ocuparse. Pasó a mejor vida y ni quien lo extrañe.

Andan por ahí algunos acelerados con el ruido de formar un nuevo partido con lo más de la pedacera de cohetones tronados que sobraron de la pelea pasada. No pintan estos arrestos con buenos augurios. Pero es normal que busquen una puerta. Para entrar o para salir, es lo mismo. Y están en su derecho.

Lo que queda del PAN se posiciona en sus antiguos bastiones del centro del país (Guanajuato, Querétaro y Aguas) y la norteña entidad de Chihuahua. Para los del MC, Nuevo León y Jalisco ondean su banderita en este juego con el control de los poderes ejecutivos locales, nada más. Salvando estos lunares, el resto del país está o quedó bajo control de las ligas y tirabuzones de Morena. Algunos ya dan en catalogarlo como la reedición del viejo partido hegemónico. Morena viene a ser, a sus ojos, un nuevo partido de estado. Será o no.

La verdad de las cosas es que la tronconera dispersa de nuestra oposición ha de buscarle el lado al poder ejecutivo federal, que proviene tumultuosamente de Morena; va a tener que hallarle el lado al poder legislativo, que terminó controlando tanto la cámara de diputados como a la de senadores y a las de veinticuatro estados de la federación. Es el reparto real de las cartas o de las piezas de nuestro ajedrez político. A tales partidas hemos de atenernos en los próximos seis años.

Lo que no ayuda mucho, visto con ojos críticos, es la forma frívola y descompuesta que se hacen algunos, como ayer Lemus en Jalisco, que a la hora de tomar la batuta que le deja Alfaro, traiga al escenario, para que le acompañen, a un farandulero profesional, como el Canelo, y a otros dos aprendices de carpa, como Samuelito y Mariana, la parejita del poder ejecutivo de Nuevo León, que salieron más que verdes para este oficio complejo de la vida administrativa profesional. Fue un mal inicio éste, de Lemus. Ya veremos si compone varilla luego o si sigue bailando con pitos destemplados la música que le toquen sus titiriteros. Lo veremos.