Junto al agua, y con sed

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Hace cerca de cuatro décadas, cuando ya había empezado la temporada de lluvias, con muchas dificultades llegué a San Pedro Itzicán por un maltrecho camino que partía de Poncitlán, su cabecera municipal ¿El motivo? Averiguar el asunto de unos terrenos, aparentemente comunales, que codiciaban particulares para lotificar en lo alto de un cerro, precisamente en donde se tienen las mejores vistas del lago de Chapala. agua

Con el tiempo, el asunto se calmó y finalmente ya no supe en qué paró todo.

Lo que sí recuerdo bien, y lo confirmé personalmente años después, cuando ya había mejores accesos Itzicán, que muchos menores de edad o mujeres embarazadas presentaban serios problemas de salud,  por el uso externo y, no se diga por la ingesta, de agua del lago.

Desde entonces se sabía, sin tantas investigaciones como ahora, que su origen era el elevado grado de contaminación del líquido por el arrastre de agroquímicos, desechos de toda índole de granjas, industrias y aguas residuales en general procedentes de numerosas poblaciones ubicadas en ambos márgenes del río Lerma desde su origen en el Estado de México, hasta su desembocadura en Chapala.

Esa agua es la que en gran medida ingresa al lago, que es donde desemboca el Lerma con todo su cargamento de veneno que va recolectando de las poblaciones y de todas las actividades agrícolas e industriales, hasta las goteras de la capital tapatía como son los municipios de Ocotlán, Zapotlán del Rey, Poncitlán, Juanacatlán y El Salto, en donde los gobernantes en turno se han desgarrado una y ogtra vez las vestiduras sin hacer algo notorio para terminar con la gran cloaca de la cuenca Lerma-Chapala- Santiago.

Distintos estudios realizados, primordialmente por expertos independientes y de la Universidad de Guadalajara (yo no reconozco los hechos por Conagua, al menos actualizados) corroboraron lo que antes eran ya evidencias del origen de todo.

San Pedro Itzicán, situado también a pocos kilómetros de la cabecera municipal de Chapala, ha denunciado desde hace tiempo, sin mucho éxito hasta ahora, este serio problema que enfrentan a diario, particularmente la sed que tienen de usar y beber agua limpia y, tanto más, la sed de que se les haga justicia.

De acuerdo con esas investigaciones realizadas en distintas ocasiones, unas por expertos solidarios y otras por cuenta de científicos de la Universidad de Guadalajara, las poblaciones que más sufren por la contaminación del lago, aparte de Itzicán, Mezcala, Agua Caliente y Chalpicote (en el municipio de Poncitlán) y de quienes viven particularmente en la franja de 5 kilómetros en los municipios de Juanacatlán y El Salto, conurbados con la zona metropolitana tapatía, la contaminación causada por metales pesados y descargas de aguas residuales de toda índole, es sumamente grave.

El 7 de febrero de 2020, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos ordenó medidas cautelares en favor de todos los pacientes renales y otros enfermos que tuvieron su origen en lo que en gran medida se ha convertido, al menos en algunas zonas, en verdaderas cloacas y reiteró lo que tantas veces  se ha denunciado para que se haga una verdadera limpia a través del tratamiento integral de las aguas.

Según los estudiosos del tema, son siete los factores que han provocado esta catástrofe no atendida en las poblaciones citadas y otras más que están en la ribera del lago que, al menos, viven en gran peligro de salud pública son, por el lado de Jalisco, las cabeceras municipales y sus poblados de: Chapala, Jocotepec, Tuxcueca, Tizapán el Alto, Jamay, Ocotlán y Poncitlán. Del lado de Michoacán, Venustiano Carranza y Cojumatlán.

Entre los factores citados destacan: corrupción u omisiones en el cumplimiento de las leyes  y falta de respeto a los derechos humanos por parte de las autoridades de todos los niveles: violaciones de distintos artículos de la Ley de Aguas Nacionales, lo que ha propiciado que más de 10 mil descargas de aguas residuales no sean tratadas, o debidamente tratadas a lo largo del cauce del Lerma en el Estado de México, Querétaro, Guanajuato, Michoacán y Jalisco.

En el lago, la pesca está prácticamente fuera de actividad porque la vida acuática de está prácticamente pues los peces que quedan acumulan básicamente arsénico, mercurio y tungsteno, entre otros metales pesados, en tanto que los servicios médicos son muy deficientes, hay gran marginación socioeconómica y las plantas de tratamiento no cumplen cabalmente con su tarea o sencillamente no existen en algunos lugares.

Para resumir, diremos que el problema de la Cuenca Lerma-Chapala-Santiago, empezó a agravarse desde que, en su ciénaga, influyentes agricultores le ganaron territorio al lago por miles de hectáreas.

Y casi al tiempo que fueron disminuyendo los caudales a partir de la construcción –allá por 1951– del sistema Cutzamala para el abasto de agua a la Ciudad de México, se hacían distintas presas sobre el mismo cauce y Chapala amenazó con secarse; a tal grado, cuentan quienes lo vivieron, que se llegaba caminando a la isla de Los Alacranes.

Pero el colmo fue, cuando prácticamente se duplicó la capacidad de la presa Solís con la elevación de su cortina para riegos por inundación, primordialmente en Guanajuato, al grado de que los escurrimientos, incluso en tiempo de aguas, son ínfimos desde los años 80 y 90.

Eso sí, el arrastre de residuos tóxicos es grave en extremo. Una buena parte se queda en el lago cada vez más disminuido. Otra fluye aguas abajo por el Santiago en donde los pobladores de los municipios antes citados, pero esencialmente los de Juanacatlán y El Salto, son las primeras víctimas.

En esta parte, sus gentes padecen un sinnúmero de males respiratorios, renales, estomacales y hasta cancerosos con fatales consecuencias, en mucho, por el solo hecho de aspirar constantemente los fétidos olores que desprende la contaminación acuífera; no se diga si alguien llega a ingerir sus aguas accidentalmente como fue el muy lamentable caso emblemático (2008) del niño Miguel Ángel López Rocha, quien, tras caer a esa cloaca en que se ha convertido el río, murió sin que las autoridades se hayan realmente conmovido y obrado en consecuencia y a fondo.

Si a todo esto se agrega hoy la crisis en la distribución del agua en la zona metropolitana de Guadalajara, en donde prácticamente no ha habido colonia que no sufra la escasez, más temprano que tarde podrán sobrevenir situaciones muy delicadas, si nuestras autoridades no se ponen las pilas y se apuran a resolver de fondo el problema.

Quienes nos gobiernas deben saber que las personas no pueden sobrevivir ni aguantar la rabia cuando les falta el vital líquido o se lo dan a cuentagotas. Tampoco resistirán ya mucho si la problemática del abasto no se resuelve pronto y a fondo y menos aguantarán que se les utilice con propósitos aviesos, como el de querer justificarse, ante esto, para terminar, a su máximo nivel, la presa El Zapotillo e inundar Temacapulín y dos poblados más.

Los humanos no podemos, no deben morir de sed junto al agua, que debe ser agua pura. No envenenada. Menos morir con sed de justicia.

¿Se acuerda usted lector del crédito japonés para resolver integralmente todo este embrollo? Ya hablaremos del asunto y de quién o quiénes se opusieron

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