La Alemania Nazi: ni dictadura, ni Estado
Carlos Delgadillo Macías
Franz Neumann (1900 – 1945), miembro prominente de la Escuela de Frankfurt, publicó “Behemoth: La estructura y la práctica del nacionalsocialismo” en 1942. Una de las primeras afirmaciones polémicas que podemos hallar es que el nacionalsocialismo no constituía propiamente una dictadura. El argumento se centra en que una dictadura carece de apoyo popular, mientras que el régimen de Hitler gozaba de un evidente respaldo de las masas, por lo que el término más adecuado sería “autoritarismo”.
Más allá, se argumenta que el nazismo carecía de una ideología en el sentido de un cuerpo doctrinal coherente y ordenado. Sus líderes cambiaban de discurso constantemente, adaptándolo a las circunstancias del momento.
Sin embargo, la tesis principal y más controvertida es la negación de que la Alemania nazi fuera un Estado. Para sustentar esto, se recurre a una concepción hegeliana del Estado, entendido como una estructura que, a través de una ley codificada, división de poderes e institucionalidad funcional, permite acuerdos, negociaciones y busca evitar la violencia.
El régimen nazi representó precisamente el desmantelamiento de estas características que se habían desarrollado en la República de Weimar. En la visión de Neumann, el Estado se habría disuelto en favor de los intereses de las altas esferas de la sociedad civil, convirtiéndose en un mero instrumento de estos sectores.
El Behemoth contra el Leviatán
Para ilustrar esta idea, Neumann utiliza una poderosa metáfora, contrastando el “Leviatán” de Thomas Hobbes con el “Behemoth”:
Fue Hobbes quien popularizó a Leviatán y a Behemoth. Su Leviatán es el análisis de un Estado, es decir, un sistema político de coacción en el que quedan aún vestigios del imperio de la ley y los derechos individuales. Su Behemoth, o El parlamento largo, que estudia la guerra civil inglesa del siglo XVII, pinta un no-Estado, un caos, una situación anómica, de desorden y de anarquía (p. 11).
Inmediatamente después, aplica esta definición directamente al régimen nazi, estableciendo la premisa fundamental de toda su obra:
Como creemos que el nacionalsocialismo es —o tiende a ser— un no-Estado, un caos, un imperio de la anomía y la anarquía, que ha “tragado” los derechos y la dignidad del hombre y que trata de transformar el mundo en un caos mediante la supremacía de gigantescas masas terrestres, nos parece apropiado denominar al sistema nacionalsocialista BEHEMOTH (ídem).
Según esta interpretación, los regímenes fascistas en Alemania, Italia y España representaron una regresión histórica que destruyó los avances hacia la construcción de un Estado moderno, dejando como herencia sociedades más conservadoras y atrasadas. El fascismo no fue un nuevo tipo de Estado, sino una caída en la barbarie.
El carisma y las masas
En su análisis de la estructura social nazi, Neumann expone la teoría del sociólogo Emil Lederer, la cual describe el régimen no como una dictadura impuesta sobre las masas, sino como un sistema sustentado por ellas, lo que lo diferencia de las tiranías tradicionales.
Lederer rechaza los intentos de definir el nacionalsocialismo como la última línea de defensa del capitalismo, como el gobierno del “hombre fuerte”, como la rebelión de las clases medias, como la dominación por el ejército, o como la preponderancia de los mediocres. Según él, se trata de un “sistema político moderno basado en masas amorfas”. Son las masas las que “colocan al dictador en el poder y le mantienen en él”. En consecuencia, las masas son actores, no instrumentos de la clase dirigente (p. 405).
La base del poder del régimen no es una estructura burocrática o militar tradicional, sino el “carisma” del Führer. Neumann define este poder como una cualidad percibida como sobrehumana, que genera una lealtad y obediencia que van más allá de la simple coerción.
La justificación de este principio es carismática: se basa en la afirmación de que el Führer está dotado de cualidades que no tiene el común de los mortales. De él emanan cualidades sobrehumanas que penetran en el estado, el partido y el pueblo (p. 109).
Este poder no es una mera invención, sino que se sustenta en una creencia real de millones de personas, surgida en un contexto de crisis profunda. El poder carismático del Führer no es un mero fantasma. No es posible dudar de que hay millones de personas que creen en él (ídem).
Esta creencia enteramente irracional surge en situaciones que el hombre medio no puede captar y comprender de modo racional. No es sólo la ansiedad lo que lleva a los hombres a abrazar la superstición, sino la incapacidad para comprender las razones de su desamparo, su miseria y su degradación (p. 120).
La ideología nazi no exaltaba al Estado (como haría un absolutismo o dictadura tradicional), sino al “pueblo racial”, del cual el líder es la encarnación. El Estado es visto apenas como un medio, y si éste falla en su misión de preservar a la raza, la rebelión se convierte en un deber.
Llamar “dictadura” al régimen nazi es una simplificación. El análisis de Neumann lo presenta como una forma de dominio más moderna y siniestra, donde un líder carismático manipula a una sociedad atomizada, legitimando un poder sin precedentes que no se sustenta en las estructuras racionales de un Estado o una dictadura clásica, sino en la anarquía organizada del Behemoth.
Bibliografía
Neumann, F. (1943). Behemoth: Pensamiento y acción en el nacionalsocialismo. México: Fondo de Cultura Económica