La ambición de Salinas Pliego

“Para ser rico, millonario, hay que aprender a explotar a los trabajadores y saber engañar a los explotadores” (Ángel Ganivet, escritor español)

 

Hace más de tres semanas preguntaba yo en las redes sociales por qué, sin ser prioritarias, continuaban abiertas las tiendas Elektra, de Ricardo Salinas Pliego, y, sobre todo, me extrañaba que las estuvieran promocionando en sus mismos canales de Televisión Azteca como si no hubiera emergencia sanitaria declarada.

“Porque ahí opera el Banco Azteca” –me respondió alguien. Argumenté que no en todas esas tiendas de electrodomésticos, sino sólo en algunas había sucursales, que yo sepa, y que, en todo caso, esa sería la trampa y que no sabía si estaría sucediendo algo similar en la competencia Coppel. También que, de ser así, tendría que separarse las actividades en una y otra para guardar la “sana distancia” y evitar contagios.

 En una palabra: o todos coludos o todos rabones, y que los grandes negocios, o de influyentes como Salinas Pliego, no se aprovechen de la falta de competidores que sí cumplen al pie de la letra las disposiciones que benefician la salud de todos, en tanto aquellos ponen en grave riesgo a sus trabajadores y clientes.

 En el caso de los empleados, estos hicieron circular hace al menos dos semanas fotografías y videos en redes sociales en las que se ve el hacinamiento a la hora de la comida en las cocinas del Grupo Salinas, sin distanciamiento entre ellos, sin cubrebocas ni otras medidas de precaución indispensables.

 Luego, el viernes 17 de abril, en un desplante atribuido al súper millonario Salinas Pliego, el lector de noticias Javier Alatorre, desafiante, conminó a los televidentes de  Hechos a no hacer caso a las recomendaciones del subsecretario Hugo López-Gatell, porque “no es necesario” y bajo la consigna que hay que impulsar la economía. Ese mismo día, en noticiarios previos en los canales de la empresa, se insinuó una y otra vez a saltarse las medidas con el mismo propósito y que vienen manejando desde tiempo atrás a base de entrevistas a algunos analistas y, sobremanera, a vendedores ambulantes, por ejemplo, de que si no trabajan no comen.

 Al reto lanzado por TV Azteca, el presidente Andrés Manuel prefirió la concordia, la conciliación con su “amigo” Alatorre y, para limar asperezas, hasta se concertó una entrevista grabada tres días después, lunes 20, con el ofendido López Gatell, quien, a la misma hora, se presentó en vivo en el noticiario En Punto, de Televisa. Y todo sin novedad.  

 En sendos reportajes, uno en el diario El País la semana pasada, titulado “El negocio a cualquier precio…” y ahora en la revista Proceso, bajo el encabezado “Grupo Salinas: oficinas de alto riesgo”, desnudan las ambiciones sin medida del magnate mexicano con tal de seguir enriqueciéndose a costa de sus más de 70 mil asalariados, con pagos mensuales ínfimos, de los cuales varios sufren el contagio del Covid-19 y, al menos uno, ya murió, según han publicado varios medios.

La revista norteamericana Forbes estima la riqueza de Salinas Pliego, el segundo hombre más rico del país después de Carlos Slim, en 11 mil millones de dólares. Hace pocos años rondaba los 3 mil millones de dólares. Su banco está catalogado como uno de los que cobran las más elevadas comisiones, y Elektra, entre las más caras en su giro comercial, tiene ganancias anuales por cerca de 15 mil millones de pesos.

 En suma, ambas informaciones han puesto de manifiesto la explotación a que son sometidos los trabajadores y el grave peligro que corren, aparte de las presiones a que son sometidos los empleados del consorcio.

 Pero Ricardo Salinas, otro de los grandes beneficiarios del neoliberalismo impulsado por Carlos Salinas de Gortari –como lo fue Slim con la compra del monopolio Telmex a precio de ganga–, se quedó con Canal 13, también a precio de regalo.

 El pensador, gobernador e historiador romano Cornelio Tácito escribió que la causa de tanta pobreza es la ambición por la riqueza.

Mientras tanto, el ucraniano Tarass Shevtchenko sentenció: “…El rico no conoce ni la amistad ni el amor”.

“Es más fácil que pase un camello por el ojo de una aguja que un rico se salve…”(San Mateo, 19-23).