La anormalidad del desmadre

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Eso de plasmar y difundir imágenes negativas de otros tiene sus bemoles. Calificador como calificado deambulan con ellas, se encuentran, se distancian y construyen como pueden el tejido social en el que se mueven. No hay de otra. Armar y sopesar una imagen negativa debería de ponernos a pensar y a moderar nuestros actos para evitar su influencia perniciosa. desmadre

De nuestro México lindo y querido se han dicho muchas cosas, tanto por desinteresados como por aviesos. La imagen que difundían los invasores de nuestro viejo territorio de Texas, al que separaron de nuestro país, fue cruel. Austin y Houston, cuyos nombres ahora denominan ciudades, decían que los mexicanos éramos una raza perezosa y degenerada que no valía un cacahuate. Así se justificaban el andar promoviendo la separación y el robo de esos territorios. Deben haber muerto tranquilos al decirse que le habían robado posesiones a entes que no merecían tenerlas.

Los territorios de lo que es Texas al igual que el resto de la república habían pertenecido antes a los habitantes originarios. Los españoles que se posesionaron de ellos [nuestros abuelos], venían siendo también ladrones. Los invasores tejanos no necesitaban quebrarse la cabeza y demeritar a sus despojados. Hubiera sido mejor descargo lo que dice nuestro refrán ranchero: Ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón. Y si le apuramos tantito, con el acomodo que le hizo Gonzalo N. Santos, para aplicarlo a nuestra realidad mexicana tan insólita, les hubiera quedado que ni mandado a hacer lo de: Ladrón que roba a bandido, merece ser ascendido.

Vienen a cuento estas digresiones históricas sobre nuestras cosas, porque al ver el desorden actual, que se nos ha despeñado a partir de la precipitación de la pandemia presente, y nuestras acciones para hacerle frente, todo indica que hemos perdido la brújula. No necesitamos que ojos ajenos vengan a regalarnos cuadros de descalificación. Nosotros mismos, con un sentido mínimo crítico, caemos en la cuenta de que se nos está haciendo bolas el engrudo.

Insistiendo en los cuadros de descalificación, llegados con fanfarrias desde fuera, hace unos treinta años un analista gringo pontificó que los mexicanos vivíamos en un atraso atávico, si es que haya de otros. Que fácilmente estábamos estancados en algún período del neolítico, distante como unos seis mil años en relación con los países civilizados actuales. Comparándonos ahora con estos gringuitos, en las fórmulas que estamos aplicando para enfrentar a la plaga actual, creo que el tal analista y los tejanos ladrones mencionados bien que podrían al menos morderse la lengua.

Pero dejemos a los de extranjia y vengamos a nosotros mismos y a nuestros propios discursos. Hay bastantes cuadros de desconcierto. Muchos de los palos que andamos dando son de ciego. Con el conque de que tenemos tres niveles de gobierno y como los que creen que gobiernan suponen que se deben más bien a los partidos que abanderan y no al colectivo general a su cargo, vemos de muchos que tiran por su lado, que buscan llevar agua a su molino, sin orden ni concierto. Esto se nos convierte poco a poco en un mercado persa, donde nadie se entiende.

Tenemos once gobernadores cuyas siglas partidistas son del PAN. A cuanta directriz que provenga del centro, ellos le buscan flecos de deficiencia y razón suficiente para no acatarla. Luego se parapetan muy dignos y hasta dispuestos al chantaje de la ruptura del pacto federal. Habrase visto semejante disparate. ¿Haber llegado al poder ejecutivo por la vía de un partido distinto al de quien detenta la silla presidencial otorga respaldo suficiente para apuntar a semejante medida? ¿No serán más bien víctimas miopes de sus propias actitudes irascibles y chantajistas, de niños berrinchudos que no saben jugar en serio en las ligas mayores de la política?

El más acelerado de estos saltimbanquis es nuestro gobernador, Enrique Alfaro. Aparte de soltar de su ronco pecho que fue puesto al frente de este esmirriado estadito por la misma divinidad, para que lo guiase a buen puerto, salió el primero a la ventana y expectoró que la llamada ‘nueva normalidad’ arrancaría, sólo para nosotros, el próximo lunes 18 de mayo. Esas ansias irrefrenables de novillero, por estar montado siempre en el ruido mediático, le hicieron soltar tal especie. Si el pacto federal nos dijo que la fase cero inicia el primero de junio, por sus pistolas, Jalisco arrancaría el 18 de mayo.

Como que alguien cercano le hizo saber que otra vez se andaba meando fuera de la olla. Al día siguiente salió a decir que dijo mi mamá que siempre no. Que los que arrancan este lunes son nada más los preparativos y la aplicación de protocolos para estar listos en serio el día primero de junio a dar el banderazo de la vuelta a la normalidad mentada.

O sea, sí pero no. O sea, una cosa o la otra, o las dos. O sea, al buen entendedor muchas palabras. O sea, a ti te lo digo mija, entiéndelo tú mi yerno. O sea, que el que tenga puercos que los amarre y el que no, que no, como peroraba nuestro bien querido y afamado alcalde de Lagos. Que viva el desorden, la incuria y el desmadre, sobre todo si provienen de la casta divina, la que componen nuestros cuadros políticos consagrados. ¡Viva México, cabrones! Y al que no le guste, el fuste.

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