La belleza.
Alfonszo Rubio Delgado
Conceptos de belleza puede haber demasiados. Siempre apegados a una realidad determinada. Así, como individuos existan, habrá conceptos. Los más facilones, los hemos dejado para las anteriores generaciones. Eso, sin menosprecio de alguien en especial. Pues de eso se encarga el tiempo. A nosotros nos ha tocado una carga más complicada. Ello por ser punta de lanza en nuestra historia. Razón por la cual, hay que ir de puntitas y caminando con cuidado, cuál si el asunto tratase de un campo minado. Con cuidado, atendiendo y abarcando lo habido y un tanto lo “por haber”.
Siempre que se menciona la palabra belleza es costumbre milenaria, al parecer, pensar en la belleza física. Siendo más estrictos, en ocasiones se alude a la belleza femenina. Lo que han tratado de desentrañar, a manera de misterio, los estilistas de todos los tiempos. Filósofos como Agustín de Hipona, consideran que: “El universo proporcionado, es un universo bello”. Lo que obliga a pensar que lo desproporcionado no lo es.
Tratando de entender al Santo de Hipona, como a todos los dedicados al asunto, veamos lo siguiente. Vicio de muchos personajes en la historia, ha sido el contemplar los asuntos en general como extremos. Aún y dentro de ese reduccionismo, hay que considerar lo que nos parece adecuado, proporcionado y mejor. Conseguir conceptos que se adapten a la generalidad. Pues lo bello, por difícil de digerir y conceptualizar, se complica. Esto por considerarnos menores de edad frente a figuras históricas encumbradas.
De acuerdo con el concepto de la dialéctica, la belleza no necesariamente es un extremo. Más bien es algo equilibrado. Asunto que aterra a muchos individuos. Pues personas como Agustín de Hipona, por su extremismo religioso, no lo entendía a plenitud. Obedeció los extremos por los que le hicieron pasar. También hay que entender que, a través del tiempo, la sociedad ha avanzado; que los proporcionados no necesariamente encuentran su camino. La exigencia o presión del contexto es lo que desproporciona y hace tambalear.
Ahora bien, dentro del campo de la dialéctica en torno al particular, tenemos lo siguiente: La belleza es, ciertamente, el equilibrio entre los elementos contrarios. No nos estamos refiriendo solo a la visita. Pues la realidad es contemplada, en gran medida, a través de aquel sentido. Aunque existen otros tantos. De los cuales se enumeran cuatro más. Así, el olfato, el tacto, el gusto y el oído completan los cinco clásicos. Y en todos ellos se aprecia la belleza. Aún más, a través de los sentidos captamos, una vez considerando y conociendo los extremos, lo sublime del equilibrio. Por ejemplo, nuestro olfato después de conocer los aromas extremos capta un perfecto equilibrio en un perfume, siendo logrado éste por un artista perfumista o por la naturaleza, como la tierra mojada.
El sentido del gusto está igualmente socorrido por el arte culinario. El (la) gastrónom@ que se esmera en canalizar su amor a través de su sazón. Mismo que plasma en esas bellísimas obras de arte que son sus excelentes guisos, propios éstos de las respectivas regiones del planeta.
La belleza pues, está presente en todos los sentidos. Se manifiesta a plenitud en el equilibrio manifiesto. Mismo que la dialéctica considera la máxima manifestación y gozo estético. Y el máximo logro a qué pueda acceder cualquier individuo en la faz de la tierra.
¡Saludos amig@s!