La despedida
Juan M. Negrete
Le quedan sólo tres días a AMLO para entregar la batuta del poder ejecutivo a doña Claudia Sheinbaum. El primero de octubre capturarán nuestra atención la ceremonia y los detalles de este cambio de personal. Luego vendrá lo de siempre: promesas, perspectivas nuevas o renovadas, proyectos de cambios y propósitos de enmienda, todo revuelto en un mismo batidillo. Tras esto, el retorno a las rutinas cotidianas. Es lo sabido y esperemos que así sea.
Pero al señor Andrés Manuel le llueve sobre su milpita, recio y tupido, porque como ya entrega la estafeta se visualiza que se quedará sin el poder que ha ostentado sin soltar rienda estos seis años transcurridos, completitos. De boca propia suya corre la nota de que se va en definitiva, que se jubila, que hace un alto merecido y tal vez para siempre. Hasta ya nos hizo pública su decisión de que no lo vaya a buscar nadie, porque a nadie recibirá. Bueno, corrigió que sí recibiría a la presidenta, si es que va a tocarle la puerta. Pero a los demás ya nos mandó por adelantado al cuerno. Ni para qué enchincualarse en buscarlo.
Ha sido larga su gira de despedida. Ha ido por todos los rincones de la república, acompañado de la dama que será su relevo. Le han buscado la justificación y la correcta dimensión interpretativa a estas giras. Pero no hay necesidad de romperse la testa por tales minucias. Se va y le quiere decir a sus votantes, a los que manifestaron su dictamen electoral para que continúe su línea política, cómo va a mascar la iguana de aquí en adelante. El ya no va a estar en el centro de la foto, pero como si estuviera.
Si le hubieran preguntado a este tecleador si estaba de acuerdo con semejante gira y tan prolongada, les hubiera insinuado que se la ahorraran. El que ama no necesita emblemas, subterfugios ni muestras exteriores de sus afectos. Eso es superficial. Porque hasta el discurso amoroso ha sido involucrado en toda esta sanfrancia. Tan es así que se repite aquí y allá la frase de que amor, con amor se paga. Si los que nos inclinamos a palomear en positivo esta línea política de acción damos nuestro brazo a torcer para que nos señalen como querendones, pues acatamos el dictamen o callamos. Y ya. Veremos que AMLO se baje del estrado y hasta aplaudiremos que Claudia suba. No hay para qué buscarle tanto ruido al chicharrón, porque así será. Pero, como se suele repetir, nadie está contento con su suerte.
Los que sí nos han sorprendido con sus exteriorizaciones en negativo son los que componen la retahíla de colegas comentócratas, cuya identidad pasa por detestar y hasta odiar al tabasqueño. Nomás santo no ha sido. Le tildan de narcisista, de incumplido, de echador, de balandrón, de ignorante, de falaz y de muchas otras lindezas. Hacen recuento de su sexenio y, para ellos en concierto, no dio una. No está fácil explicar tal derrotero de fracasos y la obtención tan abultada de sufragios a favor de su línea política. Pero bien dicen los que le saben a esto de los avatares de la grilla: Calumnia, que algo queda. Aunque sea el mal sabor en el hocico, pero algo es algo.
Para el gusto de este analista, pequeño y provinciano, los colegas opinólogos a quienes siempre se les tuvo por muy destacados cometen en este punto una equivocación supina. Y no va tanto el cántaro a decir que porque son de derecha confesional estén equivocados. Así les estuvo finteando Obrador todos los días y así cayeron en su garlito, sin sacudirse la maldición. El los tildó siempre de conservadores y enseguida se desmarcaba de sus haceres y de sus díceres. Tal tapadera les obnubiló la mente.
Pues ahora que ya se baja Obrador del escenario, se han dado cuerda para despotricar contra su persona, por descalificar lo hecho y lo logrado de su período, por desdibujarlo hasta el cansancio. Sus notas peyorativas y distintivas permanentes recurren a la atención de la persona del ejecutivo, nada más. No se alejan de tal recurso. Es él el malo. Es su persona. Son sus actos personales. El mono, siempre el mono. Y con tales obsesiones y tan limitadas, traducen la pobreza de su perspectiva política.
El culto a la personalidad, en los avatares de la política, es una deficiencia que se paga caro, pues se revierte. Nos lo han dicho hasta el cansancio los maestros de la praxis. Ésta no es un torneo de idolatría. La sana política debe atenerse a los proyectos comunes, a los objetivos dignos de atención y ocupación, a lo que nos concierne a todos y a lo que no debemos nunca de perder de vista.
Por supuesto que el muñeco AMLO, como persona, puede tener y tiene de hecho muchos defectos. Mas, por ser ésta una verdad de Perogrullo, la hemos de obviar y continuar adelante. No se entiende bien entonces la razón de por qué tantos colegas congelaron su lupa y afilaron sus dardos para vapulearlo y, lo peor, sin éxito ni buena fortuna. Ya se va AMLO, pero sus detractores se irán por delante. Le deseamos a nuestro próximo expresidente el mejor de los éxitos en esta nueva etapa de su vida. Y nada más. Se puede ir con la satisfacción amplia del deber cumplido, pues así lo muestran las numeralias de aprobación que se auscultan en la mayoría de sus gobernados. Nos cumplió AMLO en lo general. Dejó pendientes y hasta fallas serias, como lo de Ayotzinapa. Pero le pondremos su estrellita en la frente y que le vaya mejor que bien. Ojalá que los pejes se nos multipliquen en dichos escaños en el futuro venidero y que no decaiga el ánimo colectivo del trabajo conjunto.