La disolución del PRD / II
Juan M. Negrete
Son conocidas las dificultades, trampas y trucos legales, montados contra su registro del PRD, que venían desde la mafia del poder institucionalizado. Para sortear tantas complicaciones se recurrió a una estratagema firme y segura. El partido PMS celebró una asamblea en la que reformó sus estatutos y modificó su ‘nombre oficial’. El PMS se convirtió en el de la Revolución Democrática.
Propusimos antes revisar con cierto detenimiento lo hecho por el PST al interior del PRD, que lo llevaron a su disolución. Primero demos algunos nombres: Rafael Aguilar Talamantes, Graco Ramírez, Guadalupe Acosta Naranjo, César Humberto González Magallón, Jesús Ortega Martínez y Jesús Zambrano Grijalva, éstos dos últimos mencionados siempre con el apodo de los Chuchos. Su discurso persistente fue definirse de izquierda.
El régimen instrumentó una feroz represión contra sus críticos del año 68. Aparte de la muy conocida noche de Tlatelolco, mantenía encerrados en prisión a las cabezas pensantes más destacadas de aquellas movilizaciones. La presión social terminó obligando al régimen a liberarlos, hecho que vino a ser una luz de esperanza para los luchadores sociales de nuestro país. Pronto, ya en libertad, promovieron muchos de ellos la construcción de un nuevo partido, para unificar sus esfuerzos de lucha y poder seguir con la lucha inclaudicable.
Tres de estos líderes más destacados fueron Valentín Campa, Heberto Castillo y Demetrio Vallejo. Campa militaba en el PCM, que era clandestino y cuyos miembros sufrían hostigamiento permanente. Nuestro partido comunista era una carta que cargaba con todos los estigmas y las carretadas de mentiras que en Occidente se vertían en contra de la URSS y del resto de partidos comunistas del mundo. Incorporarse a él, se veía como un mal paso pragmático. La propuesta alterna fue construir uno nuevo, que arrancara sin lunares, ni desventajas de este orden.
Así aparece en escena el PMT (partido mexicano de los trabajadores) cuyas cabezas visibles fueron el ingeniero Heberto Castillo y el líder ferrocarrilero Demetrio Vallejo. Las ligas con el PCM no desaparecieron, aunque el símbolo de la hoz y el martillo no fuera ondeado en las banderas de este nuevo organismo. Pues es justamente en ese momento cuando, de los sótanos del poder mismo, se impulsa a otro nuevo partido, en paralelo para desempeñar el mismo papel del nuevo PMT, pero con ropaje de esquirol, con todas las tildes de la simulación y las tomaduras de pelo. Producto de la práctica clásica de dar atole con el dedo y verle la cara al que se lo crea pues, nace el nuevo partido: el PST (partido socialista de los trabajadores).
Así como Antorcha Campesina era la versión oficial de las organizaciones campesinas del país, que luchaban por consolidar el reparto agrario, así armó el régimen su nuevo mamotreto partidista que fue el PST. Lo paró ante la opinión pública para que fuera mediatizando y nulificando los avances que lograran el PMT y el viejo PCM. Ya no le resultaban útiles a los poderes fácticos el viejo partido de Lombardo Toledano, el PPS, ni el PARM. Había que construir un nuevo partido satélite, que se infiltrara en la movilización de la izquierda del país y que buscara demolerla por dentro.
Nació 1973. Y se metió a la lisa de la vida de los partidos, que en 1978 conocerán la dinámica actual y sus vicisitudes de la vida partidista en el país. En estos años es reconocido el PCM. El abanico de las fuerzas de izquierda en el país empieza a ventilar nuestra vida pública. Resultaría muy complejo presentar tantos episodios de la evolución de nuestra izquierda, porque presenta demasiadas facetas. Quedémonos por ahora en lo que vivió nuestra izquierda con la intrusión en sus filas de los polichinelas del PST.
En 1987 modifica sus siglas para convertirse en el PFCRN. Se coaliga a la gran alianza del FDN. Sobrevive al fraude priísta que impuso a Carlos Salinas de Gortari. Se integra de inicio al PRD, pero luego, de acuerdo a su papel asignado desde las sombras del poder, va a abjurar del izquierdismo de este partido. De los resultados electorales de 1988, había obtenido el mayor número de diputados de la oposición. Su presencia en la LIV legislatura le daba presencia. De inmediato enseñaron el cobre. Su bancada cogió pista propia y se desafanó de los compañeros con los que se fundó el PRD.
En 1994 postula como candidato a la presidencia de la república a su líder Rafael Aguilar Talamantes, considerado por buena parte de la izquierda mexicana como un político poco serio, a quien acusaban, entre otras cosas, de invadir predios y conjuntos habitacionales, particularmente en el Estado de México. En tal elección ya obtuvieron muy baja votación.
En 1997 el PFCRN cambió nombre de nuevo. Se llamó simplemente Partido Cardenista. Participó en las primeras elecciones para jefe de gobierno del Distrito Federal. Su candidato fue el conocido periodista Pedro Ferriz Santa Cruz. El fracaso electoral trajo la disolución de su nuevo juguetito, el Partido Cardenista, que perdió su registro y desapareció. Pero como la humedad, de manera poco visible, volvieron estos truhanes a clavar su pica en el PRD y recomenzaron las tretas para difuminarlo. Ya había superado el PRD la profunda crisis de su nacimiento y de los primeros pasos. Se consolidaba como una de las tres fuerzas pesadas del país. Su rostro de izquierda era inconfundible. Había que minarlo por dentro y a eso se reincorporaron. Daremos cuenta de algunos de estos embates en una tercera entrega.