Por José Díaz Betancourt
¿Por qué no hay un corrido del desaparecido? Mientras los corridos de los delitos, sus protagonistas y sus intérpretes se cuentan por cientos y se ejecutan en todo tipo de escenarios, no hay fiesta patronal que valga que no programe un grupo o varios para interpretar narcocorridos, con el apoyo de autoridades religiosas y oficiales.
El mayor intérprete de este subgénero musical logró el año pasado 45 millones de reproducciones de sus principales éxitos. El estado de la república donde más se interpretan corridos, se componen corridos, se descargan corridos y se citan escenarios delictivos y sus narrativas, es Sinaloa.
A muchos mexicanos les gustaría ser un héroe de un narcocorrido, porque significa opulencia, arrojo y éxito; en contraste, un desaparecido es no tener dinero, ser humilde, y alguien “a quien le tocaba”, o como muchas autoridades y estratos de esta sociedad dicen: “en algo andaba”.
Así que, aunque los corridos describen sucesos conectados con acciones sociales recurrentes que surgen en un entorno particular, las canciones del delito triunfan sobre los más de 120 mil ausentes en México y cada una de sus historias, que sólo la cuentan sus madres —y por cierto, nadie las escucha—.
Pilón
En las últimas semanas desaparecieron cuatro estudiantes de la Universidad de Guadalajara, con lo que ya suman 23 los jóvenes desaparecidos. Las alarmas están encendidas en torno a planteles universitarios, donde urge comunicar a los estudiantes información para proveerlos de herramientas de autocuidado.