La Escamocha | Exterminio

Por José Díaz Betancourt

En la misma ruta carretera y quizá con la misma rutina diaria, decenas de vehículos por separado trasladaban a simpáticos turistas, extranjeros y nacionales, a conocer los Huachimontones y a tomar tequila, mientras otros, preocupados jóvenes, eran conducidos a su destino final—por ese mismo camino—sin saber que serían torturados y después exterminados.

Y es que jamás nos hubiéramos imaginado lo que nos faltaba por ver. Después de 16 mil desaparecidos y sus historias de horror para cada una de sus familias, ahora el exterminio colectivo.

Vaya signo simbólico y pesada cruz para esta administración de gobierno, porque la anterior ya se fue, literalmente por piernas, con todo y balón; es decir, con toda la verdad allende el Atlántico.

Vaya miedo de los vecinos a este campo de exterminio, que durante años han callado lo que ahí sucedía, a tal grado que ninguna llamada anónima se filtró consistentemente para evitar esta tragedia.

Y es inevitable preguntar: ¿cuántos ranchos más, al estilo Teuchitlán, operan en la campiña jalisciense? Y, como escuché comentar a una señora tapatía: “Nunca imaginé que mi ciudad, la ciudad de las rosas, se convertiría en un lugar de tortura y exterminio, la ciudad de los hornos crematorios”.

Pilón

Comienza la temporada de hallazgos con el desazolve del SIAPA en alcantarillas y bocas de tormenta, previo a las tormentas tapatías, mientras Jalisco se resiste a abandonar el primer lugar en incendios forestales en México, del cual es poseedor desde hace varios años.

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