La filosofía como forma de vida

La filosofía como forma de vida

Silvia Patricia Arias Abad

Durante siglos la actividad filosófica se ha representado en la mayoría de las veces como un conjunto de ideas que se expresan en forma de discursos teóricos, es decir, la Filosofía se ha visto desde los ojos de quien no la conoce o no se ha adentrado en ella, como una disciplina meramente teórica y no como una actividad de estrecha relación con los asuntos de la vida cotidiana.  Sin embargo, cuando nos detenemos a revisar la filosofía antigua y más específicamente el pensamiento esparcido por las llamadas escuelas helenísticas, nos encontramos con un modo distinto de pensar y de hacer filosofía, aunado al período clásico con Platón y Aristóteles, éste último el más sistemático y estructurado. En Sócrates analizamos una perspectiva filosófica encaminada a priorizar al ser humano, el “conócete a ti mismo” viene a plasmar una perspectiva antropológica en el filosofar, dando prioridad al estudio del Hombre y su relación con la sociedad y la ciudad (moral y política), aunque tampoco hay que olvidar la máxima de Platón de que filosofar es prepararse para la muerte, construyendo así una exhortación.

Con todo ello, la filosofía antigua está llena de experiencias de pensamiento, ejercicios de cómo pensar. Para los antiguos, la Filosofía era comprendida como un modo de vivir, una forma de vida, sin importar que quienes la ejercitaran tuvieran o no un discurso teórico, lo importante era vivir ‘como filósofos’.

En este contexto, es más importante observar cómo vive el filósofo que cómo teoriza, o bien, realzar la compatibilidad de las ideas con la forma de vivirlas, o de llevarlas a la práctica, la coherencia entre lo que se dice que se piensa y la manera en que se vive. Y es que, la Filosofía debe ‘servir’ para vivir y para vivir bien. El filosofar, por tanto, no debe reducirse a la construcción de un discurso teórico impecable y argumentado, ni el filósofo debe contentarse solo con el discurso.

El filósofo francés Pierre Hadot (1922-2010), reivindica en algunas de sus obras el perfil ‘práctico’ de la Filosofía, tomando como eje de estudio la filosofía antigua, en donde, entre otros aspectos, resalta al ejercicio de la actividad filosófica como un ejercicio de carácter ‘espiritual’. Él mismo subraya cómo Platón, por ejemplo, nos enseña racionalmente a pensar que la virtud es más ventajosa que el vicio, que tenemos que hacer el bien por nuestro propio interés. Por lo tanto, entender la Filosofía como forma de vida es entender cómo se comporta el filósofo en la vida cotidiana.

En el caso de la filosofía estoica, se comprende que los estoicos no solo se concentraban en la teoría discursiva, sino que su filosofía se mostraba en la forma en que vivían, la austeridad y el rigor moral con el que ejercían su conducta los hacía ver a los ojos de los demás como personas exageradamente austeras. Los epicureístas, eran considerados a su vez, como gente que llevaban una vida muy simple. Pero quienes llevaron a su máxima expresión la filosofía como forma de vida fueron los cínicos. Son conocidas las anécdotas sobre la vida de Diógenes de Sínope narradas en “Vidas de los Filósofos más Ilustres” de Diógenes Laercio: el vivir en un tonel, el rechazo a la vida convencional, los cínicos se contentaban con muy poco y promulgaban la vuelta a la naturaleza y el rechazo a todos los principios y reglas sociales. En general, estas escuelas filosóficas se caracterizaban por la elección de una forma de vida.

La Filosofía como forma de vida implica el desarrollo de una actividad que lleve a la transformación de la propia existencia. Quienes tienen la oportunidad de acercarse a ella como disciplina académica o profesional, entienden que la Filosofía no se deja colgada en el perchero a la entrada de la casa una vez que se pasa una jornada ejerciéndola, como sí se hace con otras actividades profesionales. No, la Filosofía es un modo de ver la vida, una forma de vivir a través de la cual se construye la propia existencia, vida y Filosofía son una sola, el discurso y la práctica se conjuntan coherentemente para erigir la vida.

Concebir la Filosofía como una práctica y como forma de vida constituye todo un arte de la existencia para aprender a vivir. De esta manera podemos y debemos en acuerdo con las demandas del contexto actual, retomar a la Filosofía en su sentido práctico, como un método para alcanzar la independencia y la libertad interior. En algunos casos, se le ha llamado filosofía terapéutica, en la que, incorporando el diálogo, la escritura y la lectura se pueda entender cómo dirigir el pensamiento, generando así, una interpretación ordenada del mundo. La distancia entre el discurso y la vida filosófica es que ésta supone una transformación de uno mismo, mientras que el discurso es apenas una parte de ello.

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