La gloria política: de la tinta al móvil

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De Monsiváis al Covid-19 y la pandemia violenta en 22 minutos.

Han sido semanas de nostalgia y de incertidumbre. Primero, porque recordar 10 años de la partida de Carlos Monsiváis siempre lo pone a uno en contexto de lo que las letras representan, del oportuno y crudo análisis de la realidad y sus actores, sobretodo en la cancha pública, donde la pelota está en el poder y esfuerzo de casi todos nosotros.

La crónica como instrumento para el relato de los rituales del caos cotidiano, siendo ese par uno de los títulos que más le disfruté a don Carlos ( Los Rituales del Caos y A ustedes les consta: antología de la crónica en México ), porque la crónica invita a matizar sin dejar de ser preciso nuestro día a día en los que Monsiváis no vio el relato de una violencia más ascendente, de la pandemia que fastidia, agota y en algunos terriblemente mata.

Estos sucesos se enredan en la infaltable aparición política, sin que ésta resulte resolutoria.

Para Monsiváis “leer el periódico fue una disciplina. Me fascinaba ver como todos los políticos eran grandiosos… cómo vivíamos en el mejor de los mundos posibles”. Hoy tendría que leer en el móvil, en ordenador y hasta apoyarse en los videos: escuchar esos mensajes de gloria, de justa y pronta atención a problemas como la pandemia y la violencia, que justo en el arranque del fin de semana golpeó en el corazón político de la nación, con la brutalidad casi cotidiana del resto del país.

Observaría también aparición cotidiana de Hugo López Gatell, la tardía respuesta a la durísima acción criminal que arrebata la vida del policía, del ciudadano que va a trabajar y encuentra las balas en medio del fuego cruzado y las del ansioso personaje público que clama en las calles por su normalidad robada por un virus de laboratorio o la inverosímil sopa de murciélago, o bien a las afueras de un hospital.

En tanto, nuestros políticos y sus mensajes seguirán siendo grandiosos, tal como Monsiváis los describió, virales y contundentes ─más en el discurso que en la acción─.

Sobre los 22 minutos, más que la medición exacta del tiempo que me llevó en pasar del borrador al ordenador, de la tinta al móvil, también porque en la nostalgia y recuerdo, el festejo al canal 22, cuya crónica y relato son estimulantes, casa de Monsiváis, ─entre otros actores vitales del México─  de quien no debemos de desprendernos para obtener de cuándo en cuándo algunas respuestas colectivas.

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