Durante las crisis económicas es cuando se puede ver la orientación de los gobiernos, la forma en que encaran los problemas, las políticas que diseñan, pero sobre todo a quién benefician y a quién perjudican con sus políticas. En México, hemos acumulado mucha experiencia al respecto, dado que durante los últimos seis sexenios hemos enfrentado al menos tres grandes crisis económicas, y en todo los casos el gobierno federal implementó políticas económicas que al final profundizaron la desigualdad económica y aumentaron los niveles de pobreza.
Cómo olvidar que durante la crisis de los ochenta, en los inicios del gobierno de Miguel de la Madrid, el gobierno presionado por los organismos financieros internacionales, léase Fondo Monetario Internacional, se vio obligado a firmar cartas de intención, comprometiéndose a impulsar reformas económicas estructurales, tal como la apertura comercial (México entró al GATT, hoy OMC en 1986) o la venta de empresas paraestatales, medidas que al final favorecieron a los sectores empresariales, principalmente aquellos que producían para el mercado interno. Muchos de los problemas que México vive hoy en día se gestaron durante ese sexenio, ya que México impulsó esas reformas en un contexto de profunda crisis económica, lo cual llevó al rompimiento de cadenas productivas, mismas que al día de hoy no han podido restablecerse. Esto porque se dejaron de implementar políticas que favorecieran el desarrollo de la industria local y con ello el fortalecimiento del mercado interno.
Salinas de Gortari continuó con la oleada de reformas que inició De la Madrid: finiquitó la venta de bancos comerciales, vendió casi todas las empresas paraestatales, incluida Telmex y negoció el Tratado Comercial con América del Norte. El sexenio de salinas terminó mal, la crisis le estalló en las manos a Ernesto Zedillo; este gobierno aplicó una política de choque brutal, sin embargo, otra vez fueron los sectores empresariales más poderosos los que salieron ganando con la crisis. Fue en este gobierno que la quiebra bancaria se financió con recursos públicos y nació el Fobaproa, deuda que aún seguimos pagando los mexicanos.
La siguiente gran crisis se presentó en el gobierno de Felipe Calderón, en el período 2008 a 2009. Al igual que ahora se combinó con la aparición de una epidemia marcada por la gripe H1N1 que se prolongó hasta 2010. Otra vez, el gobierno utilizó recursos públicos para salvar de la quiebra a las grandes empresas. A pesar de las políticas, la crisis financiera de 2009 fue muy profunda, generó un aumento del desempleo, fenómeno que fue agudizado por su estrategia fallida de lanzar al Ejército a las calles a perseguir delincuentes ligados a los cárteles de la droga.
En las tres crisis la receta fue casi la misma: endeudamiento externo e interno, políticas de choque para contener la inflación, transferencias de recursos públicos al sector privado, contención salarial. Es decir, se impulsaron políticas que buscaban recuperar la estabilidad macroeconómica en donde los trabajadores de México y los sectores más vulnerables siempre llevaron las de perder.
No es un secreto para nadie que la cúpula empresarial en México ha tenido secuestrado a los gobiernos. Fue durante los gobiernos de Salinas hasta Peña Nieto un poder fáctico que presionaba, casi siempre con éxito, a orientar las políticas y reformas constitucionales a su favor. México es uno de los países de la OCDE que tiene mayor desigualdad económica; situación que no es obra de la casualidad, sino producto del rol que ha jugado las élites empresariales en el diseño y orientación de las políticas económicas.
Esta parte de la historia económica y política de México no puede quedar al margen cuando se analiza la actuación actual del presidente López Obrador frente a esta crisis. Es claro que conoce bien esta historia y por tanto no quiere y no está dispuesto a repetirla. Por eso, creo, se equivocan los analistas que dicen que el mandatario federal no sabe lo que está haciendo, que no comprende el nivel de profundidad de esta crisis, y que por ello está minimizando sus efectos. Esta apreciación es equivocada. Creo que está muy consciente de las consecuencias de sus políticas, tanto que entiende que lo van a llevar a enfrentar la peor crisis económica y gubernamental de su gobierno: la viabilidad en el corto plazo de este gobierno depende del éxito de sus decisiones. Sin embargo, por el lado opuesto, la oposición política y las élites empresariales que van operar para descarrilar el gobierno de López Obrador, están utilizando la pandemia del Covid-19 para ponerle piedras en el camino.
Estaba pronosticado que nada de lo que dijera López Obrador en su primer informe de 2020 dejaría satisfecho a los empresarios. Las cúpulas empresariales ya sabían que el presidente no iba a cambiar su postura, esos postulados lo ha expuesto en infinidad de ocasiones, desde que era candidato ha cuestionado que las crisis económica ha sido la generadoras de pobreza y concentradoras de la riqueza. Este fin de semana, el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, anunció que daría a conocer las políticas de apoyo económicas a las empresas de México, pero no podemos esperar que éstas se alejen mucho de los lineamientos que ya fijó el presidente el domingo 5 de abril.
Así que se espera para este año una de las peores crisis económica de nuestro país, mucho mayor a las anteriores. El PB va a desplomarse entre un tres y siete por ciento, crecimiento exponencial del desempleo y mortandad de empresas. En las últimas tres crisis comentadas, éstas no derivaron en una crisis políticas profundas, pero ahora sí se pronostica una gran confrontación entre las élites económicas y políticas contra el ´presidente López Obrador. No es para menos, fueron tanto los años donde estas élites fueron mimadas, favorecidas y privilegiadas por las políticas del gobierno no sólo en los períodos de crisis, que ahora un gobierno que apuesta, tanto en el discurso como en las acciones a favor de los sectores más vulnerables, pues era de esperarse que los altos empresarios las perciben como atentatorias de sus intereses.
Se espera un período oscuro para el gobierno de López Obrador, la pandemia y sus secuelas negativas en la economía van a poner a prueba al presidente y su equipo de trabajo, veremos el talante para aguantar la embestida que se viene. No va a ser nada fácil enfrentar la crisis económica, la pandemia y la crisis política, todas juntas en un mismo año. Veremos, sólo el tiempo podrá revelar quién tuvo la razón; con el tiempo se podrán evaluar la efectividad de las políticas y, por supuesto, la fortaleza del gobierno de López Obrador.