La imagen como proverbio
Josefina Reyes Quintanar
Retomando una de las ideas de la semana pasada, y en la nueva forma de comunicación social que tenemos a través de las imágenes, pensemos en ellas desde otra perspectiva. Toda imagen necesita de un texto y contexto, no pueden hablar por sí mismas, siempre y cuando queramos tener la información apropiada. Para ello es primordial tener un poco de conocimiento de la historia. Ayuda sobremanera el instalar cualquier imagen dentro de un contexto histórico, dándole objetividad a lo que vemos.
Susan Sontag, novelista, filósofa y ensayista, dedicó su vida principalmente a la creación literaria, aunque también trabajó en cine con algunos guiones y en la docencia en varias universidades. A lo largo de su vida logró consolidarse como una intelectual con crítica cultural. Una de sus últimas obras fue “Ante el dolor de los demás” donde expone un profundo análisis sobre el significado de las imágenes de la violencia y la forma en que los seres humanos las entienden. Anteriormente en su obra “Sobre la fotografía”, donde hace honor a la palabra al no incluir ninguna fotografía, explica los principales problemas morales y estéticos de las imágenes en los medios de comunicación y su impacto en el orden social y político, brindando un análisis histórico desde la creación de la fotografía en el siglo XIX hasta los años 70´s.
Sontag se centra en imágenes y fotografías de dolor y sufrimiento, principalmente de guerras, aunque también podrían caber las de desastres naturales o fenómenos sociales. Nos brinda variedad de ejemplos, ya que históricamente los periódicos han estado publicando fotografías para informar desde 1880. Quizá de los primeros acontecimientos informados con imágenes tenemos la Guerra de Crimea la cual ocurrió entre 1853 y 1856, siendo Gran Bretaña el primer país en enviar a un corresponsal que informara por medio de imágenes lo que sucedía. Existen también fotografías de la Guerra de Secesión de los Estados Unidos, la primera Guerra Mundial, la Guerra Civil Española. La Guerra de Vietnam fue el primer conflicto que se atestiguó día a día tras las cámaras del televisor.
Con las imágenes, pueden traernos, por un momento, una realidad que nosotros no hemos vivido nunca (para nuestra buena suerte). Las imágenes mostradas pueden provocar reacciones totalmente opuestas en sus espectadores. Tenemos la decisión de quedarnos como un sujeto pasivo, que simplemente ve pasar los acontecimientos, o podemos, por el contrario, tener una reacción y formarnos una opinión al respecto.
Nos dice Sontag: Ser espectador de calamidades que tienen lugar en otro país es una experiencia intrínseca de la modernidad, la ofrenda acumulativa de más de siglo y medio de actividad de esos turistas especializados y profesionales llamados periodistas. Mientras observamos la miseria que viven los otros, respondemos con indignación, compasión, excitación o aprobación. Incluso pueden llevarnos a la acción; como es el caso de la ayuda humanitaria que suele enviarse a países en catástrofe.
La bondad de las imágenes en una era de sobrecarga informativa es que nos ofrecen, mediante una fotografía, un modo rápido y desahogado de comprender algo, y un medio compacto de memorizarlo. La fotografía es como una cita, una máxima o un proverbio. Una vez que un fotógrafo publica una imagen, la significación no podrá determinarla más, su control en nulo sobre los efectos que puedan causar dicha imagen en el público.
Pero tampoco se deje engañar, es posible que una fotografía tergiverse las cosas, pueden fabricarse mentiras a partir de una verdad. Basta alterar el texto al pie, y la muerte de los niños puede usarse una y otra vez, como actualmente somos bombardeados con imágenes del conflicto entre Israel y Palestina ¿Cómo saber si se trata de niños palestinos o israelíes? Al final no le importa a la indignación, son simplemente niños.
Como siempre, debemos ser mesurados en este tema. Por una parte, las imágenes son una herramienta de la prensa y el resto de los medios de comunicación para enfocar la atención pública e influyen totalmente en la opinión que nos formamos. Además, en este contexto de sobreinformación y saturación de imágenes, al final tenemos un doble impacto contradictorio, por una parte, nos acercan a una realidad definida en otro punto geográfico y a su vez pueden provocar una tendencia a la insensibilización al dolor ajeno.