La metáfora

La metáfora
Josefina Reyes Quintanar

Diversos son los tropos, figuras literarias que acarician la imaginación. La diferencia entre ellos es muy sutil, ya que el fin de su existencia es el usar una palabra o frase en un sentido distinto al propio. Los tropos utilizan una forma diferente de expresarse, tratando siempre de llevar más allá el significado de las palabras, digamos que su utilidad es añadir capas de paralelos y a su vez asignar profundidad a su correspondiente. Como herramientas que son, permiten enriquecer con creces el lenguaje utilizando las palabras más allá de su significado y añadiendo abundancia al mismo. Tenemos entre ellos a la metonimia, la ironía, el símil, el hipérbaton y la metáfora, creo siendo esta última la más intensa en la literatura.
La metáfora, siendo una de las figuras retóricas, se utiliza para referirse a algo sin nombrarlo explícitamente, y para ello recurre a un uso figurado del lenguaje estableciendo comparaciones entre dos cosas o ideas aparentemente inconexas. El resultado, si es bueno, puede ser hermoso. O, al contrario, un fiasco. Al no establecer comparaciones claras, depende mucho también de la habilidad del lector, quien debe esforzarse intelectualmente para averiguar cómo se ha llegado a comparar una cosa con la otra. (Que me perdone la García Lorca, hasta la fecha no entiendo su poesía). Una metáfora afirma que una cosa es otra otorgándole a la expresión un simbolismo, le da un toque diferente al lenguaje. Es una separación lógica que viola las reglas del discurso ordinario y a su vez propone un nuevo sentido.
Fue Aristóteles el primero en estudiar esta figura literaria en su Poética, enunciando cuatro tipos de metáfora: “desde el género a la especie, o de la especie al género, o desde una especie a otra especie, o según la analogía”. Aristóteles llama nombre a cada objeto y los clasifica en dos categorías: el primero corresponde a nombres de género y el segundo a nombres de especie. Y hace también una distinción entre el lenguaje común y el lenguaje estético o metafórico. De ahí que, al combinar el sentido de los nombres entre los grupos, se hacen movimientos en el significado dotando al lenguaje común en lenguaje metafórico. Es muy enriquecedor el estudio que hace este filósofo respecto a la metáfora, abordándola incluso desde un enfoque matemático; para ello hay que seguirle la pista también en su obra La Retórica, ya que además de su función artística, tiene utilidad como persuasión en los discursos. En conclusión, Aristóteles la acepta y recomienda para la retórica y la poética, pero rechaza su uso en la ciencia y la filosofía ya que los discursos deben ser muy asertivos y los fines son distintos.
En 1975 el filósofo francés Paul Ricoeur publica La metáfora viva, donde se preocupa por la función poética del lenguaje analizando a la metáfora desde un ángulo lingüístico, poético y filosófico. En la poética se tiene la capacidad de proponer universos diferentes a los establecidos. Consiste en el arte de inventar. No busca probar ni demostrar nada, sino simplemente mostrar, expresar. Nos dice Ricoeur “¿No es acaso la función de la poesía suscitar otro mundo, un mundo ‘otro’ que corresponda a las posibilidades ´otras´ de existir, a posibilidades que sean nuestros posibles más propios?” Ricoeur propone una función cognitiva de la metáfora, analizándola como un fenómeno lingüístico de transporte de significado.
Esta figura literaria ha sido utilizada por muchos escritores a lo largo de su escritura, siendo incluso ya algunos famosos pasajes literarios de dominio público: “Caminante, son tus huellas, el camino y nada más; caminante no hay camino, se hace camino al andar” de Antonio Machado; incluso y contradiciendo lo dicho por Aristóteles, en la historia de la filosofía se vislumbran imágenes metafóricas para la expresión de sus ideas, ahí tenemos el río en Heráclito, la caverna de Platón, el lobo en Hobbes o el collar de perlas en Bergson. Agradezcamos a la metáfora por enriquecer y ampliar al infinito nuestro conocimiento de la realidad.