La poesía lírica de los demiurgos griegos / II
Iván de Jesús Tornero Rodríguez
Píndaro fue un poeta de indiscutible calidad. Llevó la posición tradicional de los aristócratas antiguos, a los que denominamos eupátridas, a un nivel similar al que la habían pulido sus grandes antecesores, Homero y Hesíodo. Pero lo novedoso de sus aportaciones es que aparecen ya los elementos poéticos nuevos que se clasificarán más adelante como poesía lírica. Y en eso se aparta de la tradición homérica, que pertenece de lleno al mundo de la épica.
Al igual que sus antecesores, canta a los grandes triunfadores de las competencias olímpicas. No elogia tanto sus habilidades físicas, sino su ascendencia divina. En este perfil, el esquema de sus presentaciones está sometida a la misma cosmovisión de los homéridas o eupátridas. La que debe recibir los laureles y los aplausos es entonces la divinidad, no sus mensajeros. Este es el fondo de lo que hay que identificar como virtud en los nobles.
Pero acaso en algunos de sus textos da a la luz ya algunos aspectos importantes de su clase social. Como ejemplo, veamos la siguiente afirmación:
Voy a decir algo increíble: el sentido del honor, que engendró la gloria, casi siempre se encuentra secretamente roído de la avaricia…
Veamos otra parrafada similar:
Es un hecho que las empresas que se llevan a cabo durante la juventud, si las acompaña la justicia, tienen como fruto una vida apacible para la vejez.
No se le fue limpia a la crítica griega misma el perfil racista y elitista de su poesía cultivada por su tradición. Personalidades como Heráclito de Éfeso, Arquíloco de Paros y Xenófanes de Colofón armaron tinglados de peso para demoler lo que signarían como embelecos de un pasado miope. De las críticas de estos analistas, a los que todos los libros dan ya el título de filósofos, se marca el sendero que seguirá el espectro propositivo y positivo en el cultivo de la racionalidad helena, que hasta nuestros días sigue recibiendo el reconocimiento mundial que se merece.
A Heráclito le ha llamado la tradición el azote de Homero. Demolió su visión estrictamente belicista, limitada a los avatares de la guerra de Troya. Dijo que no entendió o no pudo percibir la armonía que se esconde detrás de la contienda. El equilibrio, la armonía, el cosmos no están presentes tan sólo en la guerra, sino en todo el universo. Ese aspecto fundamental en su filosofía, la armonía de los opuestos, es tal vez la aportación más sólida de su pensamiento filosófico. De ahí que califique a toda la poesía épica, no sólo a la de Homero, como una poesía sin sutileza ni profundidad. Es hechura de pueblos cuya tradición es aún grosera e infantil. La verdadera poesía, la verdadera creatividad reside en el cultivo del logos, que sí revela el ser profundo y real de las cosas y no se atora en superficialidades.
Xenófanes centrará sus dardos incendiarios en contra del extendido cultivo de la religiosidad de estos pueblos antiguos. Propone superar el politeísmo reinante con una visión panteística de la realidad. Y propone ir también a los aspectos funcionales y sociales de la religión. De seguir cultivándola como veía o denunciaba que se hacía, sólo se seguiría sometido a dominios de proyección narcisista y antropomórfica, que es su verdadero talón de Aquiles. Recitemos uno de sus párrafos más conocidos:
Los mortales piensan que, cual ellos, los dioses se engendraron.
Que los dioses, cual ellos, voz y traza y sentidos poseen.
Aquí va otro:
Homero, Hesíodo, atribuyeron a los dioses
Todo lo que entre humanos es reprensible y sin decoro
Y contaron sus lances nefarios infinitos:
Robar, adulterar y el recíproco engaño…
No sólo deriva de estos críticos el nuevo espectro de lo que será el cultivo razonado de la ciencia. Si tan sólo éste fuera uno de sus derivados, pasaría con creces la prueba del ácido. Pero no nos detengamos en la revisión de esta criatura nueva que va a ser la filosofía, sino que sigamos hurgando un poco en la creatividad estética o poética dentro del reino de las musas entre los griegos.