La Rectora
Silvia Patricia Arias Abad
Recientemente la máxima casa de estudios de Jalisco sometió a valoración una terna de académicos con la intención de que, de forma democrática fuera elegido el próximo rector de la Institución por parte del Consejo General Universitario (consejo que aparentemente representa el pensar y sentir de toda la comunidad universitaria). El resultado de este ejercicio fue la elección de una mujer como rectora, la primera mujer en ocupar un cargo de este nivel. Parecía imposible que algo así sucediera: pensar que una mujer pudiera llegar a dirigir una universidad que a lo largo de su historia ha sido encabezada por un hombre, por hombres, resultaba muy lejano, si no es que irrealizable.
Posiblemente y debido a la ola generada por el triunfo de Claudia Sheinbaum como presidenta del país, se abrió la necesidad de que bajo el lema “Llegamos todas” la máxima casa de estudios no se quedara atrás y se sumara a esta resonante demanda, la cual exige que las mujeres puedan acceder por sus méritos y capacidades a espacios, a los que les ha sido difícil hacerlo. Bajo este ambiente, se decidió por la elección de una mujer como rectora de la universidad pública del estado de Jalisco.
Se celebra dicho acontecimiento, sin embargo, ser mujer no es suficiente. La actual rectora electa tiene una gran tarea que cumplir ante una cantidad de omisiones cometidas reiteradamente por sus antecesores, una gran deuda hacia los docentes más golpeados, explotados y vulnerables: los profesores de asignatura, y más específicamente aquellos que laboran en el nivel medio superior. Profesores, algunos de ellos con más de 15 años laborando sin ninguna certeza laboral, firmando contratos cada semestre y observando su futuro laboral en manos del director en turno y de su visto bueno, lo que hace que cada vez que se asigna a un nuevo directivo, los profesores tengan que comenzar de cero para “demostrarle” al nuevo dirigente de la escuela sus capacidades para llevar a cabo el trabajo que vienen realizando desde hace años.
Si a esto le sumamos escasas convocatorias propuestas para los docentes de asignatura que le permitan tener una mejor condición no solo laboral, sino académica, sin la incertidumbre que le limite el desarrollo de su actividad docente. La gran cantidad de alumnos que llegan a las aulas de la universidad en el nivel medio superior, han sometido a los profesores a desarrollar habilidades didácticas para trabajar en aulas con más de cincuenta alumnos, con el desgaste emocional y mental que eso implica.
En inglés se usa un término que encaja perfectamente en la descripción de estos estados, el llamado “Burnout laboral”. Al cansancio y la desilusión que impera en los docentes del nivel medio superior al ver que su trabajo de años no es reconocido, se suma a una gran cantidad de trabajo y papeleo digital que se conjunta a su ejercicio académico, es decir, ahora se aúna trabajo administrativo.
De acuerdo con el historial académico y laboral de la rectora electa Karla Planter, además del ámbito académico, se ha enfocado en el trabajo periodístico y de medios de comunicación. Es este último aspecto el que se espera ponga en práctica, se necesita una comunicación directa con los docentes, y no a través de intermediarios, dígase delegados sindicales. La rectora electa debe plantearse como fin primordial conocer la realidad que se vive en los planteles educativos y saber así, de primera mano, cuáles son las necesidades prioritarias de los docentes, en específico, los de asignatura, que tan olvidados han estado, y no encerrarse como lo han hecho los rectores previos en trabajar para los intereses de unos cuantos, dejando de lado al sector que de forma constante ha sostenido en mucho el trabajo docente de esta universidad. Ojalá y más allá de su condición de mujer, la rectora tenga un interés genuino en entablar un diálogo con todos los docentes, porque si no es así, ser mujer rectora no será suficiente. Esperemos…