LA RIQUEZA Y LA RELIGION

La cultura creada por las religiones ha sido determinante en la generación de capital, al definir como un principio moral la acumulación de la riqueza y el valor del esfuerzo humano para obtenerla, se determina el futuro material y de dominio del capitalismo.
En el sentido inverso la influencia española con un concepto religioso de predominancia franciscana en las primeras etapas de la conquista y la colonización, nos impregnó como sociedades el rechazo divino a la búsqueda de bienes materiales y consecuentemente de cualquier idea de riqueza.
El calvinismo, para algunos historiadores y sociólogos como Max Weber, dio el primer impulso económico a la nueva burguesía formada fuera de Europa a partir del siglo XVII. Una sociedad homogénea, honesta y eficiente, lectora de la Biblia y convencida de una estricta división del mundo entre los elegidos y los condenados, previamente por Dios. Sumada además una confianza absoluta en sus razones morales, y convencida de la licitud de un trabajo que debía revelar la predilección divina al ir acompañado por el éxito material, el dinero y el ascenso social.
Se dice que el calvinismo de los exiliados ingleses del siglo XVII ha sido el origen del espíritu de muchos norteamericanos posteriores, quienes han representado en épocas distintas las formas más auténticas del capitalismo mundial, con una moral especial, demasiado estricta en momentos. Episodios como el de las brujas de Salem y en muchos otros eventos de enjuiciamiento a partir de la rígida moral social no exenta de simulación y doblez.
Jean Delumeau, establece sobre este punto algunos comentarios: Al negar el valor de la vida religiosa apartada del mundo, Lutero y Calvino subrayaron la obligación del trabajo cotidiano y la vocación profesional. La teología franciscana consideraba al mendigo como un émulo de Cristo. Calvino por su parte lanzó anatemas contra los que se negaban a trabajar y calificó duramente cualquier forma de ociosidad. Insiste Delumeau que probablemente la mentalidad moderna, caracterizada por la búsqueda de la ganancia y por el individualismo, estaba a punto de desarrollarse en todo el Occidente sin tener en cuenta las barreras confesionales y que hubiera acabado por imponerse sin Lutero y sin Calvino. Pero en una perspectiva más amplia, se puede concluir que el protestantismo, por sus posteriores ramificaciones como el puritanismo, ha ayudado al hombre moderno a salir de la Edad Media y del precapitalismo. Se convirtió en el fermento que aceleró la creación de un mundo distinto.
Para el doctor Josep Tomás Cabot en la publicación “Historia y Vida, número 427”, la doctrina y la práctica calvinistas, incluso su influencia política que se extendieron y se mantuvieron en Escocia durante largo tiempo, gracias a la predicación de un discípulo directo de Calvino, John Knox, que destronó a la reina María Estuardo y aparta de la corte a los consejeros católicos durante el reinado del hijo de aquélla, Jacobo I. Cuando más adelante, este mismo soberano fue proclamado rey de Inglaterra, mantuvo aquí la religión anglicana de su antecesora, Isabel I, y los calvinistas, llamados entonces puritanos, no encontraron ninguna facilidad ni tolerancia por las nuevas autoridades civiles y religiosas.
Algunos calvinistas emigraron entonces a los Países Bajos, donde, gracias sobre todo a la rebelión militar de Guillermo de Orange y al proselitismo ejercido por Guy de Brés, consiguieron imponerse en una parte del país que se constituiría en la futura Holanda, contra los católicos del sur que habrían de crear la nación belga, apoyados por los reyes de la casa de Habsburgo y el emperador Carlos V y su hijo Felipe II de España.
Otros puritanos y presbiterianos británicos, perseguidos por no aceptar al monarca inglés como cabeza de la Iglesia nacional de aquel país, signo distintivo de la reforma anglicana, decidieron embarcar hacia las costas atlánticas de América del Norte, descubiertas y colonizadas por los ingleses lustros antes, pero no controladas ideológicamente ni dotadas de una religión oficial y obligatoria, como la de la metrópoli.
Los Pilgrim Fathers o padres peregrinos, los puritanos ingleses que se dirigieron en 1620 a aquellas lejanas tierras a bordo del velero Mayflower, se establecieron en la colonia de Plymouth y más tarde en Boston. En ellas constituyeron el germen de una poderosa y amplia comunidad cristiana, cuyas ramas cubren todavía buena parte de ese litoral atlántico.
En contra de los libertinos, los reformistas recomendaban un duro ascetismo y una ruda labor profesional. Acompañados de un acercamiento personal, sin trabas ni prejuicios, a los documentos sagrados, sobre todo a la Biblia. Esta no traducida al latín ni comentada, estaba presidida por el Dios distante y justiciero del Antiguo Testamento antes que por el más próximo, humano y condescendiente Jesús de los Evangelios.
Un país como el nuestro con la carga cultural e histórica que nos heredó la España católica, con la influencia de las órdenes mendicantes, quienes en los hechos realizaron la colonización a través de la evangelización, carga en el subconsciente a través de la costumbre y la forma de vivir, la antípoda de la acumulación de riqueza capitalista.
Las diferencias y aun conflictos que nos ha generado la concepción religiosa con la de origen sajón, debemos superarlas a través de su comprensión, de tal manera que si entendemos las diferencias encontraremos las coincidencias. Todo ello en la búsqueda de una vida digna y la acumulación de riqueza justa, producto del esfuerzo y el trabajo digno y honrado, creando así nuestra propia alternativa.