La sofistería como mercancía y su mercado.
Alfonszo Rubio Delgado
Lamentable e ignominioso es el hecho de que algunos individuos, desde su postura retórica, pretendan instruir a los filósofos. Se entiende que habiendo terminado su instrucción y “soltados” tengan que ganarse el sustento. Lo impresionante del caso, no es el citado hecho sino las formas. Estos sujetos, habíéndoseles negado el método filosófico, caen en un desbalance conceptual y existencial. Luego, es tan fuerte su ego, que no conciben a la filosofía sin su dirección.
Con la falta citada, incurren en una especie de “pecado” cognitivo. Al no tener más armas para abrirse camino, recurren a la retórica. Ahí, donde debe haber filosofía, introducen la ficción. Lo hacen de tal manera que logran embaucar a propios y extraños. Su adscripción, sin duda, sería la novela o bien la comedia.
No es así. Ellos insisten en que su lugar es la sabiduría. Aunque claro está que manejan figuras retóricas como la hipérbole. Con ella manipulan la realidad a placer. Si sus datos son mínimos, los magnifican. Si son abundantes y contrarios a su postura, los minimizan. Acostumbrados a manejar verdades a medias, buscan su mercado. Para eso, existen a su vez personas que requieren ese tipo de producto. Mismo que utilizan para inflar el ego. A la par les justifica su desmedida ambición.
Sí, se trata de la dupla, maestro sofista “manipulador de realidades” – alumno corrupto amasador de fortunas e infortunios. Ambos con una especie de padecimiento mental. Se gustan en todos los aspectos. Así como Narciso frente a la fuente. Pues al primero le gusta endulzar el oído. Fabricarle al segundo una realidad a su medida.
Armado de sofismas y “verdades” construidas, los indolentes agentes planetarios no dudan en jalar el cobijo económico con su “moral de árbol de moras”. No importando las desgracias que ocasione. La coraza montada con retazos de miseria y “conocimiento” cura de males a esos entes.
Desde las bacanales griegas hasta las fiestas de las élites, en que se consume adenocromo como sustancia que altera los sistemas, pasando por lo denunciado por el marqués en sus obras. Los excesos son justificados por esos sofistas y sus sofismas. Propios de tipos que rebasan los límites de la razón y la moralidad. Y lo peor, considerado, tanto alumnos como “maestros”.
Obvio, todas las “razones” pretendidas por esos individuos, impuestas en alguna medida y compradas la mayoría de las veces. En esos niveles, el profesor es una extensión de la servidumbre del alumno. Siempre esos tipos se mueven en un plano particular. Cosa que causa un malestar emocional al “sabio”. Y si, cuando la revolución llega, su canto les confunde, saben que el momento de pagar ha llegado. ¡Aunque la “sabiduría” ostentada por aquel, generalmente, nunca llega a sobrevivir el cambio de época!
¡Saludos amig@s!