La teoría del caos aplicada en Sinaloa

partidero-alfonso durazo-seguridad-caos-sinaloa-culiacán-amlo

Hostal

Criterios

 

Francisco Jiménez Reynoso*

 

“Es necesario darse cuenta de que la violencia-hambre, la violencia-miseria, la violencia-opresión, la violencia-subdesarrollo, la violencia-tortura, conducen a la violencia-secuestro, a la violencia-terrorismo, a la violencia-guerrilla; y que es muy importante comprender quién pone en práctica la violencia: si son los que provocan la miseria o los que luchan contra ella…”

Julio Cortázar.

 

México (en algún momento llamado “el cuerno de la abundancia”), se caracterizó por tener gobiernos ladrones, que se dedicaron a saquearlo, soportados en un gatopardismo democrático. La partidocracia mexicana explotó y se enriqueció a costa y costillas de millones de mexicanos por varias generaciones.

En algunas regiones, los gobiernos mexicanos eran de membrete, mientras algunas personas peleaban en su día a día contra el hambre. El mismo Chapo llegó a manifestarlo al decir que en su tierra, Badiraguato (Sinaloa), solo había una opción para trabajar y satisfacer sus necesidades básicas: el narcotráfico. El poderío que algunos capos han alcanzado es tal que en sus lugares de origen son considerados como hijos pródigos, y algunos de sus paisanos los describen como si fuesen una deidad.

Desde hace un par de décadas aproximadamente, el caos y la ingobernabilidad se han venido apoderando de nuestro país, en algunos estados más acentuado que en otros.

Poco a poco, e estado ha venido cediendo espacios a la delincuencia organizada, y en algunos casos las autoridades constitucionales se han transformado en subordinados de quienes toman las decisiones de facto en este país.

Culiacán es uno de los ejemplos más recientes de cómo los poderosos operan en este tipo de eventos. Lucieron armas de alto poder que solo pudieron fabricarse en el vecino país del Norte, cuyo negocio principal es la venta de armas, y que perversamente viven de las guerras o guerrillas.

Autoridades en turno con una Guardia Nacional que no logra articular debido a una extraña combinación entre mandos civiles y militares, se lanzaron a un operativo que resultó un total desastre, ampliamente comentado en nuestra sociedad, con repercusiones internacionales. Ya se dieron cuenta que Culiacán es otra cosa, el fallido operativo pudo haber funcionado en cualquier otro estado, menos ahí.

Por décadas, el poder del narcotráfico se ha venido acrecentando en el norte de México, ganando adeptos en su movimiento, robusteciendo su poder económico, de armas y por qué no decirlo, hasta político.

Ya comienza a permear la intervención de la DEA en México para extraditar a los hijos del Chapo, de nombres conocidos. Además de una visita México de 12 funcionarios estadounidenses encabezada por la misma institución. Estos fueron los que informaron sobre el paradero de los buscados al secretario de Seguridad Pública, Alfonso Durazo, y no a la Marina.

En mi opinión, aquí fue el primer error, ya que los egos y celos impulsaron al civil a tomar decisiones a la ligera, sin el estudio y análisis previo de la inteligencia militar, mismo que se requiere para un evento de esta naturaleza. Ahora se sabe que se filtró la información de la captura por parte de un desertor de la Policía Federal, inmerso ya en el Cártel sinaloense. Regularmente es la misma DEA quien palomea estos operativos, además de darles seguimiento, y en caso de que algo salga mal, también indica el momento de abortar la misión, en este caso no advirtieron de que en el operativo las cosas no iban bien…

Durazo, en el afán de colgarse la medalla, topó con pared  y nos mintió a los mexicanos con versiones que más tarde lo expusieron ante la opinión pública. Este gabinete fallido, en  mi opinión, tendría que abandonar sus puestos o bien el presidente Andrés Manuel López Obrador relevarlos a la brevedad, nombrando a personas competentes en el cargo, que hay que decirlo, no es una tarea fácil.

 

 

*Doctor en Derecho. Integrante del observatorio en seguridad y justicia, Benemérita Universidad de Guadalajara.